El centenario de un escritor misterioso 

En julio se cumplirán cien años del nacimiento del escritor y piloto francés Saint-Exupéry, cuya obra absolutamente original, "El Principito", dio la vuelta al mundo.

El día en que aterrizó en cercanías de San Antonio

NEUQUEN (AN).- «¿Qué era Saint-Exupéry? ¿Un escritor que era aviador, un aviador que era escritor; era un inventor que además escribía y volaba aviones? Era todo eso».

A casi 60 años de su desaparición en vuelo en el Mediterráneo y a cien años de su nacimiento, Antoine de Saint-Exupéry suscita todavía inquietantes preguntas.

Su más popular y más leída obra, «El Principito», consiste en sí misma un universo de misterios a despejar.

Considerada desde su publicación, en 1945, una obra para niños, ofrece una complejidad interpretativa y varios niveles de lectura no estrictamente dirigidos a un público infantil.

Otro de sus textos, la novela «Vuelo Nocturno», estimuló al equipo de cátedra de Literaturas Europeas de la Universidad Nacional del Comahue a reunir a especialistas, docentes, alumnos y lectores del escritor francés para indagar en su pensamiento y escritura.

Organizó entonces, coordinadas por el dramaturgo y titular de la cátedra citada Alejandro Finzi, las «Jornadas Saint-Exupéry», que se desarrollarán entre el 16 y el 18 de junio próximo en la UNC.

Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, Francia, y desapareció a los 44 años en la que fue su última misión aeronáutica.

Es Finzi quien trata de definir la índole de la fascinante personalidad del autor evocado y quien se manifiesta admirador de «Vuelo nocturno», la obra que el escritor local define como «un gran espacio autobiográfico enmascarado en una ficción, una de las primeras grandes novelas patagónicas».

En su condición de piloto de una compañía aeropostal, Saint-Exupéry voló cielos de esta región y escribió los registros de su mirada desde el aire en diarios de viaje y otros textos como esta novela, cuyo protagonista es «sin duda, él mismo».

La obra «instala en la literatura universal a la Patagonia», un territorio desértico e inmenso, asimilable a las extensiones africanas que también documentó en «Correo del sur», otro texto incluido en el corpus de sus crónicas viajeras.

«Se habla mucho del paisaje aéreo que él veía, sobre todo la península Valdés, que es evocada con posterioridad en «El Principito». Desde esta geografía patagónica se aclara la figura de un escritor europeo, mientras tanto un escritor europeo inscribe una geografía en la literatura universal. Es la primera vez que ocurre.

Creo que ahora que la Patagonia es un poco una zona internacional muy codiciada por los operadores turísticos hay a veces una caricatura que hace de esta región un espacio de magia. El conocimiento adecuado se encuentra en novelas como «Vuelo Nocturno»».

Postergada de la investigación académica a partir de los años ardorosos del Mayo Francés – «no era lo que se dice un escritor comprometido políticamente»-, la obra de Saint-Exupéry se articula con el pensamiento humanista, la tradición narrativa católica y con la novelística de viajes junto a André Malraux, apunta Finzi.

En contraste con la corriente en la que escritores como Paul Valery anunciaban que «la Gran Europa era la madre de América, la literatura de Saint-Exupéry desmiente esa tesis: describe el mundo para los franceses y entre esos espacios descubre la Patagonia. Su mundo literario está imbricado con su vida militar, ya que era aviador profesional, y también con sus inventos.

«Naturalmente, participó en la guerra y perteneció a una generación marcada por esa guerra. A los 44 años tenía prohibido volar porque sólo podía hacerlo hasta los 30. En junio del «44 se le autorizaron cinco misiones excepcionalmente. Para eso las fuerzas de liberación de De Gaulle habían accedido a regañadientes porque querían preservarlo de cualquier problema.

El pidió, casi suplicó, a su jefe que le permitiese hacer una misión e ir a fotografiar las bases nazis sobre el bajo Mediterráneo. Dijeron «muy bien, teniente, le vamos a dar una última misión». Fue la última. No volvió nunca más.

