El 2005 debe ser el año de la selección
Llega el tiempo para que Pekerman se consolide.
Será, con seguridad, un año bisagra, un año que deberá servir para consolidar un equipo que aspira a obtener lo que sueña.
El año que comienza mañana será clave para la selección argentina, porque será el preludio del mundial, el tiempo que antecede a la máxima contienda deportiva.
Como se recordará, la temporada previa al Mundial de Corea-Japón (en 2001) fue notable, a tal punto que el seleccionado de Marcelo Bielsa se convirtió en un candidato inapelable al título del mundo. Semejante expectativa generó que la eliminación posterior fuera tomada como un momento de angustia colectiva irreductible, coincidente además con un contexto de desasosiego social inolvidable.
Ahora los tiempos cambiaron. Pase lo que pase, es difícil suponer que la selección de Pekerman se consagre como «campeón de las expectativas», como súper candidato.
En aquel tiempo, los jugadores argentinos paseaban su esplendor por los campos de los grandes clubes de Europa. Hoy, se adivina un repunte en Hernán Crespo en el Milan y algún detalle de Esteban Cambiasso y Javier Zanetti e el Inter, pero en el resto de los equipos de elite los argentinos no descollan.
Esa situación, de todas for-mas, puede convertirse en una oportunidad, una chance para que el grupo no tenga una demanda desbordante, un pedido apresurado -e histérico- de triunfos imborrables. Bien podría aplicarse la fórmula «mostacera» del paso a paso.
Fue tal la presión que viajó en las valijas del equipo del 2002 que Marcelo Bielsa -pese a que siempre hizo de la mesura su sesgo- llegó a declarar que «no ser campeón podía ser considerado un fracaso».
¿Cómo se llega a semejante asfixia, a tanta arrogancia desesperada? Se dijo: el (des)orden del tiempo social argentino fue llevando a aquel equipo a la incómoda posición de salvavidas de la bandera, de chaleco antibalas de la crisis. Todo eso, con seguridad, operó en contra del e-quipo, pues si bien un tiro libre sueco fue el que obligó a empacar, también el destino supo meter la cola. Un equipo no salva a un país.
Por eso, con el antecedente del 2002 y la huida de Bielsa del 2004, la temporada que se inicia mañana debe servir para subir la guardia del equipo, para volverlo desafiante pero no soberbio, para convertirlo en un equipo con pretensiones pero no con obligacio-nes, al menos no con la de ser campéon, «porque sino es fracaso».
Ayuda, y mucho, que el e-quipo adquiera dotes, justamen-te, de equipo. Para eso, la variedad es como el sol para las plantas: fundamental. «Hay un lote de 40 jugadores en condiciones de ser citados al seleccionado mayor», dijo Pekerman ayer al llegar al país.
El técnico sabe que Cataluña no es un rival de prestigio, por eso elogió la concepción y la intención de alguna maniobra más que el triunfo en sí.
«Estoy muy contento con esta actuación y con goles como el segundo de Maximiliano Rodríguez, en el que hubo varios toques previos. Es un signo de salud futbolística y por eso lo grité tanto», expresó entusiasmado.
El año de la selección abre sus puertas, invita a pasar y convida un trago. Lo ideal sería que el brebaje tenga iguales dosis de expectativas y moderación, de pa-seo por las nubes y pies sobre la tierra. (AR)
Notas asociadas: Solari: 'Es un grupo fantástico' Pekerman y algunas pistas sobre el futuro Elogios de la prensa catalana
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