El «Choconazo», rescatado del olvido
La escritora Sofía Pelliza vistió de novela un conflicto que paralizó el país
NEUQUEN (AN).- Fue uno de los primeros movimientos en la Argentina que intentó quitarse la suela del zapato incrustada sobre su cabeza. Fue uno de los herederos del Cordobazo que buscó mantener en alto la revelación ideológica y política que se venía gestando en el movimiento obrero. Un conflicto que con el correr de los años se fue perdiendo en los rincones del olvido colectivo. Y que hoy puede volver a ser parte del quehacer cotidiano leyendo unas ciento cuarenta y pico páginas que la escritora Sofía Pelliza dio a llamar «El Chocón, huelga y milagro».
«Busqué sin esperanzas la avenida Alac, la Plaza Cura Obrero, el barrio Monseñor De Nevares o el Hospital Obreros del Chocón. ¡Nada! Ni un mísero pedrusco recuerda en ese lugar a quienes dejaron allí sus esfuerzos, sus sueños y sus lágrimas», escribió Sofía en la carilla 141, tratando de entender por qué nunca recibieron un digno homenaje los hombres que marcaron a fuego la historia de un páramo desierto que en algún mo
mento saltó a la palestra cuando el ex presidente de facto Juan Carlos Onganía lanzó a los vientos que allí se levantaría «la obra del siglo».
Hoy la villa goza de una «salud» que en aquellas épocas parecía impensada. Calles bordeadas de jardines, una lago increíble en el que la mirada se pierde indefectiblemente, turistas que llegan a borbotones para conocer un poco más sobre la prehistoria… Sólo quedó la magnífica represa que ilumina las calles de Buenos Aires, y un triste pedazo de tierra «arrasado», la villa Obrera, lugar en el que alguna vez miles de obreros vivieron y sembraron esperanzas de futuro. Ilusiones que el destino terminó por sepultar.
«El Chocón, huelga y milagro» es una especie de documental impreso a modo de novela que nos sumerge de lleno a fines de 1969, cuando estalló el conflicto durante la construcción de obra hidroeléctrica. Que cuenta cómo un puñado de obreros se cansaron de las «inhumanas» condiciones laborales. De cóm se hartaron de esperar el apoyo de un gremialismo -el de la UOCRA- colaboracionista con la dictadura. Y que estallaron en ira cuando ese sindicalismo intentó soslayar sus dignos derechos.
Métodos que hicieron germinar un nuevo liderazgo social al movimiento trabajador. Un movimiento que encabezaron mentes como Antonio Alac, Armando Olivares, Edgardo Torres y el párroco -por aquellos tiempos- Pascual Rodríguez. Un movimiento que contó con un ángel guardián: el obispo Jaime De Nevares.
«Parece increíble recorrer la villa hoy -dice Sofía-. Allí no se recuerda nada de esas jornadas heróicas. Parece que la gente olvidó la historia. Viven en un vergel, con el tema del turismo y los dinosaurios. Ni siquiera saben dónde está la barda en que los obreros se juntaba para delinear las luchas». Parece mentira que en ese mismo lugar hayan nacido nuevos líderes y mitos que se erigieron bajo el signo común de la consecuencia y la transparencia. Lugar donde germinaron tendencias políticas de izquierda -ya sea que adhirieran al marxismo, al peronismo o al cristianismo-, caracterizando una nueva coyuntura. Un lugar donde el obrero se encontró con las formas directas de organización y lucha. Un lugar donde aprendieron a reflexionar sin prejuicios.
La novela cuenta los hechos ya conocidos desde otra óptica. Toma prestados los ojos de un adolescente llegado desde un pueblito de La Rioja para contar con lujo de detalles cómo se fue incubando el proceso que tuvo a un país paralizado, que echó raíces en una provincia que comenzaba a ver el sol.
Habla de las «asquerosas» maniobras de un hombre llamado Rogelio Coria -el cabecilla de la UOCRA-, resalta la solidaridad de los párrocos Pascual y el fallecido Juan San Sebastián, el amor de
Nota asociada: Ella, inquieta y curiosa Los personajes desde su óptica
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