Dolorosos apuntes de lo que el río se llevó

Las inundaciones de 1915 generaron crónicas dramáticas sobre los ríos del norte de la Patagonia y las devastaciones que provocaron para horror de los pioneros que, sin embargo, no se doblegaron.

Por Francisco N. Juárez

fnjuarez@interlink.com.ar

Las desbordadas aguas cordilleranas que a través de los siglos produjeron furiosos aluviones descargados sobre valles patagónicos despoblados con secuelas catastróficas, lo pueden todo. El asentamiento de audaces ganaderos o esperanzados pastores, las colonias agrícolas y los poblamientos que inevitablemente siempre anidan cerca de las aguas, aparecieron en la Patagonia desde fines de siglo XIX. Los pioneros ignoraban, claro, el horror que no estaba en sus cálculos.

Para los años 1914 y 1915 el sur argentino, extremo de un continente a salvo del conflicto mundial de aquellos años, pero que no podía dejar de ser tema de los diarios de la mañana de Buenos Aires, tradicionalmente ajenos a títulos catástrofe, recurrieron entonces a la tipografía mayor, un despliegue para seguir los sucesos de la Primera Guerra Mundial.

Desastres nunca anunciados

Que se sepa, simultáneamente nadie se ocupaba de la Corriente del Niño y eran primitivos los sistemas de anticipación meteorológica. Por eso nadie sospechaba las inundaciones que se desatarían en el sur argentino. En 1915, cuando el poblamiento en los valles de los ríos Colorado, Neuquén, Limay, Negro y Chubut ya era importante, los sucesos del sur no sólo necesitaron de gran despliegue periodístico, sino que obligó al presidente de la República Victorino de la Plaza a ocuparse muy especialmente de las inundaciones, no sólo para socorrer a los damnificados sino para realizar estudios que permitieran tomar medidas y encauzar las ayudas espontáneas. También el Congreso de la Nación encaró leyes puntuales respecto de las zonas arrasadas y destinó fondos que sirvieran para obras adecuadas de prevención y desarrollo regional.

Las inundaciones de 1915 tuvieron dos fases: su catástrofe a partir del estallido del dique natural de la laguna Carri-Lauquen y los diluvios posteriores. Aquel fenómeno presionado por incontenibles aluviones cordilleranos y el gran deshielo veraniego, se desató el 29 de diciembre de 1914 y alcanzó a los primeros pobladores valletanos de los ríos Barrancas y Colorado en el Año Nuevo del «15. Casi no hubo paréntesis para la segunda faz de las inundaciones a raíz de las precipitaciones que arreciaron en el otoño.

Si se repasan las crónicas de entonces, se da con detalles escalofriantes. Es cierto que resulta imposible hallar un informe definitivo sobre víctimas de aquella catástrofe y las cifras sobre los ahogados y desaparecidos se rescatan por los diferentes corresponsales. Los gobernadores Elordi y Serrano, de Neuquén y Río Negro, respectivamente, elevaron memorias al Ministerio del Interior, pero las cifras no fueron definitivas (Serrano habló de 70 entre muertos y desaparecidos). A los escritorios gubernamentales de la Casa Rosada también llegaron noticias y ruegos de auxilio de todo orden porque el clima había enloquecido y diluviaba en todo el país. El Director de Territorios del ministerio tampoco pudo pasar un buen fin de año y tuvo reclamos de La Pampa Central -como se llamaba entonces- y consideraba casi como un desierto. Sin embargo, el informe decía que el río Salado, con densos caudales, no sólo había desbordado la laguna Urre-Lauquén (no lejos del hoy Parque Nacional Lihuel-Calel y de Puelches), sino que en La Copelina se ahogaron el comisario Díaz, un sargento, gendarmes y vecinos.Aunque fue difícil mantener las vías de comunicación porque la correntada abatió los postes de parte de las líneas telegráficas, recomponer la situación a partir de ciertas crónicas compuestas por los escasos telegramas que arribaban a las redacciones porteñas o a las oficinas de los funcionarios nacionales, ayuda a darse idea de la situación, sin dramatizar inútilmente lo que era -de por sí- un gran flagelo natural. Se puede recomponer el drama de un simple trabajador rural como era Fernando Esparza, quien en el último día de 1914 conducía 200 chivas hacia Pichi-Mahuida. Ni siquiera festejó el Año Nuevo porque se echó a dormir temprano en pleno campo después de comer magramente. No pasó mucho tiempo hasta que el trueno de las aguas lo despertó para salvarse milagrosamente aunque abandonó el arreo (apareció semidesnudo en la estación y dijo haber escuchado voces lejanas de auxilio de quienes seguramente se ahogaron).

La Japonesa no festejó

Simultáneamente por telégrafo y desde Chelforó se pudo saber que ese Año Nuevo en La Japonesa fue arrasada la oficina de correos y el negocio de José Yancarlos. La inundación alcanzó una anchura de tres leguas y el torrente arrancó, aguas abajo, a las balsas del río.

