Duros discursos reivindicatorios en funeral de Pinochet

Parientes, amigos y seguidores reivindicaron la figura y la obra del fallecido ex dictador Augusto Pinochet, se registraron hoy en la misa fúnebre que se celebró en la Escuela Militar de Santiago.

Santiago (dpa) – Fuertes discursos políticos, en que parientes, amigos y seguidores reivindicaron la figura y la obra del fallecido ex dictador Augusto Pinochet, se registraron hoy en la misa fúnebre que se celebró en la Escuela Militar de Santiago.

La primera en hablar fue una de las nietas del militar en retiro, María José Martínez Pinochet, quien agradeció la presencia de la multitud que asistió al evento. «Confiamos (en) que con tu partida y nuestro dolor se calmen las pasiones. Pero ten certeza que, cualquiera sea la circunstancia, llevar tu apellido siempre será nuestro mayor orgullo», dijo.

Fuera del protocolo fijado por el Ejército también hizo uso de la palabra otro de los nietos, Rodrigo García Pinochet, quien siendo un niño estuvo junto a Pinochet cuando en 1986 sufrió un atentado a manos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el brazo del Partido Comunista. «Viste crecer a tu famlia, al igual que a tu querido Chile. En este triste día, abuelo, no estamos solos. Miles de personas están junto a nosotros para despedirte. Nosotros, chilenos todos, somos tu legado y vivimos en un nuevo Chile, el Chile que deseabas para nosotros. Por eso, como tu lo dirías: ¡Viva Chile!», expresó.

También tomó el micrófono otro de los nietos, Augusto Pinochet Molina, capitán de Ejército, quien olvidó la prescindencia política promovida por los últimos comandantes en jefe de la rama, y lanzó elogios al golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Afirmó que su abuelo fue un «ejemplo de soldado, patriota, leal a su país y a la historia», que dejó todo de lado por el bien de Chile y fue capaz de derrocar al marxismo, según aseveró. Agregó que Pinochet fue uno de los líderes más prominentes de su época a nivel mundial», lo que le valió una ovación de los presentes. Afirmó también que uno de los mayores méritos de su abuelo fue haber derrotado «en plena Guerra Fría al modelo marxista, que pretendía imponer su modelo totalitario, no mediante el voto, sino derechamente por el medio armado».

El anfitrión, el jefe del Ejército, general Oscar Izurieta, escuchaba sus palabras con evidente nerviosismo, cerraba los ojos y se pasaba la mano por la frente. La ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, en tanto, seguía el discurso con rostro inexpresivo. La hija mayor del ex gobernante de facto, Lucía Pinochet, también habló. Dijo que su progenitor fue un hombre ejemplar y culpó a la prensa internacional de la mala imagen que tiene en el mundo. Agregó que ahora no podrán entender cómo miles de personas llegaron a demostrar su cariño y agradecimiento.

También reivindicó el derrocamiento del presidente Salvador Allende. «Sé que para usted sería el mejor regalo ver a su pueblo reunido, vitoréandolo, gritando su nombre y manteniendo viva la llama de la libertad que un día de septiembre de 1973 sembró en nuestro país para siempre», aseveró. «Son otros los llamados a resaltar su obra como gobernante y estadista. Para su familia y sus buenos amigos, nunca dejarás de ser por siempre un hombre ejemplar, que lo dio todo por su Ejército y por su patria», sentenció.

Finalmente fue el turno del general Izurieta, quien nunca mencionó a Pinochet como ex presidente sino como ex jefe del Ejército. Su discurso se ajustó al protocolo y más bien recordó la trayectoria militar de Pinochet. Sin embargo, debió referirse a cuando -como general- Pinochet tomó el poder. «La decisión más difícil de la vida de soldado del general Pinochet fue su determinación para, con la Armada, la Fuerza Aérea y Carabineros, asumir las responsabilidades superiores de conducción del Estado ante la gravísima crisis institucional que vivía el país», dijo, y sólo en ese momento sacó tibios aplausos. «No me corresponde evaluar aquí al gobierno militar, tampoco es mi propósito efectuar un detallado relato de las condiciones que enfrentó (Pinochet) para decidir obrar en el sentido en que lo hizo», manifestó. En todo caso, destacó que Pinochet «murió sin haberse sustraído jamás a los tribunales de justicia, de acuerdo al estado de derecho que rige en el país».

Tras estas intervenciones, Izurieta entregó la bandera que cubría el ataúd a la viuda, Lucía Hiriart. Posteriormente, su cuerpo fue llevado a otro salón del recinto para recibir los últimos honores militares. A continuación, sus restos fueron llevados en un helicóptero a un cementerio de la localidad de Concón (Valparaíso), donde serán cremados en una ceremonia privada. Hubo coincidencia en que lo que debió ser un típico homenaje institucional adquirió un fuerte matiz político, tanto por los discursos que hubo como por la presencia de los jefes militares de todas las ramas armadas así como del Cuerpo de Granaderos, la exclusiva escolta de los presidentes de la República.


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