Educar en economía, el próximo desafío
En los años noventa la Argentina experimentó el gobierno de la economía. Los tecnócratas pasaron a ocupar un rol central en nuestra vida diaria. La era neoliberal impuso que todo estaba subordinado a la economía y ésta a interpretar los designios del mercado, es decir, a los monopolios que lo controlan.
Pero paradójicamente –o porque sólo así se podía llevar adelante este proceso– el ciudadano argentino no experimentó un desarrollo en sus conocimientos económicos ni sobre el mundo financiero. Y es que el aprovechamiento de las ventajas de esos conocimientos fue exclusivo para la cúpula gobernante, empresarios, consultores y comunicadores que, cual gurúes, pronosticaban nuestra suerte.
La economía es una ciencia social. La percepción generalizada de que se trata de una ciencia exacta desvirtúa su comprensión integral, sus alcances cotidianos, e incluso desacopla la comprensión técnica de los eventos de las finanzas domésticas.
Se sabe que la educación es uno de los pilares fundamentales de la vida de los seres humanos ya que democratiza el conocimiento, otorga herramientas para el desarrollo personal y, fundamentalmente, es emancipadora.
Pero el analfabetismo económico es histórico en nuestro país pese a que el argentino ha desarrollado un instinto que lo ayuda –a veces– a sobrevivir debido a las reiteradas crisis.
Esto queda reflejado en las evaluaciones de conocimientos que realizan distintos organismos internacionales como las Naciones Unidas y el Banco Mundial, en las que los argentinos obtenemos puntuaciones por debajo del promedio mundial.
Sin embargo, en lo que Argentina obtiene un puntaje muy superior es en conocimientos sobre los fenómenos inflacionarios. Lógicamente, la sobrada experiencia que tenemos en este tipo de crisis económicas se ve reflejada en estos indicadores. En contraste, en la Encuesta Global de Educación Financiera patrocinada por Standard & Poor’s, una de las calificadoras financieras más importantes del mundo, sólo el 28% de los argentinos consultados aprobó.
La educación financiera, desde luego, no es sólo preocupación de los grandes capitales ni de los países más desarrollados del mundo, es un interés que atraviesa universidades, fundaciones y partidos políticos en todo el mundo. Y es, por lo tanto, el nuevo desafío de los sistemas públicos educativos.
Actualmente, a partir de los programas de asignación universal por hijo y la ampliación de beneficios jubilatorios, se instrumentó y se masificó el uso de cajas de ahorro y tarjetas de débito para el cobro de transferencias, por lo cual el acceso a los instrumentos financieros hoy podemos pensar que es de carácter universal.
Cada vez más personas contarán con una caja de ahorro y tarjeta de crédito o accederán al pago electrónico de sus consumos. El mayor acceso a la tecnología financiera genera la necesidad de educar a nuestros ciudadanos sobre los usos más convenientes del ahorro y el crédito bajo el objetivo de poder aprovechar oportunidades, pero, fundamentalmente, para conocer el alcance y las consecuencias de nuestras decisiones financieras.
Muchas veces, la falta de conocimiento en la materia hace que los hogares tengan altos costos de financiamiento de sus necesidades y estrategias de inversión mal planificadas con escaso retorno o excesivo riesgo.
Hoy, en un mundo globalizado y capitalista, es fundamental que las nuevas generaciones se amiguen con la educación financiera y tengan herramientas para poder tomar decisiones diarias. Los pueblos deben tener acceso a la educación económica, saber cómo se determina y cómo cambia el valor de los recursos que tienen los ciudadanos, cómo funcionan los diferentes instrumentos financieros y qué ventajas y desventajas tienen las diferentes alternativas de ahorro e inversión. Sin conocimiento, los ciudadanos someten sus decisiones –o sus pulsiones– financieras a la información recortada que reciben a través de estímulos publicitarios y no al análisis de las variables que incidirán realmente en sus economías.
