El diario del jueves

por JORGE GADANO

Esta columna, por lo común, se comienza a escribir el jueves, y las más de las veces son las noticias de ese día las que la nutren. Un primer tema, sí que atractivo, fue anteayer el de la cárcel de Roca.

El sistema carcelario argentino ofrece una amplia variedad de establecimientos donde la justicia envía a la gente que comete delitos . Les pasa eso tanto a los sentenciados como a aquellos que, sin sentencia aún, cuentan a su favor con la presunción de inocencia. Sin embargo, o por su presunta peligrosidad, o porque pueden escapar a la condena si quedan libres, van presos.

En proporción a la población, la cantidad de delincuentes ha aumentado en el país. Algunos están reconocidos como tales. Otros, entre los cuales pueden haber importantes personajes de la política y de los negocios, no. Suele suceder, también, que si en alguno de estos casos –verbigracia, María Julia– no hay más remedio que, como dice el vulgo, «darles la cana», reciben el beneficio de un alojamiento especial, como para que se vea que también en el sistema carcelario hay un lugar para los burgueses y otros para los proletarios.

Una primera conclusión sería, entonces, la de que por lo menos dos principios constitucionales no rigen para las cárceles: el de la presunción de inocencia, y el de la igualdad ante la ley. Naturalmente, si el país está gobernado por una dictadura –lo que ha sucedido con harta frecuencia desde 1930 hasta ahora en la Argentina– caen todos esos principios, porque la ley es sustituída por la voluntad de los que mandan.

Aunque la «pena» de prisión es, obviamente, un castigo, nuestras constituciones dicen que las cárceles deben servir para la reeducación y no el castigo de los alojados en ellas. No es así en algunos casos, que los presos tengan un motivo adicional, sumado a la natural ansia de libertad, para escaparse.

Roca es una ciudad rionegrina que se destaca por muchos motivos entre las de la región. Uno de ellos, tal vez el principal, es el de llevar el nombre de quien, después del esfuerzo que hiciera el hacendado Juan Manuel de Rosas para proteger su estancia Los Cerrillos, logró extender la frontera del país hacia el oeste, hasta llevarla a su límite natural actual, la cordillera de los Andes. Es claro que en algunos ese nombre enciende odios, porque la conquista del desierto fue, en muchos sentidos, una matanza y un despojo, pero es así, con la violencia como un signo principal, el modo en que la civilización ha avanzado en la historia de la humanidad (también, en la era atómica, el modo en que puede llegar a destruir el planeta).

En el sistema carcelario que nos ocupa existen cárceles llamadas de máxima seguridad para albergar a delincuentes peligrosos. Pero también, aunque no estén debidamente clasificadas, tenemos las de mínima seguridad, tal cual es la que, situada en Roca, ha logrado que la ciudad más importante del Valle mejore, con este aporte de los presos, el lugar preponderante que tiene en la región.

Esta última fuga, que levanta el promedio de este año a un evadido cada cuatro días y medio, también se distingue por el número de los que recuperaron la libertad, que fueron diez, y porque son todos jóvenes, el más chico de 19 y el mayor de 25. Entre ellos la mitad están con sentencia y la otra mitad sin sentencia. Y todos por robo, calificado por agravantes como uso de armas, lesiones, escalamiento o privación ilegítima de la libertad.

Como corresponde, las declaraciones oficiales trasuntan el interés del Estado. Una de ellas salió de labios del subjefe de la policía provincial, Víctor Cufré, quien dijo que «alguien no hizo bien las cosas». Los que la hicieron bien fueron los presos, que primero serrucharon los barrotes del baño, luego abrieron un hueco en un alambrado y finalmente saltaron un muro. Era la hora de la siesta, y los guardias no vieron nada.

Del diario del jueves es también la foto –que no tiene nada que ver con presos en fuga– que este diario publicó en la página 13. Exhibe sonrientes, tomados de la mano y dando un paso de baile a la ex ministra, luego diputada y ahora nuevamente ministra pero sin dejar de ser diputada, María Oscos, y al subsecretario de Seguridad que se preparaba para suplir a Oscos en Diputados pero que seguirá siendo subsecretario de Seguridad (salvo que entre ayer y hoy pase algo nuevo), Hugo Acuña. La foto es de archivo y muestra que ellos, antes, se querían.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios