Donó uno de sus riñones para que su hermana pueda seguir viviendo
La intervención se realizó en Neuquén y duró seis horas. Los protagonistas fueron dos jóvenes oriundos de Zapala.
NEUQUEN (AN).- Esta es la historia de una conmovedora donación de órganos, en la que uno de sus protagonistas decide entregar un riñón a su hermana para que pueda seguir viviendo. Pero nada de esto es ciencia ficción. Ocurrió aquí, en Neuquén, en la familia Avendaña, unos zapalinos que aman la vida y derrochan esperanza.
A pesar de los miedos que invadían y de muchas preguntas sin respuesta, la historia tuvo un final feliz. Marcelo Eduardo Avendaña, de 23 años, voluntario del Ejército, se repone en el Policlínico Neuquén después de haber sido sometido el sábado último a una prolongada operación, en la que un equipo de médicos trasplantó uno de sus dos riñones a María Elena Avendaña, una joven de 25 años que ahora lleva en su cuerpo mucho más que la sangre de su hermano.
María Elena, que evoluciona favorablemente en una sala especial, ya pasó por un trance similar. La muchacha es una retrasplantada, explicaron ayer los médicos Beatriz Rizzo y Enrique Guerrero, dos integrantes del equipo que realizó la exitosa operación.
En el primer intento de trasplante se utilizó el órgano de un donante cadavérico, pero el riñón no funcionó en el cuerpo de María Elena. Esto ocurrió en 1995 y la joven volvió a las sesiones de diálisis sin perder la esperanza de encontrar un riñón que pueda ser aceptado por su organismo.
La espera fue larga, pero valía la pena: hace apenas 30 días, cuando los médicos le informaron a la familia que el quirófano estaba listo para el trasplante, la llama de la vida volvió a encenderse en la familia Avendaña.
Compatibilidad
Antes de llegar a esta instancia, los especialistas realizaron todos los estudios de histocompatibilidad en el entorno familiar y Marcelo Eduardo, quien ayer fue dado de alta, fue el elegido.
Los Avendaña viven en Zapala. Felipe Alejandro es el padre y trabaja en una empresa minera. Tiene 48 años y es viudo. Con Brígida, su esposa, tuvieron cinco hijos: María Elena, Marcelo Eduardo, Silvia Inés de 27, Rafael Alejandro de 26 y María Eugenia de 17.
La operación se realizó el sábado. Fueron seis fatigosas horas de quirófano. Los dos pacientes ingresaron a la sala a las 7.30 y salieron después de las 13.30.
Ahora que está tranquilo, Felipe reconoce que el sábado y el domingo vivió los dos días más difíciles de su vida. «No se lo deseo a nadie», le dijo ayer a «Río Negro», durante una charla que mantuvo en un pasillo del hospital, donde sigue paso a paso la recuperación de sus hijos.
Los Avendaña tienen fe y la quieren transmitir, porque están convencidos de que frente a la adversidad no hay que dejarse vencer. Felipe reconoce que el miedo al fracaso le dio vuelta una y otra vez por su mente cuando le dijeron que dos de sus hijos estaban listos para ser operados. «Pero ese miedo fue superado cuando llegué a Neuquén. Acá hay muy buenos profesionales. En el policlínico hay mucho sentimiento humano», dice en voz baja.
María Elena sintió los primeros síntomas de que algo no funcionaba correctamente en su cuerpo cuando era una niña. «Eran calambres en el estómago y quejidos constantes», recuerda Felipe.
Los dolores aumentaron, comenzaron las primeras consultas en Zapala hasta que los médicos le aconsejaron a Felipe trasladar a su hija a Neuquén para consultar a otros profesionales. En esta capital, Avendaña consiguió el diagnóstico final: a María Elena los riñones no le funcionaban correctamente.
La familia aprendió a convivir con esta dura realidad, no se derrumbó y transitó el camino de la esperanza. En el medio vivieron momentos duros, sufrieron tropiezos, pero apostaron a la vida y ganaron la pulseada.
María Elena recorrió la ruta que transitan la mayoría de los enfermos de riñón: sesiones de prolongadas diálisis durante nueve años, la búsqueda de un donante, un transplante fallido, amarguras y sufrimiento. Pero los Avendaña hallaron el secreto para sobreponerse: nunca bajaron los brazos.
Los Avendaña, una familia unidad
NEUQUEN (AN)- «Siempre fuimos una familia muy unida, sobre todo desde que enviudé», cuenta Felipe Avendaña, el padre de Marcelo, el donante vivo de riñón, y de María Elena, la receptora del órgano.
Felipe dice que los hermanos «se llevan muy bien», aunque reconoce que cada tanto hacen públicas pequeñas diferencias en el ambiente familiar.
Los motivos son menores, tienen nombre, pero no apellido, y cuatro patas. Son Pili y Malú, las mascotas de los Avendaña. Pili es la perra de María Elena y madre de Malú, la cocker que defiende Marcelo.
«Es que a veces la madre ataca a la hija, o la más chiquita se roba las pantuflas, y ahí vienen las recriminaciones», cuenta Felipe, mientras sonríe recordando esos momentos que «pronto van a volver», dice con fe.
Los hermanos Avendaña son cinco: además de María Elena (25) y de Marcelo (23), están Silvia (27), Rafael (26) y María Eugenia (17). La mayor es secretaria de un estudio contable, el que le sigue trabaja en un radiotaxi y la más chica estudia en la secundaria.
Desde que los hermanos operados estuvieron conscientes en las habitaciones 158 y 159 del Policlínico Neuquén lo único que pidieron fue verse el uno al otro. Acercaron a Marcelo hasta la puerta de la habitación y su hermana pudo observarlo detrás del blíndex de la sala especial en la que se encuentra internada. Hasta ayer se comunicaban por los teléfonos que cada uno tiene al lado de su cama.
El trabajo de un equipo multidisciplinario
NEUQUEN (AN).- Los médicos Beatriz Rizzo y Enrique Guerrero curan a las personas, pero mientras trabajan hacen docencia para que la sociedad comprenda lo que significa donar los órganos.
Los dos profesionales llevan incorporados el mensaje del Incucai, el instituto que coordina las ablaciones en el país. «Donar órganos, es donar vida», repiten mientras dialogan con este diario.
Rizzo y Guerrero formaron parte del equipo que trasplantó el riñón en el cuerpo de María Elena Avendaña.
Pero aclararon que en este tipo de operaciones intervienen muchos profesionales antes y después de la intervención.
Psicólogos, nutricionistas, anestesistas, enfermeros y profesionales de otras disciplinas trabajaron el sábado último en el Policlínico Neuquén para llevar adelante la compleja y exitosa operación.
El primer trasplante
María Elena, la paciente, fue sometida a un trasplante en enero de 1995, pero el riñón «no lo rechazó porque ni siquiera funcionó», aclararon los médicos.
Rizzo y Guerrero dicen que este caso no es común porque se trata de un retrasplante y es el segundo que se practica en Neuquén de hermano a hermano.
Los médicos recuerdan que desde que trabajan juntos hace nueve años, en el Policlínico se realizaron 32 trasplantes con órganos cadavéricos y 6 con donantes vivos.
En este último caso se trata de donaciones de padres a hijos.
Los profesionales sostienen que los donantes vivos son una opción, pero reiteran una premisa fundamental: donar órganos es un acto de amor.
Comentarios