El estilo compadrito

Por HECTOR MAURIÑO

vasco@rionegro.com.ar

El esquema político que reina sobre vidas y haciendas en esta provincia descree de los mecanismos democráticos, del pluralismo y del consenso; en suma, del sistema de mediaciones que rige en toda sociedad civilizada. Sus protagonistas tienen la ideología de un compadrito de barrio: sólo creen en los privilegios de la fuerza y, lejos de disimular su raigambre, hacen gala de ella porque están persuadidos de que todo el mundo profesa por esas mañas idéntica admiración.

Solamente dando por sentado que lo público es algo propio, con lo que el grupo gobernante puede hacer y deshacer a su entero antojo sin rendir cuentas a nadie, y desde el convencimiento de que semejante actitud, lejos de ir en desmedro de quienes la practican, los enaltece ante los ojos de sus conciudadanos, pueden entenderse algunos desplantes del gobierno.

Por si hicieran falta más muestras de que esto es así, la semana que concluye el oficialismo impuso en la Legislatura, contra la opinión de toda la oposición, un aumento del 15% a los judiciales en actividad incluyendo a los jueces, que detentan los mejores salarios en la provincia.

No contentos con ello, el bloque del MPN y sus aliados introdujeron un mecanismo de privilegio que, en lugar de limitarse a computar los años de servicio en la Justicia, reconoce a los magistrados la antigüedad desde su matriculación en un colegio profesional.

El gremio judicial dio una pista respecto de las intenciones últimas del gobierno al bautizar a esta norma de privilegio como la «ley Kohon», en alusión al vocal del Tribunal Superior de Justicia que sería el principal beneficiario del enjuague.

A diferencia de sus actuales colegas en el máximo estamento de la Justicia, Kohon es un recién llegado al Poder Judicial, y por ese mismo motivo obtenía una remuneración, aunque muy alta en comparación con la del resto de los asalariados, muy inferior a la de sus pares. Ahora, según los cálculos del gremio, podrá cobrar un incremento del 52%, equivalente a unos 3.800 pesos adicionales, lo que le permitirá orillar los 11.000 pesos mensuales, como sus pares.

El desplante fue lo suficientemente grave como para que el propio bloque del MPN, habitualmente inconmovible ante cuestiones ideológicas o de principios, se fisurara dando acaso una muestra de la fatiga que provoca el modelo compadrito aun dentro del propio oficialismo.

El diputado Constantino Mesplatere se retiró de la sala en el momento de la votación y su compañera Irma Vargas fue más lejos todavía: votó en contra y advirtió que es necesario «terminar con los privilegios». De paso caracterizó a la iniciativa como «una cachetada a la sociedad neuquina» y algo que «acentuará el descreimiento en la Justicia».

No es para menos, sólo el aumento del 15% incrementará en 522.000 pesos el gasto anual a la caja de jubilaciones del ISSN, sin contar con lo que demandará la «ley Kohon». El costo global del nuevo cálculo de la antigüedad, equivalente en los hechos a un 2% del total del sueldo del interesado por cada año desde la matriculación, aún no ha sido estimado. Menos aún las consecuencias que podría tener la nueva disposición si, por caso, cualquier otro profesional, no importa su actividad, plantea una cuestión de igualdad ante la ley.

Para concretar sus propósitos, al oficialismo no le alcanzó con hacer una de sus habituales demostraciones de fuerza; apeló también a la chicana. Acaso para morigerar el costo político del manotazo en medio de la campaña electoral, manos anónimas exhumaron del archivo del Poder Judicial una demanda presentada en 1992 por Oscar Massei que no prosperó. En ella, el actual candidato a diputado nacional por el kirchnerismo planteaba la inconstitucionalidad de la norma que regulaba la antigüedad de los jueces.

El tema sirvió de coartada al bloque oficialista. En un acto, el propio Sobisch, después de asegurar que del Poder Judicial no habla porque es respetuoso de su independencia, salió a defender la ley de privilegio chicaneando al candidato del Frente Cívico para la Victoria.

Massei tuvo que aclarar que su planteo fue bien diferente. Contemplaba en realidad el pago de la antigüedad sólo para los empleados que estuvieron dentro de la órbita del Estado, pero no para aquellos que ejercían como abogados fuera de la administración pública.

En cierto modo la chicana le termina costando cara al gobierno. Aunque en la Cámara nadie pudo explicar cómo aterrizó allí el viejo proyecto de Massei, en el Poder Judicial y en la propia Legislatura es un secreto a voces que fue a parar allí y a manos del gobernador a través de la presidencia del TSJ, cuyo titular es Roberto Fernández.

A pesar de las protestas airadas de los protagonistas, no exentas de cierto descaro, este vidrioso asunto tiene al menos la virtud de poner a la luz la connivencia entre la cúpula del Poder Judicial y el poder político.

Ejemplos de los desplantes del gobierno sobran, pero vale la pena detenerse también en el que protagonizó esta semana el propio gobernador cuando se dedicó a 'gastar' a Massei para cubrir el dislate jurídico-institucional de la «ley Kohon».

Sobisch se encontraba en Centenario inaugurando por adelantado el nuevo hospital. Un edificio que en el mejor de los casos sólo quedará habilitado dentro de 20 días. Pero, ya se sabe, campaña es campaña y en ese marco tampoco importó que el candidato a convencional Jorge Sobisch, quien se encuentra en uso de licencia para cumplir con lo que ordena la Constitución a quienes son aspirantes a puestos electivos, presidiera el acto y fuera quien hizo el discurso, en lugar de su amigo, el gobernador a cargo Federico Brollo.

Mientras tanto, en el mismo acto, y en lo que constituye otra práctica habitual del estilo pendenciero que cultiva cada vez con mayor fruición el oficialismo, activistas y punteros del partido provincial se dedicaron a aporrear a manifestantes del gremio docente que pugnaban por acercase al palco para hacer conocer sus reclamos. La patoteada, similar a la que ocurrió hace un par de meses en Zapala, es una práctica que tiende a institucionalizarse en las filas del oficialismo: es como si sus líderes dijeran: «Hacemos lo que se nos da la gana y al que moleste, palos».


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