Ecuador va cuesta abajo

ANDRÉS OPPENHEIMER (*)

El presidente populista ecuatoriano Rafael Correa ha generado grandes titulares con su decisión de expulsar a la embajadora de Estados Unidos de su país. Pero esta medida constituye uno de los episodios menos preocupantes de todo lo que está ocurriendo en Ecuador. Correa, quien siguiendo el guión del presidente venezolano Hugo Chávez está reescribiendo constantemente las leyes de su país para acumular poderes absolutos, está a punto de celebrar una nueva “consulta popular” el 7 de mayo. Esta vez su objetivo, no tan disimulado, es reducir aún más la libertad de prensa en su país y eliminar cualquier forma de crítica contra el gobierno. La expulsión de la embajadora y el referéndum son dos temas que posiblemente estén relacionados. Mientras algunos ecuatorianos bien informados me dicen que Correa es un líder errático que actúa por impulsos, otros consideran que la muy publicitada expulsión de la embajadora Heather Hodges es una maniobra de populismo barato del presidente destinada a aparecer como un defensor de la soberanía nacional y subir en las encuestas antes del referéndum. El gobierno le pidió a Hodges el martes que abandonara el país por haber firmado en el 2009 un cable confidencial, que fue publicado un día antes por el periódico español “El País”, donde la embajadora afirmaba que la corrupción en las filas de la policía ecuatoriana es “generalizada”, algo que pocos ecuatorianos negarían. Además, Hodges escribió que “algunos funcionarios de la embajada de EE. UU.” creen que Correa estaba al tanto de las actividades corruptas de un ex jefe de policía en el momento en que lo designó. El hermano del jefe del Estado, Fabricio Correa, que se distanció de él después de que la prensa revelara sus lucrativos contratos con el actual gobierno, me dijo en una entrevista telefónica que aunque el presidente es “un hombre muy colérico”, la decisión de expulsar a Hodges probablemente provino del ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo Patiño, a quien describió como “totalmente antiyanqui”. Y agregó: “El presidente está en campaña y probablemente tuvo que montar esto para no mostrarse débil”. Joyce de Ginatta, periodista y líder empresarial, cree que es más probable que la decisión del presidente haya tenido motivaciones políticas. “En el corto plazo, esto le ayudará en el referéndum del 7 de mayo, porque pegarle a Estados Unidos siempre da votos”, me señaló. El referéndum propuesto por Correa contiene 10 preguntas, algunas de las cuales son trampas obvias para atraer a la gente a las urnas y lograr que voten a favor del paquete completo. Una de las preguntas “anzuelo” dice: “Con la finalidad de evitar la muerte de un animal por simple diversión, ¿está usted de acuerdo en prohibir…los espectáculos públicos donde se mate animales?” Más abajo se encuentran las preguntas más preocupantes, como la que plantea si “con la finalidad de evitar los excesos de los medios de comunicación, ¿está usted de acuerdo en que se dicte una ley de comunicación?” La pregunta propone explícitamente un “consejo regulador” para controlar los contenidos de la televisión, la radio y los medios impresos. Todo esto se produce en medio de una ofensiva total del gobierno de Correa contra los pocos medios independientes que quedan en Ecuador. El presidente ha entablado una demanda de u$s 80 millones contra el editor de las páginas de opinión del diario “El Universo”, Emilio Palacio y contra los dueños del periódico, supuestamente por haberlo difamado. También entabló otra demanda de u$s 10 millones contra Juan Carlos Calderón y Christian Zurita, dos periodistas que escribieron un libro sobre los contratos de Fabricio Correa con el gobierno de su hermano. Además, el Estado ha empezado a interrumpir los noticieros televisivos, ha forzado cambios en las grandes cadenas de televisión y ha intimidado a casi todos los otros medios electrónicos para que se autocensuren. “Al que dice algo de su gobierno, lo aplastan”, me dijo Palacio, el editor de opinión del diario “El Universo”. “Si Correa gana el referéndum, todos los medios serán silenciados. Vamos a tener un órgano regulador que va a decidir qué podemos escribir”. Mi opinión: no me preocupa demasiado la expulsión de la embajadora de Estados Unidos. Correa tiene una historia de tomar decisiones impulsivas y luego dar marcha atrás. En el 2008, el presidente expulsó al embajador de Colombia y a los dos años volvió a normalizar las relaciones con ese país. También obligó a salir de Ecuador a la gigantesca empresa constructora brasileña Odebrecht, para después silenciosamente volver a recibirla. La expulsión de la embajadora estadounidense no será diferente. Lo que resulta mucho más preocupante es el plan de Correa de convertir a Ecuador en un país autoritario sin un sistema de pesos y contrapesos. Eso sólo servirá para aumentar la corrupción, ahuyentar la inversión y crear más pobreza. (*) Analista internacional


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