«El amateur», la epopeya de la vida y del teatro

Hoy concluye en Villa La Angostura la gira de "El amateur", una de las más destacadas premiadas obras del teatro argentino actual. Mauricio Dayub y Vando Villamil contaron en una entrevista con "Río Negro", cómo fueron los inicios. La pieza es también un estremecedor reflejo de la lucha personal de sus autores, de la que no se puede salir indemne.

Vamos, que todos somos amateurs de la vida.

Y así la transitamos, entre ensayetes e improvisaciones, mirando de reojo qué hacen los demás para triunfar, para evitar el fracaso, para sufrir menos, hasta que descubrimos que si bien los otros nos dan pistas hay una prueba que es propia, nuestra, íntima, que cada quien tiene que atrevesar su camino del héroe, y que para ello hay que vérselas con un sinnúmero de energías que nos facilitan o nos retardan la marcha. Y sobre todo hay que hacerse humilde para ver las energías propias, el único capital con el que contamos. Todos tenemos nuestra propia prueba de las 130 horas, estos pibes la recorren en cada escenario al que se suben para invitarnos a volver a nuestro propio sueño. Vando Villamil sopla el Marcus, lo sopesa, deja que el breve gustito conquiste su paladar. «Buena elección». Así empieza la obra, la vida, esta entrevista.

-¿Cuándo escribiste la obra y cuánto te llevó hacerla ?

-Dayub: Escribí como un año mientras hacía un programa de televisión. Estaba produciendo un programa con chicos, («Amigovios») me pagaban muy bien pero tenía que estar todo el día y tenía muy poquita participación. Y entonces para no sentirme tan lejos de lo que yo quería empecé a escribir en el camarín, mientras esperaba. Primero pensé en una película, pero rápidamente me di cuenta que para eso tenía que ser guionista. Tenía como 40 páginas y había dejado un personaje por allá en la página cinco y no sabía como retomarlo y lo dejé. Y habrán pasado 7 u 8 meses y no aguantaba, eso estaba ahí. Decidí llevarlo al teatro, porque un película era algo difícil patra mí y con el teatro sentí que podía, ya había escrito algunos espectáculos. Me animaba. Me empecé a levantar a las 7 de la mañana y escribía como hasta las 10, seguía con mi trabajo pero estaba con la obra todo el día en la cabeza. Así escribí en cuatro meses, cuatro versiones. La primera con cuatro personajes, la segunda con tres, la tercera y la última con dos.

-¿ Escribiste el personaje para Vando?

-D: Sí, pero al principio sin saber si iba a ser ese o el otro. — –

-V:Hay una anécdota linda. Después de habernos conocido en un espectáculo, «El primero», cada uno tomó su derrotero en la vida, a mí me gustaba lo que hacía él y a él, creo, le gustaba lo que hacía yo y por eso me convocó, pero sospecho que también tuvo que ver con algo que nunca hablamos, un lugar de identificación mutuo que tiene que ver con una entrega física que ambos teníamos en el escenario.

-D: Años después nos encontramos estudiando tango.

-Sos de ir mucho a las milongas, te he visto…

-D: ¿Ah sí ?, sí, fui como unos siete años…

-V: Se ha comentado mucho… (risas)

-D: Y nos encontramos en las milongas y los dos, sapos de otro pozo, actores, nos dedicamos a observar a los milongueros. Y nos causaba mucha gracia esta cosas de los milongueros que siempre critican, eso de que nadie baila bien, nada baila el tango salvo ellos mismos.

-Como en la obra, cuando Lopecito dice: «ese no lo camina…»

V: Exactamente, eso vino de ahí. Y empezamos a reirnos con eso, íbamos a las milongas, bailábamos, fuimos fundadores de una milonga muy importante en Argentina. El curso que nosotros tomábamos lo daba un chico que fundó una milonga para que nosotros bailásemos después de la clase y eso después se convirtió en una cosa enorme, gigantesca, se llenó de gente, «La Viruta» se llama. Bueno y ahí estábamos. Y un día jodiendo -yo me llamo Servando y me dicen Vando- dije que me decían Bando por bandoneón.

– Se nota el swing tanguero.

-V: Sí, todo comenzó con el juego de imitar a los otros en las milongas. Nos cargábamos con cosas como » los pasos te salen, no bailás tango, pero los pasos te salen», o «va bien, va bien , pero ahora escuchá la música. La cosa es que siempre decíamos que teníamos que hacer algo con todo eso, tan divertido y un día aparece éste con que estaba escribiendo esta porquería. Y finalmente se dio todo y el espectáculo tomó sus riendas por sí mismo.

-¿Ya sabías que el espectáculo iba a tener este ritmo físico?

-V: No, eso fue una necesidad que fue imponiendo el espectáculo.

-Es una obra que te pone tenso.

V: Sí, porque el público, según dicen, sufre, se agita con nosotros. Al principio no sabíamos qué iba a pasar, especulábamos. Al principio nosotros ensayábamos toda la primera parte y era maravilloso y hubo un punto de quiebre, es cuando se sube a la bicicleta y empieza a tomar un ritmo, muy necesario en la obra. Ahí empezamos a darnos cuenta que había que batir el récord, que el público tenía que tener esa sensación, que para conseguir eso teníamos que poner todo. Si nosotros no transpirásemos arriba del escenario sería más difícil de visualizar la epopeya.

