Dos sistemas de partidos y un tercero de piezas sueltas
Una primera afirmación de alcance descriptiva: el Neuquén político, desde 1983 hasta el presente, fue desarrollando en el doble juego de la coexistencia y competencia regulada de diversos sistemas de partidos. Dos de esos sistemas resultaron permanentes. De los dos uno es predominante y su núcleo es el MPN. El segundo, de carácter subordinado, se ha construido con el peronismo. Y existe un tercero de expresiones políticas variopintas que difícilmente puedan ser llamadas partidarias. De acuerdo a su naturaleza competitiva, los tres sistemas operan simultáneamente en las dos bandas del mundo de la representación política: la provincial y la local. También parecen avanzar a un nivel subregional. Lo cierto es que tanto el sistema emepenista como el peronista se han consolidado en el renglón provincial. En cambio el tercer conjunto, al ser tanto reciente como móvil, procura cierta estabilidad en la competencia de menor rango, aunque algunas de sus piezas parecen proyectarse más alla de esta dimensión.
El primero de los sistemas que cuenta por su carácter dominante es el MPN. Funciona como un sistema político en sí mismo, del mismo modo que un sistema de partidos con un alto nivel de competencia. La sucesión de liderazgos, dirimidos en una arena electoral propia, marca el ritmo del sistema. Ha logrado algo más que meras continuidades dadas por la sucesión ininterrumpida en el gobierno provincial. Hubo claras rupturas que desde nuestro punto de vista marcaron diversos «tiempos». De allí un tiempo inicial, diríamos «histórico», construido por los dos Sapag mayores. Estos consolidaron un doble principado: el de Elías, en su suerte de «canciller», y el de Felipe, gobernando el partido «interior». Hasta 1991, ese gobierno de dos cabezas marcó el primer tiempo de tres décadas.
Con las internas partidarias para definir el sucesor de Pedro Salvatori nació un «tiempo de empate estratégico». Muchos elementos y diversas piezas que se desplegaron en ese interregno se forjaron junto e inmediatamente a las elecciones de 1983. También con la ruptura de aquel principado dual, por motivos no estrictamente políticos pero cuyas implicancias marcaron la época que siguió. Del lejano '83 es la presencia de dos partidos territoriales: el del interior y el de la ciudad capital. Sin duda Sobisch fue la expresión mayor de este último. También del tránsito del movimiento populista hacia la conversión neoconservadora del MPN, aunque éste recién logra consolidarse hacia el 2001.
Poco tiene que ver la crisis nacional de aquel año y sólo marginalmente algunos de sus efectos favorecen abiertamente la emergencia del nuevo tiempo. Entre ellos las pretensiones de divorcio federal con el frustrado proyecto de regionalización del año 2002 y la olvidada campaña presidencialista del 2003. También la actual. Lo cierto es que desde aquellos años el partido neoconservador interior al MPN resulta ganador, procurando la construcción de un nuevo partido exterior, nacional. Y recientemente el sistema de partidos emepenista volvió a ser competitivo con el triunfo de una nueva versión: el centrismo político de Jorge Sapag.
Por otro lado, el sistema de partidos peronista. Este resultó una experiencia abierta y por demás competitiva, aunque no siempre recurriera a internas intrapartidarias. Desde mediados de los noventa ha usado las generales como arena para competir. Lo cierto es que el sistema peronista provincial, aun transitando por la desintegración, logró la supervivencia electoral. Sólo observar los últimos cuadros eleccionarios y el panorama presente con un mínimo de cuatro peronismos en competencia. Uno de ellos dio cuerpo a los partidos «colectores» que siguen a cualquier candidato que ofrezca el MPN al Ejecutivo provincial. Como éstos, se suman otras «agrupaciones» que han seguido un juego de proximidad hacia el MPN ofreciendo candidaturas en su interna y, en poco tiempo, retomando un camino partidario de hipotética confrontación con el alineamiento inicial. Asimismo tenemos el peronismo de la Concertación, de una coalición donde ha sido bien compensado con la candidatura a vice y posiciones expectantes en la nómina de candidatos a legisladores. A pesar de ello es la parte más débil de un armado, que no puede soldar las grietas en su interior. Por último, el peronismo alineado con el ex peronista Raúl Podestá. Este cuarto integrante no ha querido arreglar con la fórmula bendecida desde la Casa Rosada por una mezcla de su sesgo antirradical y las objeciones hacia un candidato que supone sólo de gestión y escaso de convicciones.
Hay un tercer sistema que lleva algo más de una década. En él sus partes no alcanzan el estatus pleno de partido político. Conviene hablar de «expresiones políticas». Estas han privilegiado la arena política municipal, organizada en torno a líderes locales. Varias localidades neuquinas cuentan con este tipo de armado. También aquí pueden observarse dos modelos: el hiperfragmentado de Cutral Co y el de coalicionismo amplio de Chos Malal. Dentro de este sistema tienen cabida partes sueltas de los dos anteriores: emepenista y peronista. Su éxito parece explicarse por adecuarse a la gran transformación de la política de los partidos: su excesiva territorialización. Junto a estos armados de los políticos territoriales se encuentran las piezas reunidas por los políticos «itinerantes» y también de los «políticos toma todo». Si bien estos «tipos» de políticos se los puede hallar por igual en los dos sistemas de partidos del MPN y del peronismo encarnando el «transfuguismo» intra e interpartidario, en el tercer sistema resultan claves para la soldadura de piezas sueltas como también para incrementar el grado de fragmentación de las «expresiones políticas». El tercer componente dentro de este sistema es reciente y nos habla de conversión de cierto movimiento social-gremial en formación electoral. Su realidad debe considerarse «líquida», ya que está marcada por la manera en que resuelva los dilemas de la «autonomía» de la política con respecto al mundo de los movimientos sociales. También aquí se observa la presencia de partidos colectores.
Finalmente, ubicados ya en términos prospectivos y refiriéndonos a un escenario pos 2007, cada sistema enfrenta retos de importancia. El sistema emepenista arriesga las pretensiones de construir un centro alrededor de la figura de Jorge Sapag. Un centro partidario que suponga más institucionalización del Ejecutivo, dé lugar a la deliberación del Legislativo y a la autonomía Judicial. En cambio, el sistema peronista tiene como desafío que la actual y heredada fragmentación no contribuya a otra expresión política en condiciones de formar uno nuevo. En cuanto al tercer sistema, su reto es más difícil de precisar porque incluye problemas de identidad, disponibilidad de recursos y la posible cooperación entre piezas sueltas que han sido gobernadas por los procesos de individuación, mediatización y, paradójicamente, de la antipolítica de la propia política que han puesto en marcha.
GABRIEL RAFART (*)
Especial para «Río Negro»
(*) Profesor de Derecho Político de la UNC
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