Duhalde: «Estamos en un proceso que lentamente va hacia una anarquía»

"La sociedad está esperando menos crispación", dijo. Alentó un pacto amplio y solidario entre los partidos. (Por Carlos Torrengo y Arnaldo Paganetti)

-En el primer tomo de sus «Memorias del incendio», o sea el que habla de sus primeros 120 días en la presidencia…

-…debo el segundo, lo estamos terminando.

-En ese tomo, en varios tramos reflexiona sobre la obligación de la clase dirigente de debatir ideas, renovarlas, etcétera. Pero también deja traslucir la pereza existente para manejar este tema…

-Sigue sucediendo hoy…

-¿A qué acredita esa inercia?

-Posiblemente una explicación o parte de ella esté en algo que yo detecto reflexionando sobre mi propia experiencia en la política. En el 73 yo soy elegido concejal en Lomas de Zamora y a los seis meses soy intendente porque renuncia el titular de la comuna. En aquel tiempo de la política, el 80% de los que militaban y llegaban a cargos electivos, cualquiera fuera el partido, estaba en política por razones de prestar un servicio, ocuparnos de los problemas, mejorar la situación. Hoy tengo la impresión de que el 70% de los que están en política y luchan por un cargo lo hace sin vocación de prestar ese servicio: están en política para salvarse, para lograr prestigio, es decir: para mejorar su situación personal. En este marco, no importa la idea, el debate de ideas, pensar cómo solucionar los problemas.

-¿Qué expresa esa inversión de la carga de interés en la política?

-Una degradación ética formidable en la dirigencia en un marco general de degradación de la conducta, los valores del conjunto de la sociedad, donde vale todo.

-¿Cómo se sale?

-Por lo pronto sé que no se sale automáticamente, como muchos creen, con la mera recuperación del crecimiento económico. Se sale con políticas de Estado forjadas en acuerdos amplios, solidarios, que comprometan a todos los factores de poder. No es un tema fácil. En el fondo requiere trabajar en dirección de renovar la idea de un destino común para todos. Yo creo que la sociedad está esperando de la política menos crispación, mejor trato, no meterle más vértigo.

-Vuelvo a sus memorias y, sin querer comparar escenarios, «vértigo» es la palabra que usted usa para reflexionar críticamente el estilo que Adolfo Rodríguez Saá le inyecta a su breve presidencia en los rabiosos días del diciembre del 2001…

-Sí y ahí digo que la sociedad quería otra cosa. Quería que la palmearan, la calmaran, la comprendieran, que la ayudaran a salir de la anarquía a la que nos habíamos deslizado. En alguna medida, con aciertos y errores, con esa idea llegué yo al gobierno.

-En relación con políticas de Estado, crece la convicción, al menos en algunas franjas de la política, de forjar un pacto. Algunos recuerdan el Pacto de la Moncloa, que organizó las coincidencias para poner en marcha la transición en España; aquí Rodolfo Terragno habla de un Pacto del Bicentenario…

-Esa idea salió de aquí…

-Bueno, bueno, pero el tema da vueltas. ¿Qué cree que debería tener de liminar un pacto de esa naturaleza?

-Cuando reflexiono sobre este tema siempre me ratifico en un convencimiento: no es el detalle en sí mismo lo puntual, lo que importa en un pacto de esa naturaleza. Sí lo es el paradigma que plantea ese pacto, su proyección. En el fondo, con el Pacto de la Moncloa lo que España decidió fue que no hubiera más posibilidad de creer que África comenzaba en los Pirineos, es decir, decidió si se quedaba en África o se metía en Europa. Y decidieron esto: meterse en la modernidad. Y en esos términos tenemos que reflexionar los argentinos: ¿entramos al siglo XXI o nos quedamos enredados en el XX?

-Ésa es la pregunta del millón, pero ¿cómo se sale de esa historia en el marco de degradación social, ética y de fractura social que vive el país?