El experto Robert Kiyosaki recomienda a los gobiernos incorporar educación financiera en las escuelas y, apelando a un fundamento bíblico, dice: “A la gente no hay que darle peces, hay que enseñarle a pescar”. Sin que esta cita justifique un “sálvese quien pueda”, es interesante ya que aporta el concepto de emancipación y libertad. En consecuencia resulta fundamental incorporar en las escuelas –principalmente en los últimos tres años del Nivel Medio– conocimientos sobre economía para que nuestros jóvenes salgan al mundo con herramientas que les permitan decidir, progresar y, en caso que sea necesario, discernir y rebelarse frente a aquellas medidas económicas que los perjudicarán e hipotecarán su futuro.
Desde un análisis a nivel macro existe evidencia que sostiene que un mayor grado de inclusión financiera juega un importante rol en la reducción de la pobreza, la disminución de la desigualdad y en la formación de un crecimiento económico inclusivo.
Es indispensable generar una política educativa que trascienda los gobiernos, que sea una verdadera política de Estado, mediante la cual los alumnos aprendan a pensar, a dominar la técnica y a saber utilizarla en su beneficio y en el de toda la sociedad en su conjunto.
En momentos en que se está discutiendo qué escuela queremos en nuestra provincia resulta crucial identificar cuál es el objetivo de la educación: ¿estamos realmente brindando herramientas para que los adultos del futuro se desarrollen en todos los aspectos? Una forma de garantizar la posibilidad de desarrollo en su concepto más amplio es garantizando herramientas, entre las que no puede faltar el conocimiento en economía.
En el tiempo actual es necesario acercar el entendimiento de la economía a todos los ciudadanos para formarlos no sólo en su dimensión política sino también en la de la economía, que siempre está enlazada a la primera.
Para que este aprendizaje sea fructífero deberá estar despojado de pruritos ideológicos en pos de que cada ciudadano sea capaz de elaborar sus propias ideas y goce de la plena libertad para discernir sus decisiones en un campo que no se corresponde con las ciencias exactas sino con las ciencias del hombre.
En este sentido, en el 2014 presentamos a la Legislatura un proyecto de ley para incorporar a la currícula de Nivel Medio una asignatura sobre economía.
Recientemente una encuesta del INET (Instituto Nacional de Educación Tecnológica) señala que el 55% de los estudiantes recibidos de escuelas técnicas no trabaja de lo que estudió. Este dato podría interpretarse como un problema de ajuste entre la oferta y la demanda de trabajo, pero también es válido interpretarlo de otra manera, infiriendo que los estudiantes egresan del sistema educativo sin tener las habilidades necesarias para poder emprender sus propias iniciativas y crear su propio trabajo.
Tomando como base los desarrollos de Amartya Sen, premio Nobel en Economía en 1998, consideramos que el desarrollo económico de una sociedad no sólo se alcanza generando mayor valor agregado en lo que produce, sino también ampliando las oportunidades que pueden aprovechar sus integrantes.
Por ello, ampliando la base de conocimiento de nuestros jóvenes a partir de la instrucción de economía y educación financiera estamos dotándolos de herramientas clave para el logro de su prosperidad.
Educar en economía será entonces, de cara al mundo que viene –sea para el plano individual y cotidiano o en dimensión histórica y social–, una herramienta fundamental de emancipación.
La economía es una ciencia social, la percepción generalizada de que se trata de una ciencia exacta desvirtúa su comprensión integral, sus alcances cotidianos.
El analfabetismo económico es histórico en nuestro país pese a que el argentino ha desarrollado un instinto que lo ayuda (a veces) a sobrevivir debido a las reiteradas crisis.
Datos
- La economía es una ciencia social, la percepción generalizada de que se trata de una ciencia exacta desvirtúa su comprensión integral, sus alcances cotidianos.
- El analfabetismo económico es histórico en nuestro país pese a que el argentino ha desarrollado un instinto que lo ayuda (a veces) a sobrevivir debido a las reiteradas crisis.
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