Doble comando

Con cierta brutalidad, el ex presidente interino Eduardo Duhalde acaba de descalificar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, afirmando que «no está preparada para gobernar» porque «nunca había ocupado puestos ejecutivos», pero que para el país es una suerte que gracias a la presencia de Néstor Kirchner haya lo que llama un «doble comando». Se trata de una forma de decir que, a su juicio, para ser presidente es necesario haber sido antes un gobernador provincial o, cuando menos, el intendente de una ciudad enorme y complicada como la Capital Federal. De ser así, las perspectivas frente a Estados Unidos y, por lo tanto, al mundo serían alarmantes, puesto que los tres aspirantes a suceder al presidente actual George W. Bush que quedan en carrera -John McCain, Hillary Clinton y Barack Obama- son meros senadores, pero por fortuna las tradiciones políticas de la superpotencia no son las mismas que las nuestras. Aunque un presidente norteamericano nuevo carezca de experiencia administrativa, tendrá a mano instituciones que funcionan adecuadamente y, en consecuencia, podrá armar un equipo gobernante sin tener que preocuparse por la clase de detalles que según Duhalde todo mandatario debería dominar.

Que hasta ahora la gestión de Cristina ha sido confusa es indiscutible, pero la razón por la que se han producido muchos episodios raros tiene menos que ver con lo supuestamente difícil que le habrá sido adaptarse a un papel ejecutivo que con la proximidad asfixiante de su marido y de su propio deseo de defender todo lo hecho por él a partir de mayo del 2003. A diferencia de otros presidentes, Cristina no ha podido organizar su propio equipo sino que se ha sentido obligada a incluir a ciertos individuos, los más polémicos, que responden a Néstor Kirchner. Asimismo, heredó de él el desaguisado monumental que se las arregló para provocar en el INDEC el secretario de Comercio Guillermo Moreno, además del caso escandaloso de la valija venezolana que motivó una reyerta diplomática con el gobierno de Estados Unidos. No sorprende, pues, que el gobierno que formalmente encabeza se encuentre ante problemas que tarde o temprano afectarán su índice de popularidad.

Si no fuera por el «doble comando» que merece la aprobación de Duhalde, el gobierno sería seguramente más coherente, con un ministro de Economía que mandara como corresponde en el ámbito que en teoría está bajo su control y con un canciller que, es de suponer, no se sentiría obligado a permitir que el ministro de Planificación manejara las relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez y otros países petroleros como Guinea Ecuatorial. Sucede que la mayoría de las dificultades que enfrenta Cristina se debe no a sus propias decisiones sino a lo hecho por su marido. Aunque andando el tiempo ella misma podría cometer su cuota de errores, por lo pronto los más evidentes pueden atribuirse a «la herencia» que no le ha sido dado criticar.

En opinión de Duhalde, el presidente debería ser capaz de solucionar personalmente una multitud de problemas distintos: «problemas viejos, problemas nuevos, problemas exteriores; lo que requiere un ejercicio, requiere estar preparado». Se trata de una actitud decididamente conservadora, ya que a menudo puede ser una ventaja no contar con una solución automática, producto de una larga experiencia como mandatario provincial. He aquí un motivo por el que en las democracias consolidadas suele considerarse valioso el que un jefe nuevo haya llegado a su puesto sin los prejuicios y los hábitos típicos de quienes durante años han desempeñado un papel similar. En el caso de Cristina, su falta de experiencia administrativa podría resultar beneficiosa si la obligara a enfrentar las grandes deficiencias institucionales merced a las cuales parecería que sólo los peronistas pueden asegurar «la gobernabilidad» y, según Duhalde, sólo un presidente que ya ha pasado años manejando una provincia, aunque fuera una demográficamente tan chica como Santa Cruz o La Rioja, estaría en condiciones de desempeñar sus funciones con éxito, pero mientras se vea constreñida a dejarse manipular por su antecesor y marido no le será dado aprovechar el poder de la presidencia para impulsar reformas destinadas a fortalecer las estructuras administrativas y políticas del país.


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