-Por lo pronto, hay que ratificarse en la necesidad de salir, porque si ese marco es lo permanente de cara al futuro, bueno, entonces no tenemos destino como país. ¿Qué hay que hacer? Es la política la que debe dar el primer paso. Acordar entre todas las fuerzas políticas, con firma de sus conducciones y de sus próximos legisladores nacionales, un puñado de políticas de Estado a cumplir, un compromiso ético de cumplir lo pactado. Y si la sociedad percibe que ese compromiso se cumple, la sociedad respaldará. Pero aclaro: no hablo de un pacto para un período presidencial; hablo de un compromiso que cimiente el largo plazo. Miren, si se asumen compromisos y se cumplen, Argentina es el país de Latinoamérica más fácil de gobernar.

-¿Hay partidos para eso?

-Sí, hay que vigorizarlos.

-¿Cómo lo está ayudando a Cobos para que sea el candidato radical para el 2011?

-Soy amigo de todos los radicales.

-Póngale un poco más de generosidad a la respuesta.

-No me quiero meter con temas de ellos porque armo lío.

-Sí, pero que le puso fuego a esa interna le puso.

-No, lo que pasó en algún momento es que me venían a ver radicales. Yo les decía: «Vamos, déjense de joder, arreglen con Cobos y larguen». Es muy buen candidato y con él pueden hacer una muy buena elección.

-¿Dónde instala al radicalismo-peronismo desde lo ideológico?

-Los dos con muchos parecidos. Tienen sus izquierdas, sus centros, sus derechas. Los radicales han tomado mucho del tema de la justicia social, que es muy propio del peronismo, y nosotros no hemos tomado mucho, es cierto, de lo que para el radicalismo es la calidad institucional.

-Siguiendo su razonamiento: ¿dónde está el ala «laborista»?

-Bueno, es obvio que está en el peronismo.

-Hablemos de los problemas que suele generar la corporación gremial y que suelen afectar la gobernabilidad cuando no está el peronismo en el poder o a veces incluso con él en el poder. ¿Cómo pactar con una corporación que no ha reformulado usos y costumbres de ejercicio del poder?

-El gremialismo peronista tiene que sufrir un proceso de democratización como sucedió con el ala política del peronismo. Todos los planos del peronismo deben adecuarse a lo nuevo, y hoy lo nuevo está en que la calidad institucional hace la diferencia en el manejo del Estado de derecho.

-¿Pero cómo se pone en caja al gremialismo? ¿Es tarea excluyente del peronismo? Alfonsín lo intentó mediante ley y fracasó.

-Es una cuestión que no se modifica con leyes. Conozco bien el movimiento sindical peronista incluso porque llegué a la política desde el sindicalismo. Este conocimiento me avala para estar convencido de dos cuestiones: una, dentro del gremialismo peronista hay muchas fuerzas que buscan la renovación de la dirigencia. Vienen de abajo y pelean y pelean; hay que alentarlas. Dos, la democratización debe formar parte del acuerdo, del pacto destinado a forjar ese núcleo de acuerdos de políticas de Estado del que hablamos.

-Hoy está resurgiendo un sindicalismo de corte clasista. ¿Qué opinión le merece?

-Siempre lo hubo, hoy simplemente está más activo, especialmente en estas semanas. Lo que pasa que todo esto se da en el marco de un país con un gobierno que marcha lentamente caminando hacia un estado preanárquico. Con sólo pensar que porque juega la selección se deja pasar gente rumbo a Uruguay por un paso fronterizo, que la presidenta se enoje porque se corten rutas cuando en Gualeguaychú está cortada por el gobierno, porque es Prefectura la que corta el paso, da vergüenza. Estamos en un proceso que va hacia una anarquía donde cada uno hace lo que quiere. Estamos en curso de un proceso de degradación de conductas muy grande, cosa que ha dejado de estar invisible a los ojos de muchos y cosas que yo preveía en el 87, cuando alenté un proyecto de ley de ética que bueno, quedó en la historia…

-Nos olvidábamos… ¿va a ser candidato?

-No sé, no es tiempo de decisiones…

-¿Con Cobos enfrente?

-No me metan en embrollos.

 


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