Dos gardenias para ti 24-07-03
Escribí algo. Algo sobre «la reina de la salsa, la guarachera del Oriente, bla bla bla «.
¿Yo? No tengo ni un disco de ella Y de golpe, en mi cabeza la imagen. Compay-Celia Se van en la misma semana. Algunos argentinos los lloran como si fueran cubanos. ¿Cara o ceca?
Me quedé encerrada en casa. Se rompió la cerradura. Un minuto de desesperación. Un cerrajero en Roca, ¿cuánto puede tardar? El plomero se tomó una semana, el carné de la obra social quince.. Busco en la biblioteca. En lugar de un libro, saco al azar un apunte. La fotocopia que salvará mi espera. Empieza el texto con una cita. «Los extremos se tocan. Todas las verdades son sólo medias verdades», Kybaliont.
Compay nos dejó, habano en mano. Celia, «la reina oh reina» duerme en New Jersey, debajo de la tierra del sueño americano.
¿Y Fidel?
Hace siete años más o menos fui a hacerle un reportaje a Azúcar. Ella daba un concierto en Miami (a una cuadra del mar!) No soy particularmente cholula. ¿Será porque empecé trabajando en Revista Caras a los 18 años y me situé en el opuesto del imaginario?
Pero, esa única vez le dije al fotógrafo: ¿me hacés una foto con Celia?
Tengo dos, diapositivas. Una sentadas, yo grabador en mano y otra, abrazadas Ella tiene peluca rubia, lentes con brillantes y vestido plateado.
Yo, camiseta roja y jean. (Una camiseta de algodón que mi amiga Ceci usó por años. A mí me encantaba, se la envidié siempre y ella me la regaló cuando me fui a «América») Me acuerdo que había miles de cubanos anticastristas en la puerta del anfiteatro. Para ellos Celia era el dedo mayor en alto hacia la dictadura. «Volvete a Cuba», se leía en sus carteles.
Compay se quedó. O no pudo irse. Cómo llore con «Buena Vista Club Social»! De principio a fin ¿Qué me pasa con Cuba?
Mi abuela, gallega de nacimiento, vivió unos años en la isla. Siempre contaba que a su primo un tiburón le había comido una pierna A mis hermanitas, mi papá les enseñó una canción que aprendió de ella (mi Lela cómo te extraño a veces), que cantaba en su colegio cubano y que las tres rubias entonan compenetradas sin saber bien de qué hablan: «Cubanos, cristianos, soldados de Jesús, luchemos por la patria y el triunfo de la cruz. Que Cuba redimida conozca la verdad. Que mueran para siempre el odio y la maldad».
Y el sábado, me mandan a inmiscuirme en una noche cubana en Roca.
Superstición, destino, hechos aislados. Como sea todo amerita un ron. Oye chico, ¿por qué tiene tan mal sonido este salón?
La gente baila poseída al ritmo del merengue. Chicas semidesnudas se mueven como si fueran maracas. Ellos, disimulan la vista. Ellas, (nosotras) observamos qué bien dominan su cuerpo los cubanos No hay alcohol suficiente. Alguien pasa con un afiche del Che en la mano.
Hay hambre. ¿No hay en Roca un bar-restaurante, algo abierto esta hora? La única salvación posible es ir a casa a las cinco de la mañana y hacer hamburguesas. Y ver, el capítulo grabado de «The mind of a married man» El va a una oftalmóloga que es «too much» (está bárbara). Se lo comenta a sus compañeros de trabajo. Al otro día, todos aparecen con lentes negros de plástico después de haberse hecho un fondo de ojos.
Ja. La salsa me parece pegajosa. Mi media verdad: prefiero los boleros. «…Pero si un atardecer las gardenias de mi amor se mueren es porque han adivinado que tu amor se ha marchitado porque existe otro querer…»
Nuria Docampo Feijóo
ndocampo@rionegro.com.ar
Escribí algo. Algo sobre "la reina de la salsa, la guarachera del Oriente, bla bla bla ".
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