El día después del peronismo
Esta elección –a pesar de la apatía de los votantes y de la falta de propuestas de las plataformas– tuvo varios méritos.
En primer lugar, y lo recordó De la Rúa en su discurso, fue afianzar la democracia. Hoy es fácil criticar a los políticos –y en general, con merecido fervor– pero costó mucho, y hasta sangre, llegar al recambio «automático» que es normal en los países desarrollados, sin el fantasma militar rondando las instituciones.
Por otra parte, los comicios del domingo significaron ponerle fin al menemismo, algo más que un gobierno, una época de la Argentina.
Como lo señalaba hace poco el politólogo e historiador Natalio Botana, el país le debe a Eduardo Duhalde el fin del menemismo.
Si Menem no se hubiera topado con la formidable batalla que le presentó Duhalde, hubiera sido mucho más difícil para las urnas sacarlo del gobierno.
Pero Duhalde pagó muy caro la osadía del desafío: perdió valiosísimo tiempo de su campaña en enfrentamientos estériles –pero que no podían dejar de librarse– con la poderosa 'quinta-columna'que constituyó Menem
Su conferencia de prensa reconociendo la derrota fue clarísima en cuanto a los mensajes: «Yo no paso facturas pero no me considero el padre de la derrota, porque hemos ganado en la provincia (de Buenos Aires)».
Y envió una velada advertencia «si (Menem) sigue con algunos laderos que tiene, que no se dedique más a la política».
Queda claro por qué perdió Duhalde y que resulta muy difícil poder adjudicarle la derrota.
El mismo domingo fueron varios los dirigentes peronistas que en el fragor de la batalla y cuando las tendencias marcaban una verdadera paliza al justicialismo, apuntaron a Menem por su responsabilidad en la derrota.
Antonio Cafiero, alineado con el presidente y un patriarca dentro del peronismo, dijo que «todos» los peronistas eran responsables.
«Ningún peronista puede decir hoy 'a mí, esta derrota no me alcanza, porque una derrota por esta diferencia (es responsabilidad) de todos».
En la misma línea se expresó el gobernador reelecto de La Pampa, Rubén Marín. «Las diferencias entre el presidente Menem y Duhalde fueron una de las causas de la demora en una campaña donde la Alianza alcanzó ventajas claras», dijo. «No perdió uno solo, sino que perdimos todos».
El gobernador santacruceño Néstor Kirchner, un estrecho colaborador de Duhalde, fustigó más fuerte todavía. «Menem es el responsable directo de la derrota del PJ en el país», y ella se debió a la soberbia del presidente. «Yo les digo a los justicialistas que el 70% del resultado se debe a las actitudes del gobierno del actual presidente», sentenció.
Todo este escenario anticipa renovados choques en el peronismo y preanuncia que las internas para el 2003 pueden derivar en otra batalla de titanes.
Menem ya está trabajando para presentarse. Y es poco probable que Duhalde vuelva a sus estudios y a la universidad, como dijo el domingo, y más factible que siga en las lides políticas; Córdoba y Santa Fe –dos distritos electoralmente fuerte– aportarán candidatos con buena imagen y buena gestión de gobierno, José Manuel de la Sota y el indiscutido Carlos Reutemann.
Y la Alianza, seguramente no se va a quedar atrás.
La elección del domingo –y este purificador recambio– puede ser la semilla para un próximo gobierno, en el 2003, más depurado y con plataformas a la altura de las necesidades del país.
Elida Bustos
Esta elección --a pesar de la apatía de los votantes y de la falta de propuestas de las plataformas-- tuvo varios méritos.
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