El edificio de la discordia
Demolerán el Palacio de la República de Berlín en
BERLIN, (AFP).- Tras varios años de debates, el Palacio de la República de Berlín, un monstruo de vidrio y acero que albergó hasta 1990 el parlamento de la República Democrática Alemana (RDA), deberá ser derrumbado en las próximas semanas, pero los defensores de ese símbolo de la Alemania comunista están escandalizados.
Completamente saneado de sus aislamientos de amianto y demolido, el enorme paralelípedo de vidrio ahumado y estructuras de acero, frecuentemente vilipendiado por su fealdad, deberá dejar lugar en los próximos años a un centro cultural ornamentado con una fachada de estilo barroco.
El nuevo edificio, cuya construcción no comenzará antes de 2010, deberá estar dotado de la misma fachada que tenía el palacio de los emperadores de Hohenzoller y que destruyó el régimen de la extinta RDA en 1959, antes de construir en su lugar, en 1976, este moderno y controvertido palacio.
Al término de prolongados y apasionados debates, el parlamento federal de la Alemania unificada votó en favor de la destrucción del famoso palacio.
Pero la revuelta ruge entre algunos «Ossis» (como se les denomina a los alemanes originarios de la ex RDA), amargados por la desaparición de un monumento emblemático del Berlín comunista.
«Quieren destruir toda traza de la RDA», dijo Liselotte Schulz, presidenta de la asociación creada para defender el Palacio, quien confiesa su nostalgia por ciertos aspectos de la vida cotidiana en la antigua Alemania comunista.
El Palacio de la República no albergaba sólo el parlamento de la RDA, sino también un centro de distracciones sin equivalente detrás de la Cortina d Hierro.
Gracias a los autobuses dispuestos especialmente por el régimen, los alemanes del este venían de todos los rincones del país para divertirse en sus salas de bowling y cafés, sus pistas de baile gigantes, o para escuchar en su sala de conciertos a estrellas como Harry Belafonte o Carlos Santana.
Tras la reunificación alemana, las inmensas salas del Palacio, llenas de amianto, quedaron largo tiempo sin ser utilizadas. Tras ser saneado, el edificio en estado ruinoso, con sus estructuras metálicas a la vista, conoció una segunda juventud al convertirse en un lugar de atracción del nuevo Berlín.
Desde 2004 cerca de 135. 000 personas asistieron a sus conciertos, representaciones teatrales y «happenings» de danza contemporánea en los que participaban los espectadores.
Millares de personas se asustaron de que la idea de esta nueva juventud fuera efímera y comenzaron a organizar manifestaciones regularmente contra la destrucción del Palacio.
«Sería un absurdo total construir aquí un castillo. ¿Por qué traer nuevamente al 'Kaiser'?», fustigó Schulz.
Por su parte, el cabaretista Peter Ensikat, denunció la voluntad «grotesca» de hacer «tabla rasa con el pasado», imbuida por la misma ideología que llevó a la destrucción del palacio imperial en 1950.
Para la mayor parte de la clase política, en cambio, el Palacio de la República, descrito por algunos como una «verruga socialista», ha llegado a su final.
«Sigue siendo todavía una herida muy abierta en el corazón de Berlín. Es por eso que la ciudad necesita el palacio», estimó Frank Henkel, responsable berlinés de la Unión Demócrata Cristiana (CD), el partido de la canciller «ossi» Angela Merkel.
Los responsables del proyecto están lejos de haber reunido los fondos necesarios para la construcción del nuevo castillo, una operación valorada en 700 millones de euros. Las autoridades de la ciudad-Estado de Berlín han dispuesto ya 12 millones de euros (14,4 millones de dólares) para la demolición del actual Palacio, pero reconocieron que los costos totales de estos trabajos pueden llegar a 20 millones de euros.
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