El mismo primer día del año 1915, la súbita inundación aguó la fiesta a la paisanada del establecimiento Boillat de Santa Nicolasa (junto al Colorado, aguas abajo de La Japonesa) donde la concurrencia a las carreras de sortija «fue sorprendida por la creciente» (más tarde se supo que hubo 7 desaparecidos, entre ellos algunos familiares del panadero lugareño). La información despachada desde Chelforó daba cuenta, además, de la destrucción de la casa de comercio de Astiasu cuya familia se salvó milagrosamente. También la correntada arrastró la balsa que servía el cruce frente a Chichinales.

La recorrida que emprendió Félix Higuacol con dos vecinos a lo largo de 10 leguas encontró cinco familias sobrevivientes pero sin ropas ni provisiones, en un caso con dos bajas en el grupo familiar (desaparecidas). También supieron de una familia de cinco miembros que arrastró la corriente.

El río Negro también comenzó a desbordarse (foto que ilustra esta página) y ya el 5 de enero los diarios daban cuenta que en Viedma se temía lo peor. Desde la castigada ciudad se informaba que el río Ligue seguía creciendo a la altura de Buena Parada «donde la policía tiene establecida vigilancia y se ha ordenado que la autoridad haga retirar a pobladores que puedan correr riesgo».

Los corresponsales aseguraban que «desapareció la Colonial Catriel y muchos de sus pobladores, además de casas y ganado».

Historias insepultas

También flotaban cadáveres «que no se podían rescatar para darles sepultura», incluso el de una mujer que fue encontrado frente a Chichinales.

En la tarde del 3 de enero salieron de Viedma con la intención de llegar hasta Colonia Catriel el gobernador rionegrino Pedro Antonio Serrano -que dejó como interino al secretario Carlos Evrot- y su jefe de policía Pérez Colman. Supieron que el aluvión llegó a las 13 horas de ese mismo día y hubo muchos ahogados. Todavía faltaban 15 centímetros más de agua para el desborde en Conesa y Pringles y algo más en Viedma, que agregaba esa amenaza a las angustias de la crisis económica. En Pichi-Mahuida todas las casas se derrumbaron con la corriente y para entonces había dos metros sobre las vías del F.C. Sud en Chelforó. Al día siguiente (4 de enero) el agua sumó siete metros por sobre el puente del Río Colorado y a Gaviotas llegó de Río Colorado y Buena Parada, medio centenar de sobrevivientes semidesnudos y hambreados. Las pérdidas agrícolas y subproductos eran desastrosos si se piensa que sólo la casa Parodi de Fortín Uno perdió 20.000 pesos en lana.

El jueves 7 de enero el presidente De la Plaza reunió a los ministros de Interior, Marina, y Obras Públicas. Este último se asistió de su subsecretario y del director general de irrigación para analizar los perjuicios por los desbordes fluviales de toda la República.

Serrano navegó a Bahía Blanca pero se varó allí porque no podía compaginar su viaje por los inconvenientes telegráficos. Allí tuvo varias noticias importantes para «su» territorio. El 8 de enero se firmó un decreto para que Río Negro invierta hasta 5000 pesos en la construcción de un camino entre Bariloche y el Km. 404, punta de rieles del F.C. del Estado que marchaba (muy lentamente) hacia el lago Nahuel Huapi. Casabal, el subsecretario de Interior, conferenció telegráficamente con Serrano, quien aprovechó a requerir 3500 pesos para dar de comer a los damnificados, además de 25 carpas a poner en Buena Parada y otras 50 en Bahía Blanca consignadas a su orden. ¿El drama original había sido mitigado?

Curiosidades

En esta misma semana de hace un siglo se informaba desde General Roca que estaba por concluirse la construcción del canal Fernández de Oro.

Al mismo tiempo en Comodoro Rivadavia desembarcaban desde el vapor Chubut numerosos personajes que serían pioneros del lugar, algunos por la importancia de los objetivos que motivaban sus respectivos viajes. Uno de ellos fue el ingeniero Adolfo Fourones enviado por el gobierno nacional para hacer estudios destinados a proveer esa zona de agua potable.

El año 1902 no iba a concluir sin que se vertieran opiniones sobre los resultados del laudo arbitral británico. La Armada chilena se reservaba objeciones sobre las que se explayó, el 12 de diciembre de aquél año, el capitán de fragata Maldonado. El escenario donde vertió sus opiniones basadas en consideraciones de carácter histórico, no era el más apropiado para los aires de paz con que se pretendía oxigenar el conflicto ya laudado: lo hizo a bordo de acorazado O»Higgins en Valparaíso, a un paso de Viña del Mar donde familias argentinas conciliadoras pasarían sus vacaciones.

Al mismo tiempo, acababa de arribar a Santiago de Chile el ministro plenipotenciario de los Estados Unidos -mister Wilson- que se prestó a declaraciones a la prensa. Aseguró que en su país había producido una excelente impresión la finalización del conflicto limítrofe. Agregó que a propósito de esa novedad, una corriente de capitales arribarían a Chile.


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