El Esquel de Musters, Moreno, Molinari y Morelli

El mismo Esquel de Menéndez (fraile explorador), Mussachio (primer médico) y Mermoud (primer carpintero), personajes de apellidos con la misma inicial tan meritorios como otros pioneros agendados de la A hasta la Z.

por: FRANCISCO N. JUAREZ

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com

Es una un casualidad en grado de evidencia que las raíces de Esquel, la ciudad más importante de las cordilleras del Chubut y que ayer cumplió su primer centenario, la inicial «M» haya aglutinado en su agenda y memoria historiográfica, a numerosos pioneros Memorables y Meritorios. Son los que conviene reverenciar cada vez que se pretenda nutrir la identidad nativa, si se lo hace con el saludable criterio de no maquillar sus perfiles –ya que no eran personajes infalibles y tampoco héroes–, y por el contrario, aceptar sus errores y debilidades, en muchos casos justificables en un pueblo de frontera.

La «casualidad M» no figura, claro, en ninguna historia chubutense, ni tiene otro valor que el recurso de mostrar los caprichosos avatares de la casualidad. De todos modos esa coincidencia estuvo presente ya en el hito inicial urbano y lo fue por partida doble o triple. Eso si es que se tiene en cuenta que, lo que ayer festejó la ciudad cercana al boquete Nahuel Pan, fue la primera emisión telegráfica pulsada entre Esquel y Neuquén. Es que el mensaje se hizo con la primitiva tecnología del sistema Morse (aquella que varias décadas antes había establecido la similar y novedosa comunicación instantánea entre Washington y Baltimore). A la M de Morse, además, agregó el nombre y apellido del telegrafista: Merardo Morelli.

 

Listado de meritorios

Claro que la agenda de pioneros recordables constituye un extenso listado con apellidos desde la A –por ejemplo, con la llegada en 1905 de Alemán (Benito)–, a la Z, que cerró el arco alfabético recién en 1914, cuando Zafiaur (Claudio) instaló su panadería El Cañón, la 7ª en orden cronológico de los panaderos que confiaron que allí el horno sí estaba para bollos. Cuando a Zafiaur le pareció lo contrario, zafó –fiel a la Z– vendiéndole su panadería a Juan Zamora.

Pero retornando a los pioneros M y al año 1906 en que no sólo M. Morelli inauguró el telégrafo bajo carpa, sino también el ingeniero Molinari (Lázaro R.) concluyó el trazado del pueblo, también pasó por Esquel el apostólico itinerante salesiano Muzio (Juan), multiplicando, sin saberlo, la caprichosa coincidencia de pioneros «M».

Muzio, que pasó por el Esquel naciente en marzo de 1906, escribió la memoria de esa gira apostólica de a caballo desde Rawson, iniciada a principios de aquel año 6. Duró tres meses y medio y concluyó en el punto de partida. Entre sus riquísimos testimonios acopió anécdotas como estas: en Cholila durmió en el rancho de Butch y Sundance (Ryan y Place) bandoleros que ya habían desaparecido rumbo a Chile y Bolivia dejando su casa en manos de la compañía chilena Cochamó. Pero cuando rezó misa Muzio prefirió el miserable rancho escuela del maestro Vicente Calderón (aunque no mencionó al valioso riojano corpulento y cetrino). También conoció al cacique Manuel Nahuel Pan, quien lo hospedó en sus toldos. Del Esquel inicial describió lo poco que había. Allí pasó dos días pero «no pudimos cristianar por falta de población».

Sus memorias se guardan en el archivo salesiano de Bahía Blanca, pero en 1967 integraron el material exhumado en «El amanecer del Chubut», el valioso libro del prolífico escritor de la orden, el cura Pascual R. Paesa (entre su extensa obra publicó «Un pionero de Río Negro», biografía del padre Alejandro Stefenelli).

Muzio anota en marzo del año 6 que «recién acababa de hacer la mensura del terreno para la edificación del pueblo…». Quizá como una plana crítica al lugar elegido, señaló que era «un bañado, pantanoso en muchos puntos..», que «el agua manaba por todas partes» y hasta marcaba el menuco que ubicó al Norte del terreno reservado para la plaza. También sin querer, contribuyó a la evocación de pioneros «M» al precisar que la «población se reducía a la casa de negocio de los socios Ludovico Mesquio y Manini, y un herrero que trabajaba bajo unas chapas de zinc…».

Manini se llamaba Arturo, establecido con su socio ya en 1905. El herrero bajo el cobertizo podría haber sido otro «M» ya instalado en Esquel llamado Remigio Montaña (aunque también estaba afincado el herrero Emilio Kubin). Muzio no menciona a otro «M» laborioso como fue el carpintero Justiniano Mermoud ni a quien erigió la primera casa rancho, Simón Whitty.

 

Con sotana exploradora

De recapitular sobre los pioneros «M» sin salir de lo misional, hay que comenzar por fray Francisco Menéndez, aquel franciscano con sede en la Santiago de Ocopa del Virreinato del Perú, y luego al frente de la capilla de Castro en la isla de Chiloé. Fue, sin duda, el primero que se acercó a la zona de Esquel en su segunda exploración del río Vodudahue (1787). Su diario de viaje recopilado por Francisco Fonck (editado en 1893 y hallable en las bibliotecas nacionales de Santiago de Chile y Buenos Aires, además de atesorarlo la porteña iglesia de San Francisco en la esquina de Alsina y Defensa).

