El «backlash» y el incesto contra la hija/niña

Por Eva Giberti

Las políticas patriarcales destinadas a mantener la sumisión obediente de los hijos e hijas se vieron jaqueadas por la Convención de los Derechos del Niño. La doble legalidad históricamente ejercitada por los padres sostenía: 1) el cuerpo del hijo les pertenece a los progenitores. Sería de derecho probado y natural e incorporaba una legalidad de los cuerpos. Y 2) una legalidad en relación con la cultura articulando la propia ley paterna con normas culturales de aplicación blanda que permitía al adulto sostener «tengo mi propia ley que me autoriza a disponer del cuerpo de mi hija; pero como a la vez tengo una relación con el mundo externo, debo cuidarme para que no se sepa». Se trata de dos legalidades, que operan ensambladas, destinadas a sostener «yo con mi hija hago lo que quiero», al mismo tiempo que se contaba -se cuenta aún hoy en día- con una legalidad blandamente establecida.

La evidencia del incesto paterno, que es una violación de su hija niña, deja al descubierto la trama familiar que sostenía -sostiene- el abuso de poder masculino. Descubrimiento que, asociado con la evidencia de la violencia familiar, actualmente demostrada como actividad prioritariamente puesta en práctica por el género masculino, inauguraba una zona crítica en la idealización de las organizaciones familiares.

La Convención por los Derechos del Niño redujo el espacio de poder y de abusos (de índole sexual, laboral, familiar y otros) que los adultos ejercían respecto de niños y niñas. Comenzaron a presentarse denuncias contra padres incestuosos y contra otros adultos abusadores y también surgieron los abogados capaces de sostener legalmente denuncias y de avalar los dichos de las criaturas incestuadas. Ya no pudo ocultarse la evidencia de los ataques paternos contra las niñas (que son las principales víctimas según lo denuncian las estadísticas internacionales), hechos conocidos por las historias descriptas desde antiguo, pero escamoteados jurídica y socialmente por quienes insisten en sostener el derecho/poder masculino sobre hijos e hijas. El proceso de visibilización de estas violencias se instituyó como dato de la realidad, que destituyó la creencia que sostenía que incestos y abusos sólo se encontraban en las clases populares; está comprobado que ambos delitos se registran, con modalidades propias, en todas las clases sociales y entre sus protagonistas activos encontramos profesionales de diversas especialidades.

Entonces surgió el fenómeno denominado 'backlash', o sea reacción negativa y violenta ante hechos que sobrepasan la posibilidad de ser tolerados por quienes no sólo pierden poder, sino deben cargar con responsabilidades que remiten al abuso de poder que constituye un universo específico dentro del género masculino. En nuestro medio los aportes de Virginia Berlinerblau, médica forense, son de un valor fundamental para su análisis.

¿Cómo se puso en práctica el fenómeno? Jueces y abogados, acompañados por otros adultos, particularmente por los denunciados, iniciaron una campaña de desestimación de los peritajes psicológicos y de las argumentaciones jurídicas de los abogados defensores de las víctimas. A partir de eso -salvando excepciones- innumerables peritajes que avalaban los dichos de niños y de niñas se consideran falseadores de los hechos. El campeón de esta postura fue Richard Gardner Creative Therapeutics. Ed. Creskill, NJ 1987, que aportó la idea de síndrome de alienación parental. Este autor, que es severamente cuestionado en los Estados Unidos, sostuvo -y lo repiten quienes lo citan- que en los divorcios controvertidos la mujer inventa situaciones de incesto paterno para impedir las visitas del padre a la hija o hijo. Es decir, las mujeres serían quienes deforman los hechos. Como es posible encontrar algún ejemplo de esta conducta (que está muy lejos de poder generalizarse), su tesis tuvo rápido eco en quienes estaban interesados en desactivar el avance de los derechos de la niña. Recurren prioritariamente a las opiniones de este autor quienes están interesados en oponerse, por principio, a las denuncias de incestos y abusos.

Este planteo no puede descuidar el análisis de los errores que podrían cometerse durante los peritajes o los deslizamientos ideológicos de quienes los realizan, razón por la cual es preciso ocuparse de la formación de quienes los producen, como es necesario incorporar nuevos conocimientos en la formación de quienes se especializan en el campo del derecho.

La necesidad de mantenerse alertas ante las propias convicciones, revisándolas cuidadosamente y exponiéndolas a contrastaciones y verificaciones técnicas, constituye una exigencia ética actual, sin desentenderse del capital patriarcal/dominante que resultó jaqueado cuando las palabras de los niños y de las niñas pudieron ser escuchadas.


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