El arte “fuera de sí”: protesta y acto creativo

El colectivo feminista La Revuelta de Neuquén no se proclama artístico pero promueve estrategias que lo son.

Cuando se cumplió un año del fusilamiento de Carlos Fuentealba, los guardapolvos fueron intervenidos con frases de repudio.

 

El presente del arte, aunque también su pasado reciente, puede definirse como un tiempo reivindicatorio de la diversidad, de la polisemia de actitudes y procedimientos, un tiempo donde los objetos no deben ser inexorablemente “estéticos” y donde lo artístico no debe estar inexorablemente circunscripto a un “objeto”. Así, los más variados gestos o acciones son denominados ‘artísticos’ y resulta aún fascinante la discusión sobre el dominio del arte: para unos felizmente infinito, para otros en cambio, escandaloso. El arte entonces, se deja seducir por otras disciplinas, se enriquece con motivos e intenciones: se contamina y se transforma en una “zona de hibridaciones”. Es en este escenario de absoluta pluralidad donde emergen interrogantes respecto al arte socialmente comprometido, las prácticas callejeras de protesta, y sus poco convencionales medios de expresión. Son sugerentes las palabras de la especialista en arte Ana Longoni sobre este tema: “Los límites para definir si estas distintas prácticas callejeras son o no arte o en todo caso cuáles son se vuelven nebulosos. ¿Depende de la definición que hagan los propios realizadores? ¿de su condición de artistas? ¿de la lectura de críticos o curadores, del juicio del medio artístico? Pienso más bien en un reservorio público, una serie de recursos socialmente disponibles para convertir la protesta en un acto creativo”. (1) Destaco esta descripción de la fisonomía de tales prácticas pues no solamente se detiene en la importancia del desplazamiento en la forma de producir, recepcionar y valorar el arte, sino también en las nuevas posibilidades de protesta que se sirven de recursos ‘creativos’ para denunciar, volver visible una situación de impunidad o intentar desde la provocación transformar el statu quo. Precisamente la expresión “acto creativo” permite aludir a acciones que pueden no haber sido concebidas por artistas pero cuyos medios pueden serlo, ya que en definitiva el arte pretende también generar efectos, y lo hace a través de los más variados procedimientos. Reticente a las delimitaciones respecto a lo que debe o no ser artístico, éste atrapa un gesto “cualquiera” o el más anodino de los objetos y determina su metamorfosis en objeto o acción del denominado mundo del arte. Entonces, si el arte mismo parece reivindicar la futilidad de la pregunta sobre si tal o cual gesto es o no arte; si no hay definiciones para el arte actual, o si en todo caso habría que plantearlo como una mixtura radical de diversas disciplinas, podría éste conocer un poco más sobre sí mismo y sus casi inverosímiles posibilidades acercándose a lo que aparentemente no es considerado “arte”. Para exhibir la relación entre el arte y su otredad a la vez que para mostrar la importancia del efecto en la selección del medio artístico, presentaré un colectivo feminista integrado por mujeres de la ciudad de Neuquén, que no se proclama artístico pero promueve estrategias que lo son, que no hace arte activista, pero se apropia del espacio público y busca como dice Longoni transformar la protesta en un acto creativo utilizando en muchos casos procedimientos extremos. Con ustedes: La Revuelta. La Revuelta surgió en 2001 cuando un grupo de mujeres decide reunirse y según advierten, atrincheradas en ciertas certezas desde las cuales miraban la realidad, se proponen denunciar la construcción patriarcal y capitalista del mundo, hegemónicamente masculina que ha impuesto sus saberes androcéntricos. Reparando en el nombre que eligieron las integrantes de La Revuelta destacan el tono contestatario de sus intenciones, las cuales se encuentran agrupadas en dos grandes ejes: por un lado, la constante sospecha intelectual y el interés por la producción de nuevos conocimientos, y por otro, el accionar político callejero que busca la visibilización pública de sus reclamos y exigencias, de allí que el colectivo legitime un feminismo teórico y práctico a la vez. Por eso organizan actividades como video-debates, volanteadas, radios abiertas, jornadas de formación y buscan producir conocimientos y accionar desde su rol docente, dado que en su mayoría el colectivo está integrado por trabajadoras de la educación. Según expresa una de sus integrantes –Ruth Zurbrigen– la militancia y la lucha la llevan a cabo desde su lugar de trabajo promoviendo gestos político pedagógicos. Por otra parte, también defienden el activismo callejero, el repudio a violadores, a sentencias de jueces y de