Domar la barda para tener un techo propio

Miles de familias viven en terrenos irregulares en la capital neuquina. Ingenio casero y mano de obra propia, las claves para construir.

NEUQUÉN

La explosión demográfica que experimentó Neuquén capital en las últimas décadas llevó a miles de familias a vivir literalmente colgados de la barda, a muchos metros de altura y en condiciones deplorables. Hay otros que cortaron los «morros» de arcilla y amuraron sus viviendas sobre cubiertas rellenas con materiales y están los más agraciados, esos que lograron levantar casas dignas en lugares donde sólo había basura y perros huesudos. Todos supieron ganarle a la barda.

El fenómeno que los empujó hacia los pies (o el corazón) de ese monstruo montañoso de arcilla es siempre el mismo: la falta de un terreno para levantar una vivienda familiar.

La génesis de las tomas en la ciudad se remonta a mediados de la década de los 80″, cuando un grupo de vecinos, muchos de ellos chilenos, se instaló en lo que más tarde se bautizaría como Cordón Colón, un barrio que incluso hoy, tres décadas más tarde, muestra casillas de cantonera, cartón, nylon y carencias innumerables. Un sector que quedó a un par de minutos del centro, y a escasísimos metros del glamour que rebota desde el nuevo shopping, levantado contra la barda.

Ahí son cientos los pobladores que cortaron la barda (con máquinas alquiladas, agrupándose) y «subieron» su casa a caballo del morro.

Al final de la calle Antú, en la manzana 16, uno de ellos levantó su casilla de madera casi en la aire. Para asegurarla y que el terreno no ceda, le colocó decenas de cubiertas rellenas con cemento, piedra y vaya a saber qué más. Las ruedas, en su nueva función, también sirven como una gran escalera para llegar hasta la puerta de ingreso, a unos seis metros de la calle, del nivel «normal».

La lluvia, un enemigo

«Lo más peligroso es el agua. Al petróleo no le tenemos miedo». Analia sonríe y abraza a su pequeña de dos años. El frío golpea y la niña camina en medias, sin zapatillas. La muchacha de 19 años se refiere a la cigüeña petrolera que quedó en mitad de Los Hornos, uno de los tantos sectores gestados a partir de la necesidad en el oeste neuquino.

Las camionetas cuatro por cuatro, flamantes y siempre a toda velocidad, generan un fuerte contraste en un lugar donde los chimangos se pelean con los perros por el «botín» de los tachos de basura.

El año pasado, la casilla de Analía fue arrasada por un río de lodo, durante la última gran inundación. Quedó como vestigio una enorme grieta en el terreno de esta muchacha que vive a pasos de la autovía del Norte, y que mira con desamparo hacia la barda: «Sabemos que cuando vuelva a llover mucho, perderemos todo». A ella no la ayudará el boom del petróleo.

Relevamientos desactualizados

De acuerdo al último relevamiento, en tierras municipales existen unas 28 tomas, en las que viven 3926 familias. Sin embargo dentro de esos datos oficiales no figuran las cientos de viviendas precarias que existen en terrenos provinciales o aquellas que la comuna no acepta y no autoriza, como la «4 de Febrero», en Pérez Novella y Néstor Barros, ahí donde sus habitantes piden regularización. «El gobierno municipal prefiere escondernos y atacarnos, antes de darnos ayuda. Somos casi todos hijos de vecinos históricos de esta zona, pero prefieren decir que somos delincuentes», vocifera «Pato» (la delegada) a los vientos.

Las historias de pobreza y desamparo se multiplican, y es casi increíble ver que en lugares como en Toma Norte, sector Loteo Social, hay casas a no menos de 20 metros de altura. Ese sector, justo atrás de la cancha del club Maronese, tiene un aspecto similar al de las favelas brasileñas. Caseríos que buscan el cielo, en lugares donde la planificación es una utopía.

SEBASTIÁN BUSADER

sbusader@rionegro.com.ar


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