“El deber de un hombre es dejarle una buena renta a su mujer”

Por Horacio Lara

En setiembre de 1973 todo el mundo hablaba de Esther Vilar.

Es que esta porteña, a los 38 años, era best-seller con “El Varón domado”, que en semanas nomás llevaba vendidas 22 ediciones, traducidas en 11 idiomas, con un millón y medio de ejemplares.

Todo el mundo hablaba mal de ella. Sostenía que las mujeres son la peor maldición que hay sobre la tierra. Por ello, en Munich, donde ella vivía por entonces, recibía amenazas e injurias. En los países socialistas prohibían su libro. En Italia, las obreras que debían encuadernar su obra se declaron en huelga. En Londres apedrearon el hotel donde se alojaba para promocionar el libro.

Ella decía:

“Un hombre puede morir de muchas maneras.

Decapitado o estrangulado.

Congelado o accidentado.

Destripado o descuartizado.

Pisado o envenenado.

Quemado o acuchillado.

Operado o ahorcado.

Puede morir en la cama o en la calle.

Puede morir atomizado o electrocutado.

Puede morir horriblemente.

Pero lo único que a la mujer le importa es que ese hombre, su hombre, muera con la conciencia tranquila, seguro de que al morir cumplió con su deber.

¿Y cuál es el deber de un hombre?

Mantener a su mujer.

¿Y cuáles el deber de un hombre a la hora de su muerte?

Dejarle una buena renta a su mujer para que ella pueda vivir sin sobresaltos”.

Tremenda la porteña. Provocadora. “La mujer quiere cobrar, de una manera u otra, a cambio de su amor”, pensaba por aquel tiempo. “Los chicos no dan tanto trabajo. Lo que pasa es que ellas utilizan a sus hijos como rehenes: muchos hombres, cuando ya han adivinado que son objeto de un fraude por parte de sus esposas, siguen encadenados al trabajo para no perjudicar a esos niños a los que quieren más que a su mujer”. ¿Y los hombres no hacen nada, al respecto? Esther decía: “No le interesa. Le gusta vivir explotado. El sexo es la única recompensa que hay para él en la vida y sólo dominado logra su objetivo”.

¿Y de las feministas qué pensaba, en esa época? “Los movimientos de liberación femeninos son paparruchadas. Se quiere luchar contra el hombre cuando éste no es un enemigo para nosotras sino todo lo contrario, un esclavo que gusta de ofrecerse como voluntario al yugo”.

Chiquita de altura. Lengua larga y filosa. Entusiasta del negocio editorial que la estaba beneficiando. Dominante. Odiada por las mujeres del mundo porque ella pensaba, decía y lo escribía en “El varón domado”:

* Las mujeres pueden elegir entre la forma de vida de un varón y la forma de vida de una criatura de lujo, tonta y parasitaria. Casi todas optan por la segunda posibilidad.

* ¿Qué es lo que hace que las mujeres busquen al varón? Sólo su dinero.

* Los hombres deberían saber que una mujer puede tener pensamientos helados y clarísimos mientras se le velan los ojos de lágrimas.

* Sin dinero no hay varón que pueda casarse con una mujer.

Desde ese año, 1973, a ahora, pasó tanto agua debajo del puente, que sus ideas huelen a viejas y alocadas. ¿Huelen a viejas y alocadas?

Por Horacio Lara

hlara@rionegro.com.ar


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