Allí se abre un capítulo sobre el misterio de su muerte. ¿Fue acribillado por la metralla antiaérea nazi, fue un desperfecto técnico o un suicidio? ¿Cómo saberlo? El no podía concebir su propia vida fuera del ámbito de la aviación y sabía que corría riesgo concreto: volar a más velocidad que su tiempo era para gente más joven que él. De modo que sigue siendo un misterio».

«Lo esencial es invisible a los ojos»

«Cuando se quiere ser ingenioso ocurre que se miente un poco».

Todo «El Principito» es una fábula, un juego de alegorías cuyas surtidas interpretaciones lograron a veces rozar el disparate: la última dictadura argentina consiguió la hazaña de prohibirlo. Hasta el año «81, iba por la edición número 97 y es sin duda la obra literaria más difundida del siglo. El mundo que describe, los personajes, el lenguaje sencillo pero sugestivo que emplea y aun las famosísimas ilustraciones del autor convirtieron a esta obra en un artefacto cultural frecuentado hasta la extenuación. Miles de páginas en Internet están dedicadas hoy a «El Principito» y, en menor número, a su autor. Una de ellas cita un parlamento del zorro para adornar una oferta de fotos pornográficas a 700 dólares la suscripción: también el consumo desenfrenado se ha cebado en el pequeño héroe de uniforme militar.

«Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor», dice Saint-Exupéry en el prólogo del texto, dedicado a León Werth «cuando era niño». Generaciones y generaciones de niños, desde el «45 para acá, supieron disculpar la dedicatoria.

Muchas frases del libro han funcionado como clichés de la cultura instantánea y descartable. «Lo esencial es invisible a los ojos» es quizás la más trajinada. Finzi discute con esta frase, le replica. La considera «muy poco feliz y regresiva». Argumenta que lo esencial es, por el contrario, «absolutamente visible: se ve, se toca, se huele» y en su obra teatral «La isla del fin del siglo» su objeción se expande en un diálogo entre Saint-Exupéry y Hugo, un vendedor de libros que no es otro que Finzi.

El escritor francés dice estar escribiendo un libro cuyo título iba a ser la meneada frase. Hugo replica: «Eso es una barbaridad. Una frase atroz, una frase llena de terror. Todo aquello que es esencial se ve bien clarito: los continentes, las selvas, los valles, las montañas, el desierto, la estepa… No, Saint-Exupéry, quite esa frase de su libro. Aquello que es esencial, por su misma razón, por su misma ley, es íntegramente visible». Y lo invita mirar la puesta de sol. (AN) 

Con especialistas extranjeros :

Organizadas por alumnos y docentes del departamento de Letras de la Universidad del Comahue, las «Jornadas Saint-Exupéry» abordarán un temario que comprende la Patagonia y América Latina en la obra del autor; «El Principito» en la escuela; la relación de Saint-Exupéry con el pensamiento político contemporáneo, con la literatura de viajes, y con los escritores de su época. También se revisará la crítica a propósito de su literatura, así como la circulación y recepción de su obra más divulgada, «El Principito».

Las jornadas se proponen como un espacio de intercambio y difusión de las investigaciones acerca del escritor francés, con particular interés en la enseñanza de su obra en la escuela media.

En calidad de expositores invitados, estarán los profesores franceses Francois Delprat (Universidad de París III), que hablará de Saint-Exupéry y el medio intelectual parisino; Denise Delprat, Christiane Seris (Universidad de Angers, Francia) y Jorge Carro, de la Universidad Nacional de Guatemala. También habrá representantes académicos de universidades nacionales.

Hasta el 14 de abril se recibirán las ponencias. Las inscripciones -40 pesos los expositores, 30 los oyentes y cinco pesos los estudiantes- pueden hacerse en Buenos Aires 1400, telefax (0299) 440-2372 o por e-mail a finziveg@infovia.com.ar o finziveg@hotmail.com (AN)


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