El día en que el fútbol ingresó en el futuro

Un escritor inglés, presente en el mundial, dio en el clavo: «es la desorganización organizada».

Se cumplen 30 años de la irrupción en escena de la que fue, para muchos, la mejor selección de todas las épocas. El 26 de junio de 1974 Holanda apabulló a Argentina 4 a 0 y ya nada fue igual. La revolución estaba en marcha.

La base del equipo era el exitoso Ajax de Amsterdam, campeón europeo en los '70. Como Austria en los '30, Hungría en los '50 y Portugal del '60, una excelsa generación de jugadores nació de las entrañas de un país con, hasta entonces, escasísima tradición en la elite del fútbol.

Johan Cruyff, Johny Rep, Ruud Krol, Ari Haan y Johan Neeskens (todos ellos del Ajax) fueron algunos de los futbolistas que pusieron en el mapa a un país que hasta entonces era conocido por no mucho más que Vincent Van Gogh, el terreno ganado al mar y la laxitud de su vida social.

«Era un infierno, veía camisetas naranjas por todos la- dos», recuerda Roberto Perfumo, zaguero de Argentina en aquella lluviosa, fatídica tarde. En los partidos previos, Holanda había sido menos que su reputación. Debutó con un discreto triunfo por 2 a 0 ante Uruguay y luego igualó con Suecia y derrotó a Bulgaria. Fue ante la Argentina que comenzó a tatuar la historia. Y mientras Babington y compañía se hundían en el pasado, Holanda se metía en el año 2000. Los europeos ofrecieron en Gelsenkirchen un concierto, una puesta en escena deslumbrante y audaz, un aluvión biológico. La opinión pública asistía azorada al alumbramiento de una nueva era: la del fútbol total. Ya no había más posiciones fijas ni jugadores encapsulados. Holanda era una fiesta y el público agradecía, borracho de fútbol.

En Holanda sobresalía lo colectivo por sobre lo particular, pero un jugador descollaba por sí solo: Johan Cruyff, el cerebro y capitán, futbolista inmortal, un hombre iluminado por el dedo celestial. Cruyff por sí solo podía definir un partido. Ante Argentina anotó el primer gol, cuyo quiebre de cintura ante Carnevali -un fresco de época- forma parte de la iconografía universal.

Bautizado «la naranja mecánica» -título del lisérgico film de Stanley Kubric-, el equipo era entrenado por Rinus Michels, el ingeniero que llevó adelante su locura: todos atacan, todos defienden, todos presionan, todos se sueltan. Eso sí, la improvisación es el dogma en el que cada uno cree.

Se sabe: Holanda cayó en un solo partido, en el más importante, la final ante Alemania. Perdió la copa pero ganó la inmortalidad. Logró lo que pocos: entrar en el futuro.             

                   Pablo Perantuono

                pperantuono@rionegro.com.ar


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