El difícil oficio de ser cajera en un supermercado

Las caras que muestran, con disimulos, reflejan fielmente las condiciones laborales a las que son sometidas. En realidad, son un excelente ejemplo de la flexibilización laboral que se practica en general: tienen turnos rotativos y trabajan los feriados. Ganan menos que la media provincial y por sus manos pasan dos veces el medio millón de pesos diarios que circulan en los híper y súper de Neuquén. Además suelen soportar el ocasional malhumor de los consumidores.

NEUQUEN (AN).- Por sus manos pasa dos veces el medio millón de pesos diarios que circula en los híper y supermercados de esta ciudad, primero en forma de mercaderías y después como efectivo, en tarjetas de crédito o vales de compra. Integran un ejército nada silencioso ni inadvertido que está del lado del mostrador donde no se tiene la razón: son las cajeras de las grandes cadenas que sobrellevan las últimas semanas de cada mes como un periodista y un fotógrafo durante el cierre de una edición donde trabajan. Inclusive, tienen similares enfermedades profesionales vinculadas fundamentalmente con el estrés.

Sus tareas son un ejemplo de la flexibilización laboral -precarización, dicen los sindicalistas- y sus sueldos -cobran entre 350 y 400 pesos por mes- son inferiores a los de un empleado público, un docente y no llegan a la media provincial, que supera los 600 pesos. En los fines de mes, «los quince minutos para comer los pasamos en la caja -algo no permitido-, apenas con una gaseosa y un alfajor o un paquete de galletitas», dicen. Y la presión es mayor cuando «los supervisores se quejan porque comemos en las cajas o tenemos las manos sucias».

Hace poco, en el «decano» de los hipermercados, se logró que se contabilizaran «netos» los quince minutos del descanso, desde el momento en que llegan al comedor. Antes el paréntesis se empezaba a contar desde que dejaban la caja hasta que volvían, con lo cual quedaban escasos cinco minutos para el refrigerio.

Desde la irrupción de estas grandes superficies en Neuquén, los contratos se hicieron más flexibles: la rotación es contínua y en crecimiento -un hecho denunciado por el gremio con frecuencia- y la edad promedio disminuye constantemente.

El oficio de las cajeras sólo es superado -en presión- por el de los empleados externos de los hipermercados -repositores, promotores-, que «son recargados en horarios y en tareas». Cuando los supervisores «ven a uno sin hacer nada, enseguida le ordenan algún trabajo», aunque no dependen de esa empresa sino de afuera. Pero «nadie se niega, porque un informe negativo te deja sin empleo», afirman.

La entrevista, realizada con Mónica Paz y Ana Quintana -delegadas del Hipermercado Tía-, Silvina Enríquez -representante de Wal Mart- y Christian Villarroel -de Balbi-, apuntó a describir las condiciones de trabajo en el sector comercio, uno de los más dinámicos en cuanto a crecimiento y rotación de empleados en esta ciudad.

En el patio de comidas del Hipermercado Tía, por ejemplo, hay asignadas cuatro cajeras pero «a veces trabajan sólo dos o una atendiendo los pedidos sin descanso durante ocho horas». La falta de empleados continúa pese a que aumentó el promedio de ventas diarias de 800 pesos que se contabilizaban en diciembre a unos casi dos mil pesos por día en marzo.

Las exigencias laborales para las cajeras, una franja casi exclusivamente femenina, no evidencian diferencias significativas con las que reciben sus compañeros varones. A igualdad de tarea, igualdad de paga, y las condiciones tienden a emparejarse, un hecho casi impensable hace poco más de una década (ver aparte).

Sin embargo, la hora de lactancia «no se respeta o se acomoda según las necesidades del trabajo» y, «como siempre, trabajar es complicado para la mujer con hijos», dijo Silvina Enríquez. Los cuatro delegados destacaron el denominador común entre sus compañeros: «el temor a quedar sin trabajo». Esa situación, dice Villarroel, se traduce en actitudes como «no te metás, se esconden las denuncias y no hay ninguna clase de apoyo».

En Wal Mart rige «la regla de los tres metros», que indica que a esa distancia se debe saludar «con una sonrisa» a la persona que uno tenga enfrente, sea supervisor o cliente «para crear un buen clima». Sin embargo, «parece que no vale para los jefes, que ni siquiera nos miran».

En el caso específico de las cajeras «que están muy atadas a su trabajo», aumentan las dificultades, porque «la gente es, en general, muy incomprensiva» respecto de la tarea que desempeñan, y «no se ponen en nuestro lugar». Consideran que las cajas son «el filtro» de la actividad del hipermercado, y es donde «la presión se siente más».

