El botiquín y más

Ninguna guardería, escuela o jardín de infantes puede dejar de tener en condiciones su botiquín, que debería ser una caja transportable pero herméticamente cerrada, para que los chicos, independientemente de su edad, no tengan acceso a su contenido y no puedan transformar cualquier cosa que este contenga en un arma mortal.

Describiéndolo someramente, debiera tener pocos medicamentos básicamente analgésicos-antitérmicos pero sí elementos de primeros auxilios: alcohol al 70% para desinfectar lastimaduras, agua oxigenada, gasas estériles, algodón, vendas, triángulos de tela por si en caso de hemorragia hay que hacer un torniquete, gasas pequeñas que puedan usarse como tapones en la nariz cuando hay sangrado, muy frecuente cuando los chicos se caen o se golpean.

Los antisépticos más utilizados son la clorhexidina y la iodopovidona. Habitualmente se distinguen entre sí porque los productos basados en la primera de las sustancias son incoloros y los basados en la segunda, rojos; pero actualmente hay formulaciones donde esas características cambian. Estos antisépticos son los mismos que están en la base de la mayoría de los jabones desinfectantes.

Y un detalle señalado por el especialista: «En el botiquín deben estar los teléfonos del servicio de emergencia y del centro de toxicología más cercano». No está de más.

La diferencia la puede marcar una salita de enfermería, «con un botiquín, una camilla y tubos de oxígeno, porque los chicos muy chiquitos, desde los lactantes hasta los de 5 años, pueden hacer convulsiones por fiebre, y en ese caso la primera medida tiene que ser el oxígeno». Las convulsiones pueden sobrevenir incluso sin fiebre, advierte el médico del Clínicas, y obviamente los docentes, que no están capacitados para dar medicación anticonvulsivante ni tienen por qué estarlo, pueden tomar la decisión de aplicarlo, rápida y fácilmente, para evitar que el niño se ponga cianótico ante la falta de aire para respirar.

Simplemente basta con colocarle la mascarilla y abrir la llave de oxígeno del tubo.

Por otro lado «en un aula o una salita siempre hay por lo menos un chico asmático», con lo que el nebulizador puede ser otro de los elementos que marquen la diferencia en una escuela bien equipada.


Ninguna guardería, escuela o jardín de infantes puede dejar de tener en condiciones su botiquín, que debería ser una caja transportable pero herméticamente cerrada, para que los chicos, independientemente de su edad, no tengan acceso a su contenido y no puedan transformar cualquier cosa que este contenga en un arma mortal.

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