Efectos de un conflicto

Por Héctor Mauriño

El reciente conflicto en la cerámica Zanon, acaso la industria privada más importante de la provincia, ha dejado algunas enseñanzas, tanto desde el punto de vista del papel del Estado, como desde la óptica de la difícil coyuntura que viven las empresas y desde la perspectiva de las luchas gremiales y sus efectos sobre el resto de la sociedad.

Las protestas gremiales que acompañaron el conflicto de Zanon pusieron en evidencia el hecho de que se puede llamar la atención sobre un problema laboral apelando a medidas drásticas, como son sin duda el corte de calles y rutas, acciones que conllevan no pocos trastornos para el común de la gente sin llegar, al menos, a extremos que vuelvan inadmisible el tenor del reclamo para quienes nada tienen que ver.

El tema no es menor en Neuquén, donde las protestas son cosa de todos los días y ocasionan en muchos casos trastornos a la población y daños a la propiedad pública y privada.

Tal lo ocurrido durante el último paro general, en el que se produjeron fuertes destrozos en los bancos del centro de la capital, sólo por citar el caso más cercano en la provincia que se ha hecho famosa por los cortes y las puebladas.

En el caso de la protesta de Zanon, si bien son incontables los trastornos ocasionados a automovilistas y peatones, a lo largo de los 33 días en que se sucedieron los cortes de ruta y bloqueos de calles, es justo admitir que esta vez las medidas de fuerza exhibieron cierta flexibilidad.

Así, por ejemplo, los cortes fueron en casi todos los casos parciales y cuando las medidas se endurecieron, como ocurrió el último día con el corte de los puentes carreteros, se evitó agredir a los peatones. Además, esta vez no se encendieron neumáticos, evitando los severos perjuicios que, como está ampliamente demostrado, ocasiona esa reprobable práctica a las personas y al ambiente.

A pesar de que las molestias fueron igualmente sensibles para todos, la relativa mesura de los manifestantes fue correspondida con gestos de solidaridad por parte de quienes circunstancialmente se vieron obligados a atravesar los piquetes.

En cuanto a la empresa, no se puede dejar de apreciar que si ésta hubiera observado una conducta menos prescindente, acaso el conflicto se hubiera resuelto bastante antes de los 33 días que finalmente insumió.

Si bien es cierto que las dificultades que atraviesa hoy día cualquier empresa son atribuibles en buena medida a la grave coyuntura económica del país, el problema laboral que afectó a Zanon fue fundamentalmente de Zanon y no del gobierno provincial. Aunque la actitud de la empresa en relación al conflicto pareció indicar lo contrario.

En realidad, Zanon ha sido beneficiada en más de una oportunidad por las autoridades provinciales con créditos millonarios y sin ir más lejos, en julio pasado, cuando la firma encaraba una reducción de personal, el gobierno salió a ofrecerle «mayores ventajas comparativas».

Desafortunadamente, la vasta cultura estatista del país no es privativa de los empelados públicos. Muchos empresarios se han beneficiado una y otra vez de la generosidad de los gobiernos y cuando a pesar de todo las cosas no han ido del todo bien no han trepidado en endosarle mayores costos al Estado. Sobran ejemplos de esta conducta entre los empresarios argentinos.

En el caso de Zanon, desde luego, el gobierno no podía permanecer impasible frente a un conflicto que mantenía en vilo la continuidad de 350 puestos de trabajo e implicaba un factor caos en la calle.

Al cabo de un mes, cuando finalmente se escuchó por primera vez a la empresa, se despejaron al menos los fantasmas de una eventual traslado de la planta local a un país vecino. Algo que no sólo mantenía inquieto al personal sino como es obvio a los propios funcionarios.

Con todo, no resulta muy certera la apreciación empresaria en el sentido de que el Estado vendría a ser «una suerte de árbitro» en el conflicto. En todo caso ese es sólo uno de los papeles atribuibles al gobierno, que no sólo obró tratando de acercar a las partes sin que trascendiera públicamente mayor colaboración de la firma, sino que además eligió convertirse en uno de los principales clientes de Zanon para evitar un mal mayor.

Funcionarios del gobierno explicaron que los 500 mil metros cuadrados de cerámicos que la provincia adquirió por adelantado, para destrabar el pago de los salarios, iban a ser comprados de todas maneras para la obra pública.

Pero a nadie se le escapa que se trata de una fuerte ayuda. Desafortunadamente, muchos de los empresarios que se desgarran las vestiduras por el abultado déficit público, no lo hacen tanto por el costo de ciertos reaseguros con que todavía cuenta la actividad privada en la Argentina.


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