Los sueldos que tienen

Los sueldos oscilan entre 400 y 450 pesos, según los regímenes laborales -de 32, 36 o 48 horas semanales, y las horas adicionales que obtengan-. Cuando trabajan los domingos o feriados, se añaden unos «adicionales de 30 pesos» en Tía. En La Anónima se pagan horas extraordinarias -según un acuerdo logrado con el sindicato, similar al que se firmó en la cadena Topsy-. En Wal Mart todavía no hubo acuerdo. Ramón Fernández -secretario adjunto del Centro de Empleados de Comercio- dijo que «no se pudo lograr que paguen las horas de feriados y domingos al 100%».

En general, los turnos de trabajo son rotativos y «nunca se cubren todas las cajas, salvo cuando hay muchos clientes», afirman. La mayor antigüedad es de casi seis años, pero ninguno permanece más de dos años de promedio en su trabajo.

De un momento a otro ganó la mitad de lo que cobraba

La historia comenzó tiempo antes de la inauguración del hipermercado. En esa época las cajeras -y la mayoría de los empleados- trabajaba en una jornada amplia: los últimos detalles de la instalación, la proximidad de las fiestas de fin de año. Según los testimonios, durante esa última semana de diciembre los turnos de trabajo se extendían desde las 7 hasta las 21, solamente con una breve interrupción para almorzar.

Con la acumulación de horas, también los sueldos resultaron altos en comparación con el promedio general y atractivos. El caso de L., una chica de Villa Farrel con estudios secundarios completos, es significativo: llegó a ganar 700 pesos mensuales con las horas extraordinarias, luego de una capacitación realizada en Buenos Aires, durante más de una semana, que se dirigió a cajeros, encargados y responsables de sectores, «los más jerarquizados del piso», según Ramón Fernández, secretario gremial del Centro de Empleados de Comercio.

Ese dato era fundamental debido a la existencia de un acuerdo -no escrito ni verbalizado- que indicaba que cualquiera que pasara por la capital del país para formarse en la empresa tenía el puesto asegurado.

Ella es la única que tenía empleo fijo en una familia constituida además por su madre y su hermana. Pero la empresa no obtuvo en el primer bimestre de operaciones los resultados que esperaba y dispuso reducir la carga horaria de sus empleados. A L. la disminución horaria se tradujo en una poda de la mitad de sus ingresos. Simultáneamente, la empresa comenzó con rotaciones de personal que significaban hasta tres cambios semanales -con turnos de dos días cada uno-. Los períodos de prueba se utilizaron para realizar las bajas -hubo un máximo de 60 empleados que se fueron en ese lapso posterior a la primera semana de enero-.

L. se consideró despedida y dejó su puesto el 15 de febrero. Como consecuencia de esa situación, fue afectada por una depresión que la llevó a una internación. Se trata de una chica que «salió a trabajar por necesidad y se encontró con una situación muy buena», dijo Fernández. Se convirtió «en el sustento de su familia, y después le ocurrió que, de un momento para otro, le redujeron el sueldo a la mitad». (AN)

La pauperización es para todos

NEUQUEN (AN).- De las mujeres que trabajan en el aglomerado Neuquén-Plottier, 18 de cada 100 están empleadas en el sector comercio, pero casi 80 sobre 100 se desempeñan en el sector servicios, preponderantemente en casas de familia. Sin embargo, según la Encuesta Permanente de Hogares, el trabajo femenino reproduce la principal característica de la población activa de la capital: existe una alta tercerización del trabajo, y la mujer está prácticamente excluida de tareas vinculadas con la actividad primaria, la construcción y la industria, mercados considerados para los varones.

También en la zona, pese a la creciente especialización y la elevación del nivel de instrucción, la mujer se ocupa en tareas no calificadas y recibe ingresos inferiores a los percibidos por los empleados masculinos. En los últimos datos analizados por la EPH, 4 de cada diez mujeres ocupadas realizaban tareas que no exigen calificación pero solamente dos de cada diez varones lo hacían.

Sin embargo se produjo una sostenida tendencia a la equiparación salarial entre varones y mujeres: mientras en mayo de 1988 el sueldo promedio de las mujeres era el 59,3% del de los varones -407 pesos contra 686,30 pesos-, en 1998 esa proporción había subido al 74% -584,30 conta 792,10 pesos-.

Hoy la media provincial supera apenas los 600 pesos mensuales. De los testimonios recogidos en los hipermercados y en el resto de los comercios locales se desprende que en la actualidad prácticamente no existen diferencias entre los salarios de varones y mujeres, ni en las condiciones laborales.


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