funcionarios, entre otras, desde acciones de denuncia concretas. Con este fin, se apropiaron críticamente de la utilización del “escrache”, en tanto forma de señalización y denuncia de una situación de impunidad, según el sentido que a este término dio la agrupación H.I.J.O.S a partir de los noventa al “escrachar” los domicilios y los lugares de trabajo de militares y civiles que participaron del plan de secuestro y desaparición de personas durante la última dictadura militar en nuestro país. Además de la acción de “escrachar” el colectivo implementó otras formas de presencia performática en el espacio púbico. Así, una acción callejera que merece mención es la que realizaron el 25 de noviembre de 2007 en Neuquén cuando organizaron una marcha por la no violencia y colocaron una tela cubriendo el monumento a San Martín con la siguiente consigna: “¿Qué harías si tu hijo fuera heterosexual?”. Dicho gesto tuvo mucha repercusión: desde la celebración hasta el comentario de personas que pensaron que había un error en la leyenda pues estimaban que debía decir “homosexual”. Es interesante cómo un recurso tan sencillo interpela de un modo tan profundo a la ciudadanía en su conjunto sobre sus propios prejuicios y las distintas formas de discriminación que pueden ejercerse sobre el otro. En relación con el espacio público como el lugar donde se inscriben estos gestos, cabe destacar la apropiación del monumento a San Martín que en reiteradas oportunidades el colectivo decide implementar, el cual por su ubicación se transforma en un lugar de circulación y congregación singular; precisamente por eso es atravesado por sentidos ajenos a aquellos con los cuales fue erigido, como ocurrió con otros monumentos como la pirámide en la Plaza de Mayo en Buenos Aires y el posterior uso que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo dieron a la misma. Aquí, el potencial simbólico del monumento se encuentra rebasado ya que se trata de un espacio público y simboliza el lugar de otras luchas sociales, de otras formas de conmemoración y denuncia que nada tienen que ver con los sentidos que aquél tenía. Finalmente, quisiera señalar una última acción del colectivo que buscó transformar la denuncia en un acto creativo. Cuando se cumplió un año del fusilamiento del docente Carlos Fuentealba decidieron realizar una acción en el marco de la marcha organizada por los trabajadores de la educación para conmemorar el aniversario de su asesinato en manos de la policía y exigir justicia. La Revuelta organizó una campaña de recolección de guardapolvos difundida a través de la radio donde invitaban a la comunidad a prestar o donar un guardapolvo; los más de quinientos guardapolvos recolectados fueron colocados encima de una tela negra que cubría el monumento a San Martín y fueron intervenidos con frases de conmemoración y de repudio hacia la gestión del entonces gobernador de la provincia de Neuquén Jorge Omar Sobisch por su responsabilidad en aquella jornada de lucha docente que terminó con represión policial y la muerte de Fuentealba. El día de la marcha en homenaje a Fuentealba, el colectivo entregó un souvenir de regalo que más que recordar advertía sobre lo acontecido. Para realizarlo, se moldearon cientos de tizas con formas de balas que fueron pintadas de dorado y acompañadas de la inscripción “las balas que vos tiraste te van a volver”. Es preciso advertir que dicha acción para unos puede resultar extrema por reivindicar la violencia, en este caso hacia Sobisch pero también puede pensarse que aún cuando se reconozca el carácter extremo de este tipo de prácticas conviene tener presente que la intención del colectivo fue polemizar y generar escándalo por lo que el medio debía ser necesariamente “extremo”. También es posible pensar que con ese gesto La Revuelta pretendió ubicarse en un lugar de combate que nada tiene que ver con la violencia como la perpetrada sino con la reivindicación del lugar docente en tanto el arma de resistencia paradigmático y en tal sentido ejemplar elemento de protesta. Resta decir que presenté algunas de las acciones de La Revuelta por considerar que si bien no son autoproclamadas estéticas su accionar vuelve visible la importancia de los medios artísticos para producir determinados efectos políticos, y cómo para lograrlo –al igual que le ocurre al arte contemporáneo– deben explorarse nuevos y radicales procedimientos que permitan combatir la apatía de los pasivos destinatarios con medios creativos que deliberadamente corran el riesgo de resultar escandalosos. 1) Longoni, A. (2005): “La legitimación del arte político”, “¿Tucumán sigue ardiendo?” en Brumaria, Nº 5, Madrid, 43-52, p. 234

María José Melendo UNC-Conicet

 


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