Disparidades obscenas

Wesley Autrey, un nombre para honrar. Este humilde obrero americano de la construcción estaba esperando el metro en New York con sus dos hijas de 4 y 6 años. Vio cerca suyo un joven que se tambaleaba, en un ataque de epilepsia. El joven cayó a la vía y venía el tren. No dudó, se arrojó sobre él, aplastándolo, y el tren pasó sobre ambos. El alcalde de New York le otorgó la máxima distinción de la ciudad. Su mensaje: hacernos responsables los unos por los otros, como lo pide el texto bíblico.

El siglo XXI necesita desesperadamente esa responsabilidad. Kofi Annan ha advertido: «Sin solidaridad ninguna sociedad puede ser estable. No es realista pensar que algunas personas pueden derivar grandes beneficios de la globalización, mientras muchas son arrojadas a la pobreza abyecta». Eso es lo que está sucediendo. Los países ricos gastan 84.000 millones de dólares al año para subsidiar a sus granjeros. La Unión Europea subsidia, con 30 dólares al año, cada oveja. Los países ricos les dan a los 3.000 millones de pobres del mundo 26 dólares anuales de ayuda, menos que a sus ovejas. Por otra parte al subsidiar a sus granjeros, les impiden que puedan vender sus productos.

La distribución de la riqueza mundial es casi obscena. Según la Universidad de la ONU, 64 millones de personas tienen más del 90% de los patrimonios del mundo, 40 veces más que 3.250 millones.

Estas y muchas otras asimetrías crean un mundo de «condenados de la tierra», personas sin agua potable, instalaciones sanitarias, viviendas, acceso a salud y trabajo en todo el mundo en desarrollo. También en los mismos países desarrollados. En Francia se está librando una lucha denodada por la responsabilidad social. Una ong, Los Hijos de Don Quijote, llamó a la ciudadanía a solidarizarse con los «sin techo» y a vivir junto a ellos en carpas. Denunció que hay 3.207.500 personas que viven en sucuchos, en la calle o en hoteles de pésima calidad (en EE.UU. hay 744.000 sin techo). La reacción pública fue potente. Miles se fueron a vivir a las carpas. Presionado, el gobierno anunció que va a implantar el derecho universal a la vivienda. El Estado se hará garante de que todo ciudadano tenga ese derecho mínimo.

Varios Estados de EE.UU. están adoptando la misma actitud frente a la salud. Están implantando el seguro de salud universal.

En América Latina la pobreza y los altísimos niveles de iniquidad cobran víctimas a diario. Los «sin vivienda» son millones. El 40% de las personas de tercera edad no tiene protección de ninguna índole. Mientras que Canadá gasta en salud 2.989 dólares anuales por habitante, en Nicaragua son 208, en Honduras 184, en Guatemala 235, en Perú 233 y en Ecuador 220. Eso tiene consecuencias muy concretas. Mientras que la tasa de mortalidad infantil entre el 20% más rico de Nicaragua es 16 por mil, en el 20% más pobre es 50 por mil.

El mundo y América Latina necesitan urgentemente dosis en gran escala de la responsabilidad por los demás que mostraron Autrey y Los Hijos de Don Quijote. (Artículo distribuido por la Red de Diarios en Periodismo Social)

 

BERNARDO KLIKSBERG (*)

Especial para «Río Negro

(*) Asesor Principal del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de América Latina y el Caribe. Su más reciente libro: el best-seller internacional (10 ediciones) «Mas ética, más desarrollo».


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