El efecto de las lluvias sobre la oferta forrajera y la carga animal

A pesar del mejoramiento de las pasturas conviene cuidarlas y permitir que se recuperen especies con alto valor forrajero

Cambios trascendentes en la ganadería regional

Durante el período 1998-2006 se manifestaron condiciones climáticas favorables que, acompañadas por una relación de precios también favorable, generaron un aumento de las existencias bovinas regionales que superó el millón de cabezas (Bassi, Miñón y Giorgetti, 2009). Estas condiciones también fueron facilitadoras e impulsoras del desmonte masivo con fines agrícolas sin ningún tipo de control. Con posterioridad a este período sobrevino una de las sequías más intensas en los últimos cien años (2007-2009) que generó una disminución forzada de hacienda, por mortandad y éxodo, ocasionando un profundo deterioro de los recursos naturales y en los sistemas productivos en general.

Muchas localidades del sur de Buenos Aires, ligadas tradicionalmente a la producción agrícola, vivieron situaciones dramáticas de crisis económicas y sociales al tener anulada su principal fuente de recursos como es la cosecha de granos y la producción de terneros.

Con un sistema productivo excedido en su capacidad para sostener la productividad natural, suelos deteriorados por laboreos repetidos durante años y una sobrecarga animal sobre pastizales debilitados por escasos descansos y falta de lluvias, la situación agropecuaria debió ser asistida por el Estado con declaraciones de emergencia y desastre agropecuario, entrega de subsidios e insumos en reiteradas oportunidades.

Después de la sequía ocurrieron dos cambios trascendentales para las condiciones productivas de la región: en el 2010 comenzó a llover y en el 2013 se dispuso el corrimiento de la barrera sanitaria de aftosa hasta el río Colorado.

Empezaron las lluvias y se acumuló el pasto

A partir del 2010, las lluvias trajeron alivio a muchos pobladores pero también algunos conflictos, como el corte de la Ruta Nacional Nº 3 por inundación (Foto 1).

Durante los años siguientes ocurrieron precipitaciones variables y superiores a la media histórica que generaron condiciones benignas para el crecimiento vegetal (ver figura).

La mayor humedad en el suelo, la reducción de los laboreos (menor superficie cultivada de trigo) y la menor dotación de hacienda permitieron la recuperación paulatina de las especies herbáceas y arbustivas del monte y mejoró la cobertura vegetal.

Esto se vio claramente reflejado en las imágenes de Índice Verde durante marzo 2006, 2009, 2012 y 2015, donde se destaca que el verdor de la vegetación aumentó a medida que se incrementó la cantidad de precipitación (ver figuras).

La acumulación de biomasa vegetal en el estrato herbáceo se debió principalmente a la proliferación de especies anuales (colas de zorro, pastito de invierno, alfilerillo, trébol de carretilla), que aprovechan el espacio y la humedad para crecer y semillar si las condiciones lo permiten.

Estas especies son efímeras, cumplen su ciclo y si no son consumidas se secan rápidamente. Por lo tanto, sólo es el comienzo de la recuperación del pastizal, que deberá manejarse con cuidado para permitir la reaparición de las especies perennes deseables (flechilla fina, grande, negra, poa, papoforo).

Estatus sanitario y aumento de la carga animal

En el 2013, el corrimiento de la barrera sanitaria hasta el río Colorado limitó la entrada de animales en pie desde el norte, por lo que parecía difícil la recuperación de las existencias de hacienda perdidas por la sequía y que tal medida iba a generar escasez de carne al sur de la barrera.

No obstante, las mejores condiciones ambientales (lluvias y forraje) y económicas (relación precio carne-grano) atenuaron el faltante y lentamente se fueron repoblando los campos con mayor cantidad de hacienda, disminuyó la exportación de terneros hacia la región pampeana y se retuvieron para reposición o terminación a campo y en corrales de engorde. Así fue como en el último año creció notablemente la producción de animales gordos en la Patagonia Norte “A”.

También resultó notable que muchos establecimientos diezmados por la sequía optaran por repoblar con ovinos trasladados desde el sur que, por mejores condiciones ambientales y facilidades económicas, permitieron incrementar las majadas y la producción de corderos.

De esta manera se verifica un lento pero continuo incremento de las existencias ganaderas de la región, alcanzando valores de carga animal cercanos al potencial estimado en función de las precipitaciones para la Patagonia Norte “A” (355.000 vientres) y aun superiores si tenemos en cuenta los ovinos (ver cuadro).

Debido a que esta región al sur de la barrera contiene gran parte de la hacienda vacuna de la Patagonia y presenta la posibilidad de producir carne con hueso para consumo local y para exportar hacia el sur con mayor precio, sin dudas puede decirse que la dotación de animales va a seguir creciendo. Máxime si acertamos en desarrollar sistemas más eficientes de producción de terneros, mayor producción de forrajes (pasto y granos) y articulación con sistemas de engorde a campo o en corrales.

¿Hasta dónde podemos llegar?

El aumento de la producción ganadera basado solamente en el incremento de la carga más allá de la receptividad de los ambientes naturales, conduce inexorablemente a que el sistema entre en crisis cuando las condiciones cambien.

Con un sistema productivo aparentemente poco elástico para adaptarse a condiciones críticas de falta de lluvias y forraje, conviene ser precavidos y no abusar de la situación favorable actual.

Si bien las precipitaciones y los precios son propicios para incrementar la producción ganadera, vale mantener el equilibrio entre la oferta ambiental y la demanda animal estimada para el noreste patagónico.

El manejo adecuado del pastoreo y la carga debería permitir la recuperación de las especies con alto valor forrajero (perennes palatables) que le otorgan estabilidad a la oferta forrajera natural y sería necesario aplicar tecnologías para mejorar los índices productivos históricos del sistema ganadero regional (50-60% de terneros logrados).

En este sentido, el ajuste de los períodos de pastoreo, la época de servicio, el destete anticipado, el control sanitario, el tacto, el descarte de vacas vacías, la condición corporal, la suplementación estratégica, son algunas de las prácticas probadas a tener en cuenta.

(*) EEA Valle Inferior – Convenio Provincia de Río Negro – INTA

Ing. Agr. Mario Enrique *

ing. agr. Miguel Silva *

Ing. Forestal Daniela EchevarrÍa *


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