El amor, la muerte y la invisibilidad

Es la historia de un adolescente enredado en una serie de sucesos misteriosos.

Birmajer es un autor prolífico: más de treinta obras publicadas entre novelas, cuentos, ensayos, guiones e historietas.

En el policial “Un poco invisible”, el escritor Marcelo Birmajer vuelve sobre sus deseos y obsesiones –el amor, la muerte, la orfandad–, a partir de un autor de telenovela exitosa y el prodigio de la invisibilidad que se cuelan en la historia de un adolescente enredado en una serie de sucesos misteriosos. Su más reciente obra de literatura Juvenil (Norma), comienza el día en que se emitiría el último capítulo de “Las gemelas” –una telenovela con grandes picos de audiencia– y un hecho inesperado vuelve los focos sobre Leo Brendart, un joven que vive en un hospicio y que, por otro hecho insólito, puede volverse invisible a voluntad. El resto será seguir las pistas de la historia hasta alcanzar la verdad. Birmajer es un autor prolífico: cuenta con más de treinta obras publicadas entre novelas, cuentos, ensayos y guiones para cine, televisión e historietas –el premiado filme “El abrazo partido” es en parte responsabilidad suya–; y tiene varias distinciones en su haber, entre otras el Premio Konex 2004 como uno de los cinco mejores escritores de Literatura Infantil y Juvenil de la década. Su novela más exitosa dentro del género y del segmento joven –que cuenta con más de 20 reediciones desde la primera en 1992– fue “Un crimen secundario”, un policial de corte realista con un detalle fantástico: desaparece el sable corvo del General San Martín. – ¿Con “Un poco invisible” retomás el género? –El género nunca me abandona porque es una manera muy segura de narrar una historia, lleva consigo los dos grandes misterios que nos atañen a todos: la muerte y el amor. Pero un amor que es distinto a la pasión, yo no haría una novela con el retrasado que rompe avenida Libertador porque River se fue a la B, pero sí con alguien que nunca más come porque una mujer lo dejó, esas historias me atrapan, El fanatismo o la pasión son una excusa, el amor y la muerte son de verdad, nos acercan a todos. –¿Cómo surge “Un poco invisible”? –Con esta novela retomé los temas que me rondan siempre y que no siempre se por qué. En primer lugar está la ambición de escribir una telenovela. Me hubiera encantado escribir una que protagonizaran Arnaldo André o Rodolfo Bebán, son las historias que a mí me marcaron y tienen eso, grandes amores, muertes, hijos que no se sabe de quién son, mucha acción. Una vez entrevisté a Alberto Migré creo que era Floresta, no sé cuál telenovela me dijo la escribió en una noche. Eso me produjo mucha envidia, no sé si era verdad, pero me hubiera encantado estar en ese barrio, sólo en ese caserón, y escribir una telenovela en una noche con el éxito de “Rolando Rivas, taxista”, que paraba el país. –La orfandad es recurrente en tu obra… –Ese es el otro tema que aparece mucho en mis libros, un poco porque en una ficción la relación de un adolescente con sus padres es entorpecedora, y otro tanto porque la sensación de orfandad te acompaña de adolescente. Es el sueño, la ilusión de ser libre, de que no venís de ningún lado, que acabás de aparecer en el mundo, nadie te pertenece y a nadie le pertenecés. Aunque en la adultez descubrís que eso falso –hay toda una trama hacia atrás que tiene lastre– y que cuando se encuentran dos personas se encuentran linajes. Como Romeo y Julieta. El otro tema que aparece, es el de la invisibilidad, de todos los prodigios fantásticos que he leído en mi vida –viajar en el tiempo, ser inmortal– ser invisible es lo que más me atrae. –¿Qué te permite la invisibilidad? –Espiar, enterarme de todo, develar el misterio. Perseguiría a todo el mundo, desde la política hasta los afectos, pero sería muy respetuoso, me limitaría a saber la verdad y no la compartiría con nadie. Es la curiosidad lo que me mueve a la invisibilidad, porque la verdad del otro la descubrís solamente cuando el otro no sabe que lo estás viendo. La verdad sólo la podés espiar. La verdad sólo se puede ver por el ojo de la cerradura: yo creo que el granjero mató a la gallina de los huevos de oro por curiosidad, ni por ambicioso ni por tonto, ésa es una mala interpretación. La verdad de esta historia él no la sabía, pero yo espié su alma. La Fontaine, Esopo se equivocaron porque estaban más ocupados en contar la moraleja que en entender la historia. Aunque también podemos no saber por qué la mató y esa es siempre la más importante de las verdades, la incertidumbre. –¿Cómo es tu vínculo con los personajes? – En esta novela los personajes no están relacionados por el cariño, se vinculan a partir de la necesidad pero con cierto respeto. No hay ninguno que puedas decir que es bueno, pero hay algunos que no son malvados. El bien y el mal son parte de la argamasa de mis libros, si hay algo de lo que no me cabe duda es su existencia. Tal vez no exista el amor, pero sí el bien y el mal, eso es lo que nos distingue como especie. Acá los personajes no te ayudan si no van a obtener un beneficio, pero tampoco van a dañarte. Creo que es una forma de hacer el bien, lo que descubrió el capitalismo democrático: un sistema en el que ayudar al otro implique ayudarte a vos y en que resulte incómodo molestar; no dar tu vida por el otro, compartirla. –¿Escribís para adolescentes cuando hacés estas novelas? –No le recomendaría mis novelas para adultos a un adolescente, pero mis libros de la colección juvenil como “Fábulas salvajes” o “El alma del diablo” se las recomiendo a cualquier adulto. La literatura juvenil es, definitivamente, la de los libros que incluyen al lector adolescente, pero sin excluir al adulto. (Télam)


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