El Bolsón debate su desafío de entrar pronto al siglo XXI

La sociedad local ingresa a un año de grandes cambios. Exigen a los gobernantes otros compromisos. El "despegue" es la utopía de todos sus pobladores.

La belleza de El Bolsón no tiene límites para quienes optan deleitarse con lo único, singular e impactante.
EL BOLSON (AEB).- Caliente como pocos. Así será este 2003 para El Bolsón. Cambios políticos de todo tipo, reacomodamiento económico, resurgimiento de la actividad turística y, principalmente, recomposición del tejido social afectado por la crisis.

Solo 77 años. Un efímero espacio de tiempo en la continuidad histórica de una localidad. Desde aquella aldea agrícolo-ganadera hasta esta villa de montaña con sueños de destino turístico se registró un cambio inmenso, para que muy pocas cosas cambien.

Aquí, los odios y los amores son tan intensos como efímeros. Por eso se dice que El Bolsón se ha declarado como «zona no nuclear» porque nadie puede nuclearse más allá de intereses temporarios. Aunque esto es una falacia, siempre funciona a la hora de generar leyendas y crearse una imagen «hacia afuera».

«Año bisagra este 2003» podría decirse. Es la hora del cambio y nadie quiere que el reloj se quede sin pilas. Por eso muchos se atolondran pensando, inventando, creando nuevas opciones de crecimiento. ¿El estado acompaña?: por ahora no.

Los actuales dirigentes deben reconsiderar sus prioridades. ¿Qué es primero: el voto o el votante? Por ello puede constatarse que los bolsonenses exigen nuevos compromisos con más de política y menos de partidismo.

Reclaman nuevas pautas de juego económico que permitan a la localidad realizar el «gran despegue» que todos ansían, pocos intentan y casi ninguno logra.

A 77 años de distancia, todo cambio para que nada cambie. ¿Qué separa a aquel viejo pionero del 20 de este bolsonés de principios de siglo? Casi nada. El arraigo al terruño (nativo o por opción) es igual de fuerte. La utopía de «la isla cordillerana» aun no ha muerto. La búsqueda de protagonismos es idéntica.

Entonces el planteo actual debería ser el «volver a las fuentes», al cultivo de la tierra, a la solidaridad vecinal, a la falta de egoísmo citadino, al trueque como principio y no como moda, a la sonrisa y la mano abierta.

Si algo de esto se logra, 77 años no habrán pasado en vano y El Bolsón podrá entrar al siglo XXI (aun no lo hizo) con esperanzas por delante y mucho orgullo por detrás.

Una intensa y variada oferta multicultural

EL BOLSON (AEB).- En cada esquina de El Bolsón, nace una melodía, se eleva una pincelada o una roca toma forma. La movida cultural es impresionante y asi lo entienden los visitantes que llegan para asombrarse.

Festival internacional de jazz, músicos visitantes con renombre e historia, nacen nuevos grupos para el aplauso…la música es dueña y señora de cada rincón de El Bolsón.

Los amantes del jazz estan de parabienes, la localidad demostró recientemente que está preparada para recibir músicos de primer nivel y disfrutarlos en una esquina bajo la luz de las estrellas.

Por allí suena «El Tinkazo», banda poderosa y procer en esto de hacer bailar a los cordilleranos, se suma «La Roca» o los nóveles «ACME» y todos se ganan una porción del público que también comparten «Sofrito Na Má» o «Clara Bo Jazz», solo por citar algunos.

La música folklórica tiene ahora a «Chacayal» y «Aguafuerte» dos apariciones que llegaron para cambiar el rostro del canto nativo y patagónico. Con violines y guitarras unos o el potente recurso de sus voces los otros, caminan los escenarios regionales asombrando a multitudes.

Folk, rock, música celta, de la edad media o del futuro, sonidos metálicos y arrabaleros, algo de bossa nova, mucho de funk y arrabal y todo servido con un inconfundible sentir cordillerano. La receta es multifacética y atractiva.

La plástica no se queda atras. El Bolsón debe ser el lugar del mundo con mayor densidad de artistas plásticos por metro cuadrado. Megaexposiciones como «Patagoniartes» o la antigua «Artemil» asi lo demuestran. Y la sorpresa se transforma en admiración ante la calidad atesorada en pocos kilómetros a la redonda.

«Todos somos un poco artistas en lo nuestro» dice con filosofía de feria un artesano bolsonés. Detras de sus palabras se esconden los múltiples usos prodigiosos que ostenta una mano con imaginación.

Esta «isla cultural» es única e irrepetible. Allí, cual Biblia junto al calefón, conviven los consagrados y los ignotos, y todos son dignos de exponer su arte en las mejores galerías del mundo.


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