El día en que «la novia» dijo «no»

A las contradicciones, contradecirlas; a las derrotas, derrotarlas gritaba Sarmiento cada vez que la política le jugaba una mala pasada.

Sin saber de aquel vehemente sanjuanino, Richard Nixon siguió aquella sugerencia. Porque en la noche que por un puñado de votos John Kennedy le manoteó la Casa Blanca, él se emborrachó. Se cayó. Se durmió. Se levantó. Se despabiló y gritó: «¡Arranco de nuevo: Seré presidente!». Y lo fue.

Y cuando a las 20 de un día de un año después de aquel apasionante mayo del '68, Francia su Francia, su «novia» como a él le gustaba decir le estampó un «No», Charles de Gaulle, tomó un papel. «Renuncio», escribió. Recordó que al día siguiente tenía que visitar la tumba de la hija discapacitada que tanto amó. Y se fue a la vieja casona que tenía en un encantador pueblito medieval. En la madrugada, encorvado de tanta gloria, el general se sentó a terminar sus memorias. Ya era historia.

Historias. Historias de esa instancia tan compleja que en la política se llama derrota.

(ABA)


A las contradicciones, contradecirlas; a las derrotas, derrotarlas gritaba Sarmiento cada vez que la política le jugaba una mala pasada.

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