Dos policías condenados por apremios y vejámenes
Los jueces de la Cámara Tercera los condenaron a tres años en suspenso.
ROCA (AR).- Dos policías que en junio del '99 trabajaban en la comisaría 22 de Cervantes, fueron condenados ayer a tres años de prisión en suspenso por privación ilegítima de la libertad, vejámenes y coacción.
La sentencia fue leída ayer en la Cámara Tercera del Crimen y recayó sobre Ricardo Audilio Garcés y Rubén Orlando Maldonado. En el caso de Garcés es la segunda sentencia en su contra, ya que el 20 de setiembre del '99 fue condenado a dos meses de prisión en suspenso por estafa.
Los condenados tienen, a partir de hoy, un plazo de diez días hábiles para recurrir la sentencia.
Garcés y Maldonado fueron hallados responsables de una serie de golpes, intento de fusilamiento y humillaciones contra dos primos que vivían en Cervantes, y cuyos nombres no se publican porque al momento de ocurrir el hecho eran menores de edad.
Durante el juicio, los denunciantes ratificaron que el 14 de junio del '99 iban con su amigo Alfredo Guevara y fueron demorados por Garcés y Maldonado. A Guevara -el único mayor de edad- lo dejaron detenido en la comisaría por averiguación de antecedentes.
A los dos primos, los obligaron a permanecer en la camioneta policial y los llevaron a unos 50 kilómetros al norte de Cervantes, en plena zona de campo. Ya era la madrugada del 15 de junio de ese año cuando les dieron algunos golpes, les gatillaron sus armas reglamentarias en la cabeza a las víctimas, y luego los hicieron desnudar e intentaron obligarlos a violarse entre ellos, según la acusación.
Ante la resistencia, los jóvenes recibieron más golpes y finalmente los obligaron a contar un chiste «que los haga reir mucho (a los policías) porque estaban enojados». Según los menores, antes de abandonarlos en ese lugar, deliberaron si les quebraban o no una de las piernas.
La versión de los imputados fue totalmente distinta. Reconocieron que detuvieron a los tres jóvenes, pero dijeron que en la vereda de la comisaría «el comisario Hernández les dijo que dejaran libre a los dos primos».
La hora de ingreso de Guevara a la comisaría de Cervantes fue a las 23.30. Sin embargo, según el parte diario de la unidad policial, el comisario Hernández se había retirado a las 21.05 de franco servicio, es decir que no regresaba a la unidad.
También le llamó la atención a los jueces de la Cámara Tercera, que sólo quedara demorado por averiguación de antecedentes Guevara, sabiendo los uniformados que los primos en cuestión tenían entradas a la comisaría.
Con respecto a lo que hicieron después, la versión de los uniformados tampoco coincide. Uno dijo que estuvieron patrullando y que deben haber cargado combustible para continuar. El otro dijo que lo hicieron sin recargar gas oil.
Según los registros de la guardia policial, el móvil en que se desplazaban Garcés y Maldonado, regresó a la comisaría a las 2.30 de la madrugada. Para los camaristas, este horario coincide con el relato de las víctimas, quienes declararon que habían sido abandonados en pleno campo entre las 2 y 3 de la mañana.
Los jóvenes habían declarado que tras los golpes, pasaron la noche en un puesto cercano, cuyo dueño ratificó estos dichos.
«A esta altura del análisis, más que aventurado resultaría un verdadero destino sostener que los damnificados, tras ser liberados en la vereda de la comisaría de Cervantes por disposición del comisario Hernández, caminaran de noche y bajo la lluvia hasta el puesto de Ruiz, distante aproximadamente a 35 kilómetros, se presentaran ante Barrientos Rivas (el puestero) con muestras de dolor y uno de ellos renqueando, haciéndole saber que 'la policía les pegó y los dejó tirados' sólo para incriminar injustamente a los funcionarios judiciales que horas antes los habían demorado y trasladado a la comisaría», concluyeron los magistrados en la sentencia.
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