El “chovinismo” populista de Dilma

EMILIO J. CáRDENAS (*)

Cualquiera que sea sincero debería admitir, con la mano en el corazón, que la aerolínea chilena LAN es probablemente la mejor empresa aérea de la región y, más aún, del mundo. Su nivel de calidad y eficiencia en el servicio no tiene parangón en nuestro rincón del mundo. Por esto, al enterarnos de que LAN se acaba de aliar con la brasileña TAM (que tiene el 43% del mercado brasileño), la reacción de muchos ha sido: no vaya a ser que esa alianza genere una desmejora en el nivel de servicio que presta LAN. Habrá en más un holding en el que participarán los accionistas que controlan ambas compañías. Desde allí la gestión del conjunto se compartirá “mitad y mitad”, con equilibrio. Al final aparecerá (luego de obtenidas las autorizaciones pertinentes) “Latam Airlines Group”, que se transformará en la tercera empresa aérea del mundo en términos de capitalización bursátil, lo que debiera tranquilizar un tanto al consumidor. Esa empresa será controlada por la suma de la participación de las familias Amaro (Brasil), del 13,52%, y Cueto (Chile), del 24,07%, lo que se traduce en un paquete de control efectivo con el 37,59% de la nueva compañía. Los inversores individuales del mercado que tienen acciones en las dos aerolíneas que cotizan recibirán acciones de la nueva empresa. Así quienes hoy tienen individualmente, en el mercado, acciones de LAN recibirían el 46,6% de las de la nueva empresa y quienes hoy tienen individualmente, en el mercado, acciones de TAM recibirían el 15,81% de las de la nueva empresa. Pero para la candidata presidencial brasileña del oficialismo Dilma Rousseff las cosas no son tan así. Ocurre que se ha revelado como peligrosa chovinista, esto es como alguien que cae en “una exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero”, según el diccionario de nuestra lengua. Quizás por exigencias de la campaña electoral en la que está sumida. En efecto, Rousseff acaba de filosofar: “Espero que, dado el tamaño de Brasil, haya un predominio del capital nacional”. Lo dijo tan pronto como fuera consultada sobre el acuerdo. Sería bueno, creemos, que eso no fuera así. El tamaño en sí mismo no es garantía de nada. Mucho menos de eficiencia. TAM tiene, para algunos, mucho que aprender de LAN en materia de gestión financiera y operativa. De allí sus razones para fusionarse. La calificación crediticia de LAN (BBB) es, por ejemplo, sustancialmente mejor que la de TAM (B+). Lo cierto es que, desde hace rato ya, Brasil no tiene una línea aérea como LAN con bandera de ese país. Y las que alguna vez intentaron serlo ya no están en el mercado, víctimas de sus propios errores. Por esto cabe celebrar el anuncio que especifica que cada una de las empresas aéreas que conforman la nueva alianza seguirá volando bajo su respectiva bandera, preservando las estructuras actuales de sus administraciones. Así TAM podrá aprender de LAN, sin costos para el usuario. Si la visión chovinista del Brasil que tiene Dilma Rousseff es la que ha expresado espontáneamente al opinar sobre la alianza referida, a la región no la va a ir bien con ella si triunfa, como pareciera previsible a estar a las encuestas, porque significaría que la igualdad de trato no es concebible y que el mero tamaño, como cree Rousseff, debería prevalecer y sobreponerse siempre a todo y a todos. Lo que es inaceptable simplemente porque supone postergar sin motivo a los demás aun cuando tengan ventajas competitivas reales, las que deberán –cree– sacrificarse ante la “imponencia” de los colores de Brasil. Preocupante, como definición, porque es expresión populista de aquello de “todo para mí”. (*) Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


EMILIO J. CáRDENAS (*)

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora