EL DEDO ACUSADOR: Los ecos de la tragedia en San Antonio Oeste
Por Vanesa Miyar
OPINIÓN
Una nueva tragedia conmovió a San Antonio. Muertes jóvenes, de chicos de 16 y 19 años que perdieron la vida arrollados por un automovilista de 25. Se presume que los tres participaron de la misma fiesta poco antes del encontronazo en la ruta decisiva, o al menos las dos víctimas fatales, que junto a chicos de distintas escuelas secundarias anticiparon en una disco lo que será el festejo del estudiante, ya que por tradición local esa celebración se extiende por más de una jornada, que más que sol y playa eligen de escenario la noche y sus boliches.
Tres reuniones se llevaron a cabo en el consejo de seguridad local, órgano consultivo compuesto por las principales instituciones (policía de los tres sectores del ejido incluidas) para planificar el operativo de control que no tuvo en cuenta esta fecha y se programó para iniciarse a fines de esta semana. Reuniones estas que contaron con una altísima presencia de adolescentes y escasa o nula participación de padres, que fueron convocados en ambos casos a sumarse a la organización.
Lo cierto es que la ocasión no ameritó controles especiales en las rutas, por las que durante la noche del sábado y madrugada del domingo se movilizaron muchísimos jóvenes desde SAO hacia la villa, y ése fue el reclamo que llegó junto con la desazón por las pérdidas.
Sobre el suelo arrasado por la tragedia se puede construir, pero sólo si el análisis de las acciones que se podrían haber puesto en juego para cambiar una desgarradora historia apunta a reflexionar, accionar en consecuencia y seguir, aplicando esas variantes que sin poseer lamentablemente el grado absoluto de certezas hubieran permitido pensar que se hizo lo posible para evitar un triste desenlace.
Pero esa reflexión desaparece cuando la estrechez de miras la convierte en búsqueda y detección de culpables, porque el que se designa como el más evidente termina licuando las responsabilidades compartidas, y nadie asume su parte al ver que los que integran ese gran porcentaje señalado producen por descarte la justificación del resto.
El lunes, ese clima fue el que se vivió y se trasladó finalmente a una reunión extraordinaria del consejo de seguridad local. Antes de que llegaran las autoridades policiales, los miembros de otras instituciones recordaron la condición de consultivo de ese organismo y argumentaron que de nada sirve planificar si la policía no actúa. Al llegar, les pidieron explicaciones sobre lo ocurrido a los uniformados, que recordaron a su vez las tres reuniones en las que todos coincidieron en la fecha de inicio de los controles y nadie mencionó la fiesta previa a la primavera. Luego, todos cargaron contra los padres, al explicar que si ellos dejan en manos del estado la preocupación por la integridad de sus hijos mientras les facilitan el acceso a bebidas alcohólicas que compartirán con otros chicos en un departamento alquilado por ellos, nada cambiará.
Después, hubo algunas propuestas para sumar controles al operativo que vendrá, y en el medio, opiniones sobre lo irracional de un festejo en el que durante días los chicos se codean con excesos legitimados por los adultos, al que se sumó por último la discusión sobre falencias de fondo relativas a equipamiento y coordinación para este tipo de acciones de control que no pudo profundizarse debido a que nadie estaba allí para escuchar, y cualquier argumentación era sopesada como una justificación tras la que seguramente se ocultaba una acción que hubiera salvado una vida.
Nada fructifica sobre el suelo arrasado por la tragedia cuando la reflexión se nubla por la sombra que proyecta un dedo acusador. Lo saben todos los que participaron de la reunión de ayer, y salieron tratando de asumir que su grado de responsabilidad no era tan grande como el ajeno. Quizá porque donde hay mucho por modificar y es confuso saber por dónde empezar ir marcando culpables sirve, al menos para algunos, de subterfugio y consuelo.
LAS GRUTAS (ASA)
Por Vanesa Miyar
vanesamiyar@hotmail.com
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