«El corsé joven no es prerrequisito para mi función»
"Río Negro" charló con Darío Lopérfido. Dejó su lugar de vocero, pero sigue en Cultura.
Hay signos que diferencian a Darío Lopérfido desde hace mucho. Cuando era todavía más joven que ahora. En la época del «Rojas», como le gusta llamar a su paso por el Centro Cultural, tenía la costumbre de usar un saco rojo.
Justo cuando proliferaban las camperas de cuero negro, y «yiraba» por los ambientes culturales porteños como un dandy. Lopérfido entiende de estas cuestiones de imagen. De lo importante que es ser distinto pero no demasiado.
Fue el vocero de Fernando de la Rúa hasta hace unas semanas para sorpresa y probablemente incomodidad de una parte de la clase política. Debió dejar el cargo en un momento en que las explicaciones se hacían más intensas y complejas. Acaso un triunfo de aquellos que no le tienen nada de estima. Pero, dicen también por ahí, que De la Rúa confía en él como en pocos. Lopérfido cumple con su papel y también le guarda fidelidad al presidente. «Con él llegué, con él me voy o cuando él quiera», dice el actual secretario de Cultura y Comunicación de la Nación. Más allá de su salida expeditiva, Lopérfido continúa siendo una de las caras jóvenes conocidas del partido radical. Es el único político capaz de aparecer en la revista «Rolling Stone», abrazado a su novia, María Gabriela Epumer, sin que se les atragante la fotografía a sus lectores. Lopérfido hace buena prensa de sí mismo. Y tiene, en el círculo rockero y de periodistas del rubro y de cultura en general, un amplio espectro de amigos.
Aunque por estos días estuvo en el Festival de Jazz de la Patagonia en Bariloche, hace unas semanas conversó en Londres con «Río Negro». De fondo, Illia Kuryaki exitaba a su audiencia del Barbecan Center. Otra ocurrencia del «team» Lopérfido-Hernán Lombardi (secretario de Turismo de la Nación) que también impulsó el encuentro jazzero que ya figura entre los más importantes del mundo para el próximo año.
-Tiene una relación bastante cómoda con cierta prensa. Sobre todo la joven. Lo vimos en la tapa de «Rolling Stone».
-Es una relación de respeto mutuo. Por ahí la primera nota que me hizo uno de estos periodistas fue en el Rojas, los dos éramos más chicos entonces.
-Conoce mejor la prensa que muchos otros funcionarios.
-Porque atravieso distintas prensas: la cultural, la política, la del espectáculo. Ser un hombre público es una de las condiciones del trabajo, pero no me gusta.
-¿Representa una nueva generación en la política argentina?
-Yo entiendo que sí. Por un lado la represento generacionalmente, no es la media de mi edad la que hay, en general las edades son más altas. Creo expresar la llamada nueva política. Que es cierta señal de rebeldía frente a mecanismos de la política que no nos gustan.
-Por ejemplo…
-La política entendida solamente como la lucha por el poder. Durante mucho tiempo la política era entendida como la lucha por el poder para después hacer negocios. En la Argentina hay mucha lucha política y poco debate por las ideas.
-Sabe que algunos no lo quieren…
-Sí, me va mejor con la gente que con los dirigentes políticos. Probablemente tenga un discurso que irrite. Como el discurso de que los medios del Estado tienen que ser pluralistas.
-Probablemente admire más a un músico que a un político…
-Admiro a De la Rúa, a Sarmiento y a algunos otros políticos, pero admiro más a los buenos escritores que a los malos políticos.
-Entonces, su libro no es «El príncipe», de Maquiavelo.
-No, es «Calígula», de Albert Camus. El es mi referente intelectual de muchos años, porque si hay algún pensamiento humanista en el que me siento representado es en el de Camus, que fue un tipo que además hizo una vida completamente armónica entre la política y el arte. Escribió una gran novela, «La peste», una gran obra de teatro, «Calígula», y un gran ensayo político, «El hombre rebelde».
-Parece una condición de los intelectuales franceses, lo vemos en la actualidad con Michel Onfray y antes con Sartre.
-Sartre tenía una cosa parecida. Me gusta eso y en el caso de Camus la condición era que el pensamiento representaba el riesgo máximo por la ideas.
-José Luis Sampedro ha planteado que las democracias actuales funcionan con estructuras del siglo XVIII.
-Es verdad, pero es cierto que hay una necesidad del sostenimiento del sistema político. Es viejo, pero la consigna sería mejores partidos. Hoy también es viejo el sistema de cómo se manejan, por ejemplo, los clubes deportivos; manejan millones. La Argentina en términos de su conducción intermedia está completamente desactualizada.
Un rock por Angeloz
-El gobierno tiene en usted una persona que llega a determinada generación. Pensamos en «Rolling Stone». A propósito, ¿recuerda la campaña joven de Angeloz?
-Me acuerdo de la gira nacional «Rock por Angeloz». Bueno, hay un reconocimiento, además yo no reniego de mi lugar de pertenencia. No me gusta el corsé joven, no es un prerrequisito para mi función. No he querido resignar mis hábitos. Yo iba a comer con determinada gente y lo sigo haciendo. No dejé de ir al «Soul Café» donde me conocen y voy desde hace cinco años.
-¿Qué político podría hoy aparecer en «Rolling Stone» u otra revista joven?
-Ninguno.
-¿Cómo vivió lo de Angeloz?
-No me cerraba para nada, pese a ser un tipo que estaba en el radicalismo. Fui a verlo a Ferro, creo, pero porque tocaba Charly García, no me cerraba. Todas las expresiones que no tienen correspondencia con la realidad fracasan. ¿Conocés a Forilorte, Fernando Peña? Es un político, todo mal. De esos que dicen «podemos arreglar».
-Es lo arraigado en el ideario colectivo.
-Ha cambiado. Pero si vos agarrás la ecuación de político tradicional amigo de las estrellas de rock, queda mal.
Jazz, carne y vino
-En cierta forma han replanteado los usos prácticos de la cultura.
-Tiene varios usos. Se puede pensar desde un pensamiento productivo que es esto, la cultura y el turismo, y tiene otro ítem: es un igualador social.
-El turismo como recurso ha funcionado por años en la Argentina gracias a la actividad privada y por la sola atracción que genera en Europa. Ustedes se han involucrado en el tema y tal vez la ecuación les cierre.
-No lo pienso tanto en el sentido de la ecuación, sino en el sentido de lo que creo que hay que hacer. Creo que está bien, no importa cómo dé.
Esto que hacemos con Hernán Lombardi hace mucho que lo pensamos.
Hay una sinergia, es decir: vamos a hacer un festival de jazz en la Patagonia, entonces le damos mayor desarrrollo y posibilidades turísticas a la Patagonia. A su vez venimos a Londres, mostramos la marca argentina y al mismo tiempo en el catálogo que repartimos acá les explicamos a los ingleses que hay un festival de jazz.
Con Hernán es como si habláramos en código. Decimos: ¿viste que la Argentina es vino y carne? Bueno, ahora yo te digo vino, carne, Teatro Colón y Patagonia Jazz. Te amplío el rango.
Claudio Andrade
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