Efectos a largo plazo

Los términos y categorías económicos poco importan a una amplia franja de la sociedad argentina, que apenas pone atención cuando se habla de trabajo o cuando la suba del dólar afecta la vida cotidiana.

Por eso tal vez este paso de país de frontera a mercado emergente no tiene demasiado significado para la economía doméstica y sí lo podría tener para la macro en el futuro. Tanto que pone a la Argentina a la par de economías como las de China, Brasil, Colombia o Rusia.

Es más bien teórico el cambio al menos en el corto y mediano plazo, porque por aquí las cosas siguen siendo complicadas y los síntomas de mejoría se ven con cuentagotas. Recibir ayuda del FMI, proyectada en el tiempo, no es más que un gran interrogante.

En lo cotidiano importan cosas menores, que se prolongan en el tiempo más allá de los cambios de gobierno.

Al final del camino la historia se repite porque vivimos lidiando con la inflación, el dólar y el desempleo. Si nos fijamos en la vida democrática de la Argentina, por esos parámetros pasan las preocupaciones que parecen eternas.

Y en ese escenario se instala lo del desempleo que se sitúa en el 9,1% para el primer trimestre. Es más alto que el del trimestre anterior, pero en el cálculo interanual es levemente más bajo, por apenas una décima.

Pero hay un dato que también mete miedo y es el que habla del empleo informal, es decir los trabajadores que se desempeñan en distintos rubros, pero que no están registrados, por lo tanto no tienen obra social, ni aportes, y para quienes el futuro previsional es un problema, como lo es también para el Estado, que de un modo u otro deberá asistirlos.

Con el empleo informal a duras penas se come, tal vez se mande a los chicos a la escuela primaria y con suerte se atienden las necesidades primarias de la salud. Pero no mucho más que eso, siempre contando la suerte de su lado.

Los desocupados en el país se multiplican por miles y, aunque el índice muestre una leve caída, es preocupante que suba la subocupación. El subocupado es el eslabón más débil de la cadena antes de caer en el desempleo. No puede reclamar, no puede pedir obra social, no tiene gremio y menos aún puede siquiera intuir qué será de su futuro si no consigue entrar en el circuito del empleo en blanco. Al llegar a la edad jubilatoria posiblemente consiga una ayuda del Estado que será básica y cerrará su vida laboral con tanta precariedad como la que tuvo toda su vida.

El mapa del empleo informal muestra un incremento en el primer trimestre, porque en el último año pasó del 33,3% al 33,9 en el interior del país, mientras en la Capital Federal y Gran Buenos Aires las cifras se mantuvieron estables.

Esta es la precariedad que se ve a diario, y por eso si el FMI asiste al país o no, no tendrá efectos inmediatos en todos esos argentinos que caminan por la delgada línea.

El indicador más alto de asalariados sin descuento jubilatorio correspondió al Noroeste argentino (NOA), con 42,1% y un incremento con relación al 40,7% del año pasado. Tucumán tiene el 46,3%, el nivel más alto de todo el país.

El informal no tiene aportes previsionales, gana menos, no tiene cobertura de salud, no cobra aguinaldo, no tiene vacaciones y carece de otros derechos laborales y sociales.

En grandes ciudades, el empleo en negro aumentó del 27 al 28,6% en Santa Fe, del 34,6 al 37,5% en Córdoba y en Mendoza del 34,6 al 38,7%.

En la región Cuyo aparece San Luis con un 41% de empleo no registrado. En el NOA, además de Tucumán (46,3%), se destacan con tasas altas mayores al 40% Santiago del Estero (43,7%) y Salta (43,4%).

La Patagonia tiene dentro del interior del país los registros más bajos de empleo en negro, con cifras estables en relación al año pasado.

En este contexto, que Argentina entre en el concierto internacional y tenga mejor calificación no se traducirá por ahora en más bienestar para esta amplia franja de trabajadores ni en más oportunidades laborales. Eso, si no hay sobresaltos, será más lejano.

Editorial


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