El dólar bajo ataque

Una consecuencia previsible del regreso de la inflación, de la brecha creciente entre la economía real y la supuestamente registrada por el INDEC y de la incertidumbre provocada por una crisis internacional de evolución imprevisible ha sido el renovado interés de quienes están en condiciones de hacerlo por conseguir dólares estadounidenses. Dicho fenómeno no se ve limitado a nuestro país. Si bien el terremoto financiero que ha dejado sepultada, tal vez para siempre, una cantidad fenomenal de dinero en todas partes del mundo tuvo su epicentro en Nueva York, la divisa norteamericana se ha visto fortalecida internacionalmente por la catástrofe porque la mayoría supone que a pesar de todo continuará siendo más seguro que cualquier alternativa. Pero aunque ahorristas grandes y chicos siguen apostando al dólar, son cada vez más los gobiernos que quisieran privarlo del papel de moneda de reserva mundial por antonomasia. El chino, que tiene buenos motivos para sentirse preocupado por el riesgo de que los costosísimos «paquetes de estímulo» que está ensayando la administración del presidente Barack Obama en un esfuerzo por reactivar la demanda terminen desatando una marejada inflacionaria que, entre otras cosas, reduciría drásticamente el valor de los bonos del Tesoro norteamericano que ha acumulado, se ha manifestado a favor de la creación de una moneda de reserva internacional. En Europa, los gobiernos de los países de la zona euro nunca han disimulado su esperanza de que andando el tiempo la moneda común sustituya al dólar en el sistema financiero internacional, lo que a su entender serviría para que aumentara su propia influencia en desmedro de aquella de la superpotencia. Asimismo, en nuestra región los funcionarios de los distintos bancos centrales están pesando el pro y el contra de dejar de usar el dólar como moneda de intercambio comercial, en parte por motivos prácticos similares a los esgrimidos por China, pero también porque en su opinión sería una forma de independizarse económicamente de Estados Unidos.

La rebelión contra la hegemonía del dólar puede atribuirse en algunos casos al temor y, en otras, a la esperanza de que en el futuro próximo Estados Unidos no se encuentre en condiciones de continuar desempeñando el rol protagónico al cual todos se han acostumbrado y que por lo tanto hay que comenzar a pensar en alternativas. Tal actitud puede considerarse lógica, pero acarrea muchos riesgos, ya que dadas las circunstancias lo último que hoy en día necesita el mundo es agregar una crisis cambiaria a las supuestas por el derretimiento financiero y por el impacto devastador que ha tenido en los sectores industriales de virtualmente todos los países del planeta. Por cierto, si a causa de maniobras políticas y dudas acerca del futuro de la economía norteamericana el dólar se devaluara abruptamente en los mercados internacionales, sería mucho más probable que la gran recesión que el mundo ya está experimentando se transformara en una depresión profunda y prolongada. Por lo demás, ninguna de las alternativas que están planteándose ha resultado ser del todo convincente. Crear una moneda internacional, o su equivalente, como han propuesto los chinos, sería sumamente difícil, mientras que el rival principal del dólar, el euro, ya se encuentra en graves apuros debido a las diferencias estructurales entre los distintos países que lo usan. Al fin y al cabo, lo que podría ser bueno para Alemania, la que por ser dueña de la economía mayor de la zona del euro lleva la voz cantante, sería con toda seguridad terrible para Irlanda, España e Italia, países cuya situación actual se asemeja a la que se dio aquí durante las fases finales de la convertibilidad. De no estar en la zona del euro, dichos países ya hubieran devaluado sus monedas respectivas, como ha hecho el Reino Unido, pero no pueden hacerlo. En cuanto a la propuesta de abandonar el uso del dólar como moneda de intercambio en América Latina, para que resultara ventajoso sería necesario que la relación entre las diversas divisas regionales se mantuviera estable, lo que no ha sucedido en el pasado. De lo contrario, en cualquier momento podrían surgir más conflictos como el que fue causado hace poco por la devaluación del real brasileño frente a nuestro peso.


Una consecuencia previsible del regreso de la inflación, de la brecha creciente entre la economía real y la supuestamente registrada por el INDEC y de la incertidumbre provocada por una crisis internacional de evolución imprevisible ha sido el renovado interés de quienes están en condiciones de hacerlo por conseguir dólares estadounidenses. Dicho fenómeno no se ve limitado a nuestro país. Si bien el terremoto financiero que ha dejado sepultada, tal vez para siempre, una cantidad fenomenal de dinero en todas partes del mundo tuvo su epicentro en Nueva York, la divisa norteamericana se ha visto fortalecida internacionalmente por la catástrofe porque la mayoría supone que a pesar de todo continuará siendo más seguro que cualquier alternativa. Pero aunque ahorristas grandes y chicos siguen apostando al dólar, son cada vez más los gobiernos que quisieran privarlo del papel de moneda de reserva mundial por antonomasia. El chino, que tiene buenos motivos para sentirse preocupado por el riesgo de que los costosísimos "paquetes de estímulo" que está ensayando la administración del presidente Barack Obama en un esfuerzo por reactivar la demanda terminen desatando una marejada inflacionaria que, entre otras cosas, reduciría drásticamente el valor de los bonos del Tesoro norteamericano que ha acumulado, se ha manifestado a favor de la creación de una moneda de reserva internacional. En Europa, los gobiernos de los países de la zona euro nunca han disimulado su esperanza de que andando el tiempo la moneda común sustituya al dólar en el sistema financiero internacional, lo que a su entender serviría para que aumentara su propia influencia en desmedro de aquella de la superpotencia. Asimismo, en nuestra región los funcionarios de los distintos bancos centrales están pesando el pro y el contra de dejar de usar el dólar como moneda de intercambio comercial, en parte por motivos prácticos similares a los esgrimidos por China, pero también porque en su opinión sería una forma de independizarse económicamente de Estados Unidos.

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