Futuro hipotecado

La difusión del informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica confirmó lo que ya se veía en otros indicadores: producto de la crisis económica, hubo un fuerte aumento en la pobreza en el país, que llegó al 33%, cinco puntos más en menos de un año. Quienes más la sufren son los niños y adolescentes, ya que la pobreza llega a afectar a uno de cada dos menores de 17 años.

La situación deja muy mal parado al presidente Mauricio Macri, quien durante su campaña electoral había prometido avanzar hacia la “pobreza cero” y, aún cuando al poco tiempo de gestión se hizo evidente que su concreción era imposible, insistió en que un avance en esta área debería servir de criterio para evaluar su gobierno: “Si cuando finalice mi mandato no bajó la pobreza, habré fracasado”, señaló el año pasado, cuando un repunte económico había indicado una mejora temporal en la situación. Sin embargo, la crisis cambiaria que provocó una devaluación de más del 50% del valor del peso, el aceleramiento de la inflación y la recesión económica sepultaron los efectos del “veranito económico” de principios de año.

Según el reporte de la UCA, en el último año 2,1 millones de argentinos cayeron en la pobreza, sumando 13,6 millones de argentinos en esta situación mientras que el 6,1% se encuentra en la indigencia, los índices más altos de los últimos diez años. Al mismo tiempo, una reciente investigación de Unicef, la oficina de la ONU dedicada a la situación de la infancia, señaló que el 48% de los niños de nuestro país vive en la pobreza y la mitad muestra “severas privaciones” de derechos fundamentales como vivir cerca de un basural, habitar zonas inundables o padecer problemas de acceso al agua potable. La mayoría (52%) vive en hogares monoparentales, a cargo de una sola persona, en su gran mayoría mujeres sin acceso al empleo formal.

Los economistas coinciden en que el mercado laboral está pasando su peor momento: con una inflación que este año se estima en un 48%, los salarios formales sólo habrán mejorado, en promedio, un 24%. A la caída del salario real más importante desde el 2002 se suman la destrucción de empleos en los sectores público y privado. En los sectores cuentapropistas y en la economía informal la situación es peor. El gobierno confía en que una reactivación económica a principios del 2019 le permitiría mejorar la situación. Pero el director del informe de la UCA matizó ayer que eso dependería del crecimiento, que produzca un aumento del empleo, que los salarios suban por encima de una inflación en baja y un tipo de cambio estable y, sobre todo, que no haya nuevas “tormentas económicas” que echen por tierra los progresos. Al mismo tiempo advirtió que una mejora del clima económico no alcanzará para resolver “la pobreza estructural”, que se mantiene por encima del 20% desde hace al menos tres décadas, con picos de hasta el 50% tras el 2001.

A eso se agrega la “infantilización” de la pobreza marginalidad, que genera una compleja hipoteca social para el futuro del país. Casi la mitad de los futuros adultos argentinos crecerá con problemas de nutrición, mala salud, escaso acceso a la educación y limitadas capacidades laborales.

Está claro que en el último año del periodo de gobierno de Cambiemos poco se podrá avanzar al respecto. Pero más de 30 años de elevados índices de pobreza no son un fracaso sólo del actual gobierno sino de la clase política en general, que debiera tratar de llegar a consensos básicos para revertir la situación. Como señalan los expertos, un crecimiento sostenido, con baja inflación y estabilidad, es sólo el comienzo. Se necesitan políticas de Estado: una reforma impositiva y previsional que alivie a la producción, una mejora del mercado laboral que combata la informalidad e incentive el empleo, en especial entre aquellos con menor calificación y experiencia, una mayor efectividad de la asistencia social a las familias, evitando desvíos y despilfarros y un mayor acceso a educación de calidad, que son los principales mecanismos para que el bienestar económico llegue a los sectores más relegados.

Editorial


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