Dos testimonios clave en la sentencia

CIPOLLETTI (AC).- El Tribunal consideró que tanto la menor que dijo haber sido testigo directa de la agresión, como el peón fallecido Rafael Huirimán Lloncón, «en lo sustancial fueron creíbles». Utilizaron sus dichos en varios tramos del fallo. «Son los dos únicos que formularon manifestaciones concretamente referidas, si bien en forma parcial, a la ejecución de los hechos», expresaron.

Los jueces consideraron que «existen significativas coincidencias» entre ambos testigos: el horario aproximado del secuestro, zona aproximada donde habría ocurrido, la dirección que llevaban las víctimas, la calle y el lado de la calle donde caminaban, cantidad de vehículos en el que se movilizaban los autores, la dirección que llevaban los vehículos, la cantidad de autores, y la forma de subir a las víctimas con violencia.

«Aceptable explicación»

«Puede ser que ambos testigos hayan incurrido en errores de apreciación o hayan recordado defectuosamente lo ocurrido, pero la conjugación de los dichos de la menor y de Huirimán Lloncón proporciona una aceptable explicación sobre este tramo del evento», indicaron en el fallo.

Con respecto al peón rural Hurimán Lloncón, dijeron:

«En lo sustancial es creíble, pese a la existencia de contradicciones y puntos oscuros, que bien pueden obedecer a sus particulares condiciones de apreciación: Que el acontecimiento fue rápido e imprevisto, él no estaba muy cerca, ya estaba oscureciendo, era un hombre de escasa formación cultural y precaria situación socio-económica, dijo que no veía televisión ni veía diarios, seguramente no conocía de automóviles, y para colmo, probablemente esa tarde estaba ebrio».

«Es razonable el horario que marcó del secuestro: alrededor de las 20».

«Dijo ante el juez de instrucción que los autores del secuestro se movilizaban en dos vehículos: un Duna blanco en el que vio a dos personas y un Taunus verde, en el que vio a cuatro sujetos».

También el testimonio de la menor fue revalorizado para reconstruir lo sucedido el 9 de noviembre de 1997.

«Creemos que la menor dijo la verdad cuando expresó que fue testigo presencial de la parte inicial de los sucesos y que luego huyó atemorizada cuando observó el giro que tomaban los acontecimientos al incrementar los autores el nivel de las agresiones contra las víctimas».

«Aunque parezca paradójico, precisamente las variaciones de su relato conducen a descartar que se trate de una testigo inducida para perjudicar a determinadas personas, amén de que no fue traída al proceso por ninguno de los investigadores».

«Dijo que esa tarde habían salido de la casa de Mercedes alrededor de las 19, 15 o 19,20 en dos vehículos, que pasaron por la casa de «La Gorda» Molina, y que luego, cuando iban por la calle San Luis en dirección a Ferri vieron a las tres chicas que caminaban en sentido contrario, por el lado oriental de esa calle, que sus acompañantes interceptaron a esas chicas, subiéndolas con violencia, tomándolas del cabello. Indicó el lugar del secuestro a poco más de 300 metros de la intersección con Avenida de Circunvalación».

«El temor que manifestó esta menor, que en ese entonces tenía 13 años y estaba inmersa en un medio socioambiental de riesgo (ejercía la prostitución), era verdaderamente genuino».

«Es creíble y lógico que, como ella dijo, haya sido amenazada de muerte para que no hablara».


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