Devaluación y flotación cambiaria

Por Mario R. Goldman (*)

Decíamos en este diario, a mediados del año pasado, que «se puede evaluar una caída importante en la paridad peso-dólar, y para normalizarla debe corregírsela técnicamente en un 40% (cuarenta por ciento)».

Lamento haber adivinado la paridad vigente en la actualidad y el tiempo que se ha perdido por no ponerla en vigencia.

Quizá el constante optimismo del Dr. Julio Rajneri hubiera preferido un arranque a un valor más bajo en el abandono de la convertibilidad y es válida su opinión.

Estimo que el abandono de la convertibilidad se debió haber realizado entre 1993/1994 -impensable por la cercanía con elecciones generales-, pero se hubieran evitado las consecuencias negativas ocurridas desde entonces.

Coincidía con este criterio el Dr. Sanjaya Lall, titular de la cátedra de Desarrollo Económico de la Universidad de Oxford, quien la expresó en Buenos Aires en el Seminario Internacional en Buenos Aires, al que concurrieron los Dres. Remes Lenicov y López Murphy en setiembre de 1999.

En un diálogo personal, también me expresó lo difícil que resulta abandonar el sistema rígido, a la luz de la experiencia de los países asiáticos y los problemas que se producen inexorablemente.

Ocurre que la vigencia rígida pero irreal de una paridad cambiaria provoca la «caída libre» de la participación de la industria nacional en la economía, y la desocupación acelerada de cientos de miles de empleados y obreros. El aluvión de importaciones de países de «economía esclava», incluso de productos alimenticios, con su aparato de subsidios directos e indirectos, incrementó aún más los millones de desocupados.

Los aparentes beneficios para las clases económicas de los productos importados son magros frente a la hecatombe que producen en las industrias pequeñas y medianas nacionales, y que las llevan a su desaparición.

Entre 1990 y 2000 se importaron U$S 262.500 millones (no se incluyen bienes de capital que fueron U$S 175.000 millones) y que observando su listado se puede apreciar que eran fabricados en el país y lo que es más lamentable que eran productos agropecuarios regionales.

También se puede mencionar que la industria de envases, adhesivos, etc. ya no existe y se importa en su mayoría. Los automóviles que se producen en curva descendente demandan sólo un 30% de componentes nacionales. Sólo del 10 al 15% de los bienes de capital se producen en el país, importándose el resto.

Consecuentemente, los efectos favorables de una devaluación y el estímulo para las exportaciones no se reflejan claramente por la alta composición de insumos importados y la liquidación de la industria argentina acaecida.

Tomará cierto tiempo la reconstrucción de la misma, la incorporación de mano de obra -ya no tan calificada como tiempo atrás- y su incorporación a un programa de reemplazo de importaciones. El efecto de casi 4 años de estancamiento económico, la falta de solución del «corralito» por la situación de colapso heredada, dificultan una rápida reactivación económica y la pronta reincorporación de los millones de desocupados y su eventual incorporación a límites de seguridad y convivencia pacífica.

En la juventud, el servicio militar obligatorio, con defectos que podrían haberse corregido antes que abolirlo abruptamente, orientaba a los incorporados a cierto orden y conocimientos, que muchas veces transformaba sus vidas.

Establecido ese cambio por el Parlamento, al menos se debería haber construido un sistema de capacitación para incorporar a los jóvenes a la actividad económica, sea en la industria y/o actividades rurales.

Con todo lo antedicho, se demuestra claramente la falta de un organismo -injustamente liquidado- como el Consejo Nacional de Desarrollo, que permitía planificar el crecimiento económico del país y no contemplar el desmadre actual, ya que el riesgo país y la gobernabilidad están en un período crítico.

Debe tomarse como meta prioritaria en el desarrollo económico nacional, un incremento vertical de las exportaciones, lo que permitirá una ocupación plena -como ha ocurrido en otros países- utilizando el sistema de una paridad dólar fluctuante y agresiva, reduciendo con el trabajo fecundo y real las tensiones sociales, y dada la ventajosa situación comparativa argentina, elevando su situación competitiva en profundidad y continuidad.

(*) Ex asesor del Consejo Nacional

de Desarrollo


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