Dramático testimonio del único fugado de “La Escuelita”

Fue secuestrado, interrogado y torturado durante 10 horas, hasta que logró fugarse, el 25 de agosto de 1976.

NEUQUÉN (AN).- Hugo Inostroza Arroyo detalló ayer su fuga de la sala de torturas el 25 de agosto de 1976, un episodio que fue destacado por sobrevivientes y ex conscriptos del Batallón 181 tanto en el primer juicio como en las audiencias que hoy se llevan a cabo en Amuc por los delitos cometidos durante la dictadura. “Estaba convencido de que me iban a matar, el interrogatorio era de exterminio”, dijo el sobreviviente desde la embajada en Madrid, donde realizó su declaración por videoteleconferencia. Inostroza dijo que en 1976 adhería al PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo) y junto a otros obreros, querían conformar la “agrupación combativa de la construcción”, para disputar la conducción. De los imputados sólo Laurella Crippa, desde Bahía Blanca, siguió la audiencia. La sala del juicio estuvo colmada y con una notoria presencia de estudiantes entre el público. Inostroza explicó que vivía en Plottier en 1976 con su esposa e hijos cuando fue secuestrado por un grupo de tareas y llevado al “galpón de chapa”, donde eran interrogados con picana eléctrica en un catre de metal. Dijo que la captura ocurrió pasadas las 10 y desde entonces sufrió golpes y descargas eléctricas por horas. “Hubo momentos en los que creí perder el conocimiento, y otros en los que me pareció escuchar una voz de mujer que pedía que la mataran. Mi cabeza era un infierno”, añadió. Durante el relato, recordó la presencia de un médico, quien alertaba “pará la mano: se te va” “Sentía muchos golpes en la cabeza, el cuerpo se arqueaba como una banana, luego ya no sentía nada de tanto golpe y picana”, dijo. En el catre al que estaba atado, hubo un momento en el que le cambiaron la posición de las manos, se hizo un silencio y le colocaron las esposas detrás de la cabeza. Fue entonces que buscó una postura para ahorcarse. “Hice tanta fuerza que una de las esposas se me zafó; entonces me saqué la venda de los ojos, los cables que tenía por todo el cuerpo; vi la puerta y salí corriendo”, dijo. Afuera era ya de noche y cuando un guardia dio aviso de su escape, ya había llegado hasta una alameda. “Sentí como una molestia en una pierna y seguí corriendo. A los 100 metros me encontré con un soldado que se quedó parado, me miró y no tiró; entonces seguí corriendo, crucé un cerco y una laguna. Llegué a la casa de una gente que me dio ropa, una botella de agua y seguí al río, donde me lavé porque estaba todo ensangrentado. En la pierna derecha tuve un roce de bala, y me quedé en la casa de unos compañeros que me tuvieron 3 ó 4 días, hasta que se acercaba el rastrillaje”, describió. La huida continuó hacia Bariloche, luego Viedma y Medanitos -Buenos Aires-, donde se reunió con su familia y logró ayuda económica del Amnesty y Acnur para llegar hasta Brasil y asilarse en la embajada de Suecia.

Leonardo Petricio


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