Para conocer la apasionante vida y exploraciones de Menéndez habrá que esperar que alguna vez se edite el minucioso trabajo que recopiló en Chile, Perú –y concluyó en España–, Manuel Puente Blanco, muerto en su tierra de Galicia hace una década, ex residente de Bariloche, ex corresponsal de este diario, y responsable de la travesía y exploración que en 1962 repitió el mismo cruce cordillerano de Menéndez desde el Pacífico (expedición del Club Andino Bariloche que también integró quien esto escribe).

El arribo del británico George Chaworth Musters a la región, en enero de 1870, mereció la memoria que suscribió en Londres el 1 de setiembre de 1871 y donde se publicó dos años después. La traducción al español de Arturo Costa Alvarez la editó la Universidad Nacional de La Plata para su Biblioteca Centenaria en 1911.

Musters estaba en el archipiélago de Malvinas (en 1869), atraído por las descripciones de Charles Darwin y a la espera de un barco que lo llevara a Buenos Aires donde tenía que concretar algunos negocios. Pero lo tentó investigar el costumbrismo de las tribus Tehuelches (también leyó a A. M. Guinnard, que fue 3 años cautivo de los Patagones a partir de 1856 ).

 

Epoca de vecinos nómades

Musters viajó a Punta Arenas y se largó a su gran travesía patagónica como un tehuelche más. Cuando llegó a la comarca de Esquel con los caciques Orkeke y Casimiro, acampó en la zona donde hoy está el aeropuerto. Con los tehuelches cruzó hasta los toldos araucanos. Según aquella memoria acampó junto a una laguna y fue «un valdiviano o chilote llamado Juan Antonio que actúa como intérprete» de los araucanos, quien le dijo que el lugar se llamaba Eigel –kaik.

«Una ciudad argentina reemplazará algún día el paradero nómade…» profetizó Francisco P. Moreno el 5 de enero de 1880 en nota al ministro Zorrila, embelesado por la comarca y quizás recordando la descripción de Musters, a quien leyó en inglés, el idioma del abuelo materno y que dominaba al punto de extasiarse en charlas con el coronel Thomas Hungerfor Holdich, el árbitro de la corona inglesa en el diferendo limítrofe con Chile.

En 1907 se instaló el primer médico, el italiano Ercole (Hércules) Mussachio –que en Buenos Aires había revalidado su título– y permaneció en Esquel hasta 1910, año de arribo del doctor Ugo Roggero, quien también instaló su hotel «16 de Octubre» en 1912 y presidiría el primer Consejo Municipal elegido por votación popular en 1923. Poco después, por desavenencias con los concejales, fue destituido. Mussachio, en cambio, tuvo una pasajera celebridad.

Fue a las 10 de la mañana del 4 de junio de 1908 que al esmirriado poblado de Esquel entró un jinete baleado en la cabeza que venía en fuga solitaria entre desmayos desde Cholila. Fue el «tano» Mussachio que lo atendió y salvó su vida.

La noticia llegó telegráficamente a Buenos Aires, porque el herido era un robusto riojano de 36 años de cara cetrina que sobrevivió de milagro y porque Esquel ya hacía un año que tenía su primer médico.

El baleado era el primer maestro de Cholila. Llegó el 22 de octubre de 1905, un mes y cuatro días después que salió de Gaiman y cabalgar 750 kilómetros desérticos para erigir con sus propias manos la primera escuela de Cholila (esa donde Muzio rezó misa). ¿Por qué fue baleado? Por molestar una nota dirigida al ministerio del Interior –hecha con el vecino Juan Bonansea– que denunciaba que el ingeniero Mario Engel mensuraba el valle, adjudicado a Florencio Martínez de Hoz, para la venta a la compañía chilena Cochamó, lo que contrariaba la zona de frontera.

 

Los policías cooptados

La represalia sobrevino con la compra de voluntades criminales. A Bonansea le costó el incendio de su casa. A Calderón lo visitaron la noche del 3 de junio a su casa escuela de palo a pique, y cerca del lago El Mosquito. Eran policías mandados por un oficial Cejas. Uno de ellos, el maragato (de Patagones) Antonio Batilana, salió y, a espaldas del maestro, entre las rendijas de los palos le disparó a la cabeza. Lo creyeron muerto y arrastraron para echarlo al lago El Mosquito. Creyéndolo muerto lo abandonaron en un mallín. Calderón –diplomado de maestro en 1893 y de profesor en 1898 en el porteño colegio Mariano Acosta– escribió en 1947 la memoria de aquel suceso. La bala le entró por la nuca, se desvió hacia el cuello y salió. Se arrastró hasta lo de Sixto Gerez que le ayudó a contener la hemorragia y a montar un pingo con el que llegó Esquel.

En 1908 se instaló Angel V. Moré, quien el 25 de febrero 1925 fundaría el periódico «Esquel» con Valeriano Morelli, hermano del telegrafista pionero. Los Moré fundaron un periódico en la costa, después que Pedro José Moré renunció en disidencia con el jefe de policía del Chubut. El médico Ugo Roggero que reemplazó a Mussachio en 1910 y fue munícipe en 1923 (luego destronado), fundó en 1924 el periódico «El libre del Sur».

Pedro José Moré, que encabezó las renuncias policiales de 1901, iba a tener un rol protagónico, tras el asesinato de ingeniero galés Llyd Ap Iwan.

(Continuará)


por: FRANCISCO N. JUAREZ

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora