El factor Messi

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El Barcelona quiere de por vida a Lionel Messi con la camiseta culé, un