El amor ¿mata?
Por motivos que desconocemos, ignorancia, desapego, tal vez, hay preguntas que no se hacen. Quedan dando vuelta por allí a la espera de que alguien las invoque y les entregue el hálito de la vida.
Desde hace unos días, HBO Olé emite un documental que se estrenó el año pasado en el Sundance Festival, que plantea la hipótesis del homicidio en la muerte de Kurt Cobain, a manos de su mujer Courtney Love.
Un periodista y una cámara inician el largo recorrido hasta las fuentes del amor y el dolor de una de las parejas sagradas del rock. Lo interesante aquí es la inquietud del periodista. El es quien hace las preguntas que nadie había hecho hasta ese momento. “Kurt y Courtney” es, sobre todo, el pretexto para abrir puertas.
En un ambiente tan saturado por la fama, parece increíble que nadie antes se haya tomado el trabajo de averiguar qué pasó. El suicidio del ex líder de Nirvana fue el clímax de una historia apasionante pero que dejó de interesar justo cuando se apagaba el disparo fatal. Un día después de su muerte subieron el precio de los primeros CDs del grupo, aparecieron algunos póster inéditos y las cámaras se volvieron hacia la figura de Courtney. El resto quedó sepultado en el pasado.
La relación entre ambos músicos sintetiza una vez más lo complejo, lo profundo y lo intenso de la condición humana. Se presupone que fue un amor exclusivamente rockero, como el de Sid y Nancy, el de Jim Morrison y Pamela o el de Lennon y Yoko Ono. Es un error. Su entrega es igual a la de tantos otros anónimos romances que dan vueltas por el mundo sin un fotógrafo que los acose. En medio, la tormenta tuvo sus latigazos de siempre: el dinero, el deseo, la ambición, la pobreza, el desconsuelo. Un par de jóvenes cargando con otra historia más de la pasión.
“Seremos como Sid y Nancy”, solía decir a sus amigos Courtney, según cuenta el documental. Casi, casi. Entre gritos de furia su padre le confiesa a la cámara que ama a su hija pero la odia. Y un amante amenaza: “No jodas conmigo porque te voy a joder. Sólo aléjate de mí Courtney, aléjate”. Una chica dice que tiene fotos de la pareja inyectándose drogas y un cantante asegura que Courtney le ofreció 50.000 dólares por matar a Cobain. Básicamente una ópera. Un drama digno del genio de William Shakespeare, quien no hacía más que observar a sus semejantes y retratarlos. La hipótesis del homicidio sube y baja durante todo el documental. Hasta aparece un detective obsesionado con el siniestro plan: liquidar a Cobain.
Lo único que queda en pie entre tanta revelación estremecedora es la potencia de los afectos. De todos los afectos. Una tía del cantante le muestra al periodista una grabación donde Cobain, siendo un chico de 8 años, le habla a su amigo secreto “Bada”, el mismo a quien le dedicó su carta final.
“Bada ¿dónde estás?”, pregunta la voz de un crío que 10 años más tarde revolucionaría la estética del rock. Es un sonido tan dulce, tan inocente. ¿Dónde dormían los sueños de Cobain cuando decidió terminar con sus días? El documental es desacralizador también en ese punto: nadie está muy seguro. Ni siquiera Courtney.
Claudio Andrade
Por motivos que desconocemos, ignorancia, desapego, tal vez, hay preguntas que no se hacen. Quedan dando vuelta por allí a la espera de que alguien las invoque y les entregue el hálito de la vida.
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