Diálogos poéticos con el dolor y la muerte
Dos libros reactualizan desde distintos lugares la figura de la brillante poetisa Alejandra Pizarnik. Por un lado, "Diarios", de un volumen de 500 páginas, y por el otro, su
BUENOS AIRES (Télam).- A la flamante edición en España de un volumen de 500 páginas que reúne los «Diarios» de Alejandra Pizarnik, se le suma en estos días la publicación local de su «Prosa completa»: ambas obras permiten acercarse a la angustia y la difícil relación con la vida de quien fue una de las voces más singulares e inquietantes de la poesía contemporánea.
Los «Diarios» que acaba de lanzar el sello Lumen -y que hasta ahora permanecían inéditos- no son sino el testimonio de una vida atormentada, del dolor intenso que puede producir la sola existencia.
«¿Y por qué vivir?» se preguntaba Pizarnik a los 21 años: sus apuntes no dan respuesta a sus dudas existenciales y, en este sentido, no serán aclaratorios para ningún lector.
Sin embargo, permiten entrar en el laboratorio de la obra poética de una mujer que vivió asomada al abismo, con el único sustento de la escritura como salvación.
La sensación de no poder ser amada, el terror de la soledad, la imposibilidad de comunicarse con los otros -tan paradójicamente presente en muchos escritores- y la conciencia de su propia neurosis son algunos de los traumas humanos por donde viajan las páginas recién publicadas.
La edición del libro fue impulsada por Ana Becciú, máxima especialista en la obra de la poeta, que llevó a cabo una selección de los diarios originales -un manuscrito monumental- a fin de publicar lo más esencial del pensamiento literario de la autora.
Becciú también estuvo a cargo de «Prosa completa», obra que Lumen acaba de distribuir en la Argentina tras su publicación en España y que incluye relatos, apuntes de viaje, una obra de teatro («Los perturbados entre lilas»), artículos, breves ensayos y una serie de reportajes.
«El interés que presenta esta edición, respecto del ominoso imperativo de la novedad editorial, es triple: ofrece una ordenación cronológica de un material que en su momento fue recogido en un volumen, tanto en Argentina como en España», señala el prólogo a cargo de Ana Nuño.
«Rescata textos, sobre todo de crítica literaria de la autora, publicados en revistas literarias de difícil consulta, y da a leer este conjunto como un todo, lo que permite subrayar la coherencia y correspondencia múltiple entre prosa de creación y prosa ensayística, por un lado, y por otro, el conjunto de la prosa y la obra poética», enumera.
Pizarnik había nacido el 29 de abril de 1936 en el seno de una familia de inmigrantes rusos, de ascendencia judía, que vivió en la parte sur de Buenos Aires: tal vez esa falta de raíces locales se relacione con el sentimiento de exilio que recorre sus poemas.
En 1954 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras para cursar la carrera de Filosofía, que abandonó por la de Letras, la que a su vez dejó inconclusa para estudiar pintura con el surrealista uruguayo Juan Battle Planas, quien contribuyó a la evolución de sus conceptos sobre poesía y al carácter plástico de sus poemas.
«Ahora/la muchacha halla la máscara del infinito/y rompe el muro de la poesía». Los últimos versos de «Salvación» reafirman la dimensión de su ardua búsqueda: una poesía situada en los límites de lo decible. Desde el punto de vista formal, la escritura de Pizarnik es escueta, libre, transgresora: no conoce fidelidad alguna a la métrica clásica ni debe de respetarla. Versos blancos, prosa poética y poesía en prosa se entrecruzan para dar lugar a una voz personal e íntima, ajena a cualquier tipo de formalidad.
En su estructura se mezclan la realidad autobiográfica de sus sentimientos con la expresión onírica de sus palabras: adjetivos sorprendentes, contradictorios, repeticiones, juegos de lenguaje y aliteraciones merodean los versos de la poeta.
Su vocabulario también está cargado de señales recurrentes, palabras como cansancio, mar, infancia, luz, sangre, pájaro, ser, barcos, viaje, irse, reloj, tiempo y espejo.
Algunas podrían agruparse en bloques temáticos, por ejemplo las que utiliza como metáforas del suicidio (barco, viaje, irse) y otras que se desdoblan cercanas a los tópicos referentes a la muerte, como cuando «pájaro» se convierte en «cuervo».
Respecto a los temas explorados por Pizarnik es posible detectar tres grandes zonas: los dobles, la pérdida de la infancia y la muerte. El tema de los dobles, del otro yo, es recurrente en la literatura de la segunda mitad del siglo XX y, de hecho, durante toda la historia de las letras.
Pizarnik trata obsesivamente el tema de la muerte y el suicidio, llegando a utilizar el tópico literario que compara la muerte al orgasmo y apelando el máximo goce sexual como metáfora del fallecimiento.
«Aparentemente es el final. Quiero morir. Lo quiero con seriedad, con vocación íntegra», dice una de las notas que Pizarnik dejó escritas en su diario un año y medio antes de ser hallada muerta por una sobredosis de Seconal, el 25 de septiembre de 1972.
Desde entonces, su figura fue adquiriendo poco a poco naturaleza de mito y perfil de leyenda hasta transformarla en una autora de culto venerada por varias generaciones de lectores.
BUENOS AIRES (Télam).- A la flamante edición en España de un volumen de 500 páginas que reúne los "Diarios" de Alejandra Pizarnik, se le suma en estos días la publicación local de su "Prosa completa": ambas obras permiten acercarse a la angustia y la difícil relación con la vida de quien fue una de las voces más singulares e inquietantes de la poesía contemporánea.
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