Diálisis renal y la esperanza del trasplante
La enfermedad altera el metabolismo óseo, entre otros síntomas.
La insuficiencia renal crónica no suele dar síntomas perceptibles hasta que se halla en un estado bastante avanzado. Cuando eso pasa es necesario reemplazar la función de los riñones, sea mediante un trasplante o -lo más frecuente, incluso como necesidad cuando el paciente espera el trasplante- mediante una máquina externa que realiza el filtrado de la sangre, en el procedimiento que se conoce como diálisis. En la Argentina existen alrededor de 24.700 personas cuya vida depende de este tipo de tratamiento. De todas ellas, menos de 5.000 está en lista de espera por un trasplante de riñón.
El tratamiento de diálisis -que puede ser hemodiálisis o diálisis peritoneal- es paliativo: implica la concurrencia a una clínica o servicio de diálisis tres veces por semana; el trasplante de riñón, en tanto, es curativo: elimina esta necesidad porque la persona vuelve a tener un riñón propio, pero el paciente necesita tomar de por vida drogas inmunosupresoras, entre otras medicaciones.
La asociación de pacientes APAT, Asociación para Trasplantes, organizo la semana pasada un encuentro en Buenos Aires para explicar su perspectiva acerca de la problemática de los pacientes renales. En principio esa proporción de una quinta parte de pacientes en diálisis que esperan donante les parece escasa, teniendo en cuenta que según el doctor Jorge Argento, médico que preside la Sociedad Argentina de Trasplantes y que estuvo presente en el encuentro, «más del 50% de los pacientes en diálisis renal, seguro, están en condiciones de ser trasplantados».
«Por lo menos tendríamos que tener 12.000 pacientes en lista de espera para trasplante de riñón», aseguró Argento, quien considera que «para acceder a la lista de espera del INCUCAI -el organismo nacional que centraliza las ablaciones y trasplantes- hay pacientes que no tienen la información adecuada».
«Para mí, el trasplante fue la libertad»
Esas fueron las palabras de María Eugenia Vivado cuando se le preguntó qué significó el trasplante para ella. Vivado es médica y se le diagnosticó fallo renal hace ya 26 años. El trasplante hoy, después de 6 años, le permite trabajar y ha mejorado notablemente su calidad de vida. Integra la asociación APAT, y dice que hoy la prioridad principal para los pacientes renales es la información, tanto sobre la posibilidad de realizarse el trasplante (en los que se encuentran en tratamiento de diálisis) como sobre el acceso a la medicación principal (inmunosupresores) y secundaria que requieren de por vida los que ya están trasplantados.
«La gente que está en tratamiento de diálisis debe saber que existe la posibilidad de trasplante», insiste el presidente de APAT, Marcelo León.
León aseguró que la asociación se encontró con dificultades a la hora de hacer llegar a las personas que se atienden en los centros de diálisis información sobre el trasplante de riñón como solución del problema para quienes realmente estén en condiciones de realizárselo.
Mejor medicación
Otro de los puntos importantes sobre los que la asociación busca «informar a los pacientes» es sobre su derecho a «la mejor medicación disponible». Vivado sostiene que su obra social siempre se ha hecho cargo de proveerle los productos que su médico le indicó, pero que no en todos los casos es así: «A veces las obras sociales tienen un vademécum propio donde ni siquiera aceptan los medicamentos que el médico receta».
Aclara sin embargo que estos problemas, que en ocasiones se traducen inclusive en demoras de hasta tres meses en la entrega de medicamentos, se refieren en general a las medicaciones secundarias, ya que no a los inmunosupresores más avanzados, que son la esencia del tratamiento para quienes ya han tenido su trasplante renal.
Argento explica que los inmunosupresores -cuyo costo debe ser cubierto en un 100% para todos los pacientes renales según el Programa Médico Obligatorio (PMO)- son drogas con las que se debe tener especial cuidado, ya que se trata de medicamentos «donde la dosis terapéutica puede no ser muy diferente de la dosis tóxica». En los nuevos medicamentos biológicos, las formas farmacéuticas -el nanoparticulado, por ejemplo, que implica el manejo de dimensiones de una milmillonésima de metro- harían que una equivalencia química o incluso farmacocinética entre dos versiones de la misma droga hechas por fabricantes diferentes pueda no ser tal en cuanto al efecto terapéutico.
La advertencia viene por el lado de la disputa sobre la prescripción por nombre genérico, aunque se aclaró que no existe por el momento ningún problema concreto en este sentido con los inmunosupresores.
«No ponemos en duda los estudios de bioequivalencia -aclara Argento-; sólo digo que debemos incorporar el concepto de bioequivalencia terapéutica, y sólo es posible demostrar la bioequivalencia terapéutica mediante ensayos clínicos».
«El tratamiento de elección en todo el mundo es el trasplante. En la Argentina, los pacientes con insuficiencia renal crónica se tratan primero con diálisis, y luego pueden acceder a la lista de espera, salvo que utilicen una vía de excepción» -remarcó Argento-.
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