Día de furia en la cárcel, la intimidad de un motín en el Penal 2
Imágenes inéditas de la última gran revuelta en Roca.
Fuego, humo, piedras. Ojos llorosos, garganta cerrada. Adrenalina, miedo, furia. Unos van con armas, cascos, máscaras, escudos. Otros resisten con fierros, palos y pedazos de paredes, incendiando colchones, arrancando cables, desmantelando equipos. Salir herido, o muerto, es una posibilidad que los iguala durante un motín, aunque estén en bandos opuestos. Afuera, las esposas, las madres, los hijos de los detenidos claman garantías, piden ver a sus familiares sanos y salvos mientras el humo se ve y se huele desde la calle. Con la misma angustia lo viven en sus casas las familias de los penitenciarios. En la muralla caminan policías exaltados con sus itakas. Alrededor circulan los patrulleros de las comisarías más cercanas, por si en la revuelta algún preso logra trasponer el murallón. El juez y el fiscal se preparan para entrar. Tienen que calmar a los de afuera y disuadir a los de adentro. Poner punto final a un motín puede ser trabajo de horas, siempre con promesas de por medio. La negociación se hace en el patio principal, con el jefe del Penal y el juez a la cabeza, la gente del Observatorio de Derechos Humanos como garante y los guardias haciendo un cerco. El motín terminó. Ahora hay que contar los heridos y los daños. Hay que hablar con el ministro. Hay que hacer algo. Esta vez no murió nadie, pero ¿en el próximo? El último motín grave del Penal 2 de Roca fue así. Una secuencia fotográfica a la que accedió “Río Negro” permitió conocer los momentos más dramáticos de una revuelta de presos que se inició el 14 de mayo pasado porque las autoridades habían decidido reducir los días y horarios de visita… Y con la visita no se jode. “Mejor salgan porque se va a armar; les pedimos que se vayan”, le dijo un grupo de internos a los referentes de la Pastoral Carcelaria que esa mañana visitaban la unidad. Y a las 10:30 comenzaron a arder los primeros colchones. Cerca de 50 detenidos se amotinaron. Arrancaron mampostería, destruyeron el sistema de calefacción y la instalación eléctrica, prendieron fuego todo lo que se pudo y reventaron los candados y las esclusas tratando de ocupar el pasillo principal del ala norte del penal. Ese día el conflicto duró casi cuatro horas y el Pabellón 3 de la cárcel roquense, uno de los cuatro del módulo más nuevos, quedó destruido. Recién después del mediodía el personal del Grupo Especial de Requisa y del Servicio Penitenciario pudo llegar al epicentro del conflicto, con gases lacrimógenos y mangueras con agua, y los principales referentes del motín accedieron a dialogar con el juez y el director de la cárcel. Así consiguieron la promesa de que el régimen de visitas volvería a la normalidad, aunque los daños que dejó aquel motín aún están a la vista. Tan importantes fueron las secuelas materiales que ya entrado el 2013 ese sector no puede utilizarse con normalidad. Además, se sumaron los daños de otras revueltas posteriores. Ahora las autoridades penitenciarias evalúan cómo organizarse para poder iniciar las obras de reparación que la justicia exigió con plazos perentorios al gobierno provincial. Una de las opciones es que los detenidos del Pabellón 3 serán trasladados en grupos reducidos a los calabozos de la flamante Comisaría Tercera de Roca para poder iniciar las reparaciones celda por celda. Pero la medida, de concretarse, augura nuevos reclamos y complicaciones. El sistema penitenciario rionegrino está colapsado. Como en una olla a presión, si la temperatura sube abruptamente el riesgo de explosión aumenta y las consecuencias son impredecibles. Y no sólo los presos están hastiados; los guardias también.
Marcela Marín marcelamarin@rionegro.com.ar
1.- Declarado el motín, se convocó al apoyo externo del exgrupo BORA.
4.- El Grupo Especial de Requisa, el personal del SPP y la policía van hacia el epicentro del conflicto.
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