«El Arranque» y el final de una Semana Musical

El fin de semana se presentó el grupo de tangos. Y ayer concluyó el encuentro musical.

SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Si algo ha demostrado el tango en los últimos años, en especial en los últimos 5, es su vigencia, lugar y permanencia dentro del ciclo de la música contemporánea. Y si alguna sospecha había acerca de que el género se encaminaba hacia su ocaso, un sitio recóndito desde donde sólo sería capaz de esgrimir viejos recuerdos gardelianos, las nuevas generaciones de tangueros se han encargado de rebatirla.

Las búsquedas propiciatorias de un cambio armónico profundo se evidenciaron finalmente accesorias frente a otras revoluciones generadas desde el interior del dos por cuatro. El tango es estructuralmente menos flexible que el jazz y el flamenco, dos de las grandes músicas evolutivas del siglo XX. Que el tango se evidencie no demasiado permeable, en lo rítmico y en lo armónico, no puede considerarse un defecto genético ni una carencia como muchos ya dictaminaron.

El tango no ha muerto, por el contrario, está notablemente vivo. Su verdadera transformación se produjo, en rigor, de un modo de expresión orquestal, que lo llevó a una época dorada donde adquirió una dimensión masiva, por ejemplo, con las agrupaciones de Osvaldo Pugliese y Francisco Canaro, hacia uno de cámara o, en algunos casos, «El Arranque», de formaciones cuasi sinfónicas.

Este viraje en apariencia poco sustancial implicó que los músicos replantearan sus horizontes interpretativos. El salto hacia el sonido de cámara ha sido, a todas luces, cualitativo.

Aunque se definen a sí mismos como una orquesta no lo son en el sentido tradicional del término puesto que «El Arranque» manifiesta detalles, pequeñas delicias estéticas más vinculadas al, si, tradicional cuarteto de cuerdas que a la potencia expresiva de las orquestas de los 40 y los 50.

Incluso Astor Piazzolla puede considerarse alejado de este propósito. Piazzolla, nacido del tango y reinventado sobre bases jazzeras modernas, tenía otras necesidades. El caso de «El Arranque» es diferente. Sus necesidades están relacionadas con una interpretación sin grandes modificaciones armónicas pero que como contrapartida indaga en un sonido poblado de ondas y texturas que son encontrables en la música de cámara. «El Arranque» se debate, y bien, en una frontera peligrosa. Nada le sobra, justo lo que hace es justo lo que es.

El grupo se caracteriza por la solidez y perfección con que se ensamblan sus partes. El virtuosismo del violín es la excepción en un grupo muy parejo en cuanto a la calidad de sus instrumentistas.

«El Arranque» aspira al lujo sin opulencia. Su sonido carece de fisuras, no hay dobles mensajes o incoherencias. Tampoco abundan las grandes sorpresas, lo cual no deja de ser sorprendente. Sin embargo, y a aquí tenemos un punto de partida para una discusión más densa que la simple enunciación en un artículo, ¿acaso la voz de Camarón de la Isla escondía sorpresas frente a la cadencia por demás ortodoxa en la interpretación del «canto jondo»?

El arte más excelso no refiere de manera automática a un grado más alto de impacto o complejidad composicional sino a un entramado profundo – emotivo y de orden natural- que es el núcleo de fuego del que nacen las creaciones. En otras palabras, la melodía más humilde es capaz de generar la mayor de las emociones.

Este es el verdadero secreto del grupo y del género, la paradoja: que pareciendo inmune a cierta renovación, el tango y su yeite (tanto como el swing del jazz), está muy lejos de ser accesible.

Un capítulo a parte merece el cantante del grupo. Ariel Ardit, al estilo de aquellos que hicieron historia a mediados del siglo pasado, posee todas las condiciones para convertirse en un artista excepcional. Oído, capacidad vocal, inteligencia, gusto, estilo y presencia. Tal vez nos hemo acostumbrado al prototípico cantor potente, rayano con el drama operístico y por eso su volumen nos parece un poco exótico (no es la intención ubicarlo en esa categoría).

Se trata de una interpretación en búsqueda de cotos exquisitos. Horizontes sonoro-vocales que no son siempre evidentes hasta que se vuelven manifiestos a medida que promedia el recital. Casi como si siguiera la regla del enorme trompetista Chet Baker cuando señalaba que él nunca tocaba la nota de pleno sino apenas un poco por debajo.

Ardit evoca a un personaje desaparecido en la realidad pero su caracterización le otorga vida a un ser lleno de posibilidades artísticas. Un símil neomoderno del cantor de traje y pañuelo a tono en mano que llenaba al escenario con su sonrisa.

Su voz, integrada al resto del grupo conforma una geografía tanguera de intensa expresividad.

«El Arranque» propone una revolución interior que va de camino a componer otro clásico.

 

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

Nota asociada: Otra noche de genialidades  

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SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Si algo ha demostrado el tango en los últimos años, en especial en los últimos 5, es su vigencia, lugar y permanencia dentro del ciclo de la música contemporánea. Y si alguna sospecha había acerca de que el género se encaminaba hacia su ocaso, un sitio recóndito desde donde sólo sería capaz de esgrimir viejos recuerdos gardelianos, las nuevas generaciones de tangueros se han encargado de rebatirla.

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