-D: En 20 minutos tenés que mostrar 130 horas.

-Me llamó la atención cómo se emocionaron al finalizar. Parecían un espejo en el que podía reflejarse la emoción del público.

-D: Es que sentís la emoción de la gente

-V: Sentís el ida y vuelta de la actuación. En el momento en que uno ya quebró, que vas saliendo de la actuación, ese contacto con el público que es tan franco, que se pone de pie íntegro…es muy fuerte.

-En lo argumental, yo no tenía dudas de que el Pájaro lo iba a intentar, mi miedo pasaba por que su compañero se dejara vencer.

-V: El compañero no se deja vencer porque es la última chance que le queda para sí mismo.

-D: En realidad… lo que yo quería que sucediera es algo que en la vida diaria no sucede y es que el triunfo de otro pueda vivirse como el triunfo propio. En la actualidad cuando a alguien le va bien, en general, se lo margina. La mayoría desconfía porque le va bien. Pocas veces hay gente que sigue causas tan nobles…Yo extrañaba eso, es algo que necesito, que me gusta. Hay gente que hace cosas que te hacen sentir que sos mejor porque ese tipo mejora el mundo con lo que hace. En este caso creo que el sueño del Pájaro es tan fuerte que su compañero se agarra de su cintura.

-V: Es la concepción de trabajo en equipo. Cuando uno veía a Argentina en el mundial 86… todos éramos Maradona..

-Es impresionante cómo aparece en la obra esa transición hacia el goce, el placer que corona el esfuerzo.

-D: Es la manera de ver la realidad. Porque el Pájaro ve con un orgullo enorme que su padre se largue a cruzar una avenida borracho… y no dice «tengo un problema, mi papá..», él empuja mucho para ver la realidad desde otro lugar. Los argentinos vemos siempre todo desde un lugar demasiado nostálgico, desde el lugar de la víctima.

-V: La obra va a contramano de la inercia nacional, del destino seguro al fracaso.

-D: Yo le decía a Vando, parece teatro argentino, pero no es; parece teatro abierto pero no es, tiene reminicencias de… pero esta obra tiene que estar a 10 centímetros del piso.

-V: Va totalmente a contramano de la inercia idiosincrática argentina.

-La obra crea una nostalgia vital, divertida, como en esa parte entre patética y graciosa cuando él dice»me agrandé, me agrandé mal…», al referirse a una anécdota en el teatro, donde todos los actores se caen al pozo.

-V: Es gracioso y triste al mismo tiempo.

-D:Esa mirada distinta sirve para batir el récord. Si me quedaba con la mirada argentina me quedo tomando mate y diciendo «qué vamos a poder nosotros si estamos en el tercer mundo; qué lindo Buenos Aires cuando llueve…» pero si admirás a tu viejo que se anima a cruzar en pedo una avenida, porque hacía lo que le gustaba, bueno, estamos del otro lado. Cuando yo conocí a un tipo que batía el récord, que conocí a dos, me di cuenta que no me dejaban meter un bocadillo, hablaban solos, no me escuchaban. Yo dije claro, si este tipo para y escucha, escucha que le dicen «estás loco», «no vas subir», «no vas a poder pedalear 130 horas», entonces el tipo, para poder hacer una locura no tiene que escuchar a estos agoreros.

-¿Qué pasó cuando presentaron la obra?

-D: Primero nos sorprendimos, pensábamos que había alguien en la platea contando chistes, no estábamos acostumbrados, habíamos ensayado solos y no nos dábamos cuenta del humor que tiene la obra.

-Luego llegaron los premios.

-D: Al principio veíamos tan poca gente que pensábamos que no iba a andar. Esto duró unos siete meses. Y los premios trajeron gente, y esto permitió que siguiera en cartel.

-Es estremecedora la escena final: «arrimate, no quema».

-V: Sí, si el final de la vida es la muerte de todas maneras, lo importante es el trayecto.

-D: Antes de estrenar la obra teníamos muchos problemas y llegaba a mi casa con un estrés terrible. Había escrito por primera vez y comencé a tomar conciencia de que lo que había escrito era lo que me había pasado en mi vida. Cosa que no había pensado mientras escribía.

-V. Qué bueno lo que decís.

-D: Y sí, había problemas, concretamente yo veía que la obra no salía, y no salía, no la hacíamos toda, la hacíamos mal, estaba mal armado todo, faltaban 10 días.

-¿Dónde estrenaron?

-D: En el teatro Payró. Yo llegaba a mi casa y me tiraba en el balcón en un noveno piso, y miraba las estrellas para ser más chiquito, para achicar mi problema, porque mi problema me había invadido, estaba desesperado. Pensaba: si el cielo es tan grande, y las estrellas tan grandes ¿tanto problema puedo hacerme? Y sentía como se achicaba.

V: Tantos años de convivencia y es la primera vez que escucho esta anécdota.

Susana Yappert

Claudio Andrade


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