Salir del laberinto

Frente a la crisis, el gobierno volvió al discurso no confrontativo. Durante su informe en Diputados, el jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que no respondería agravios ni ofensas ante la lluvia de agravios y ofensas –también hubo críticas– que le destinó el bloque kirchnerista (en ese espacio parecen obsesionados con la genealogía de Peña, por parte de los Braun). En su mensaje en la multitudinaria reunión de gabinete ampliado en el CCK, el presidente Macri apeló a la serenidad y la convicción y pidió, según registraron las crónicas: “A los que agreden, hay que devolverles una sonrisa”. Tampoco tuvieron respuesta los reclamos de la Iglesia por el proyecto por la despenalización del aborto y el más moderado sobre la responsabilidad del Estado ante los más desprotegidos. Es un regreso a las fuentes, un acto reflejo. Está en la naturaleza del Pro, en cierta espiritualidad en los comportamientos presente desde sus orígenes.

Se puede decir que Macri ya había abandonado la confrontación en su discurso del 1º de marzo ante la Asamblea Legislativa. Ese día parecía haber dejado además cualquier vocación de reforma que anclara en la política: fue el discurso de la despenalización del aborto, la igualdad salarial de género y las iniciativas paisajísticas. Fue también el día en que dio por clausurado el recurso de la “herencia recibida”. Aquel mensaje en el Congreso buscaba dejar atrás la traumática aprobación de la ley que modificó a la baja el cálculo de ajuste de las jubilaciones –un proyecto de estándares globales sugerido por técnicos del Fondo Monetario–, que abrió un capítulo de violencia inusitada en las calles. De allí Macri volvió incluso más gradualista.

En sus quince años de carrera política –más de diez de gestión– Mauricio Macri no había tenido que hacer frente a un tipo de crisis como la que vive hoy. Tuvo es cierto episodios difíciles, como el largo escándalo de las escuchas telefónicas en la Ciudad, por el que fue procesado en 2010 (y sobreseído ya en la presidencia) que llevó a la cárcel al primer jefe de la Policía Metropolitana. Las denuncias de episodios de violencia contra gente en situación de calle y el desalojo en el Hospital Borda interesaron a pocos. La inundación en la Ciudad de abril 2013, –lo encontró de vacaciones en Brasil–, fue un hecho menor al lado del desastre que enfrentó Scioli en la Provincia.

Nada de eso se parece a la pérdida de poder relativo que experimentó en los últimos meses, y que se agudizó en la crisis. En enero se produjo un vuelco en la percepción sobre la imagen del presidente y su gestión consolidada después del triunfo en la elección legislativa. Seis de cada diez tienen hoy una opinión negativa para ambas mediciones.

El gobierno aún no sabe bien cuál es la respuesta que debe dar a este desafío que pone en riesgo el proyecto político de presidente. Al parecer, ensaya dos vías simultáneas para salir del laberinto.

La primera consiste en la integración de los aliados de Cambiemos, la concentración de ciertas decisiones en materia económica y la apertura a un diálogo con la oposición para la búsqueda de un acuerdo multisectorial. Son iniciativas forzadas y todavía de alcance impreciso: contradicen las concepciones de Macri sobre el ejercicio del poder, cualquiera sea el ámbito en el que se ejerza. Desde el cambio en la conducción de la UCR, los socios de la coalición ya no escoden sus disidencias con el rumbo de la política económica. La elevación del ministro Dujovne responde a la lógica de la negociación con el FMI. La oposición del peronismo dialoguista además ha recuperado la confianza y, aunque desestima la posibilidad de la unidad, abandonó el fatalismo: ya no cree en la inevitabilidad de la derrota en 2019.

Por otra vía el gobierno busca reconciliarse con su propio electorado, donde han caído las expectativas sobre lo que Macri representa. Es el universo desencantado con los resultados que dejó la opción del gradualismo y que le reclama no haber sincerado la verdadera herencia de Cristina Kirchner. Allí el ajuste en el sector público no solo no es resistido sino que es un reclamo. La gobernadora Vidal ya habilitó el retiro voluntario para la planta de empleados públicos de la provincia de Buenos Aires. El gobierno nacional avanza con el recorte en el gasto. Hay quienes no descartan medidas de impacto.

Nada de eso se parecea la pérdida de poder relativo que Macri experimentó en los últimos meses y que se agudizó en la crisis.

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Nada de eso se parecea la pérdida de poder relativo que Macri experimentó en los últimos meses y que se agudizó en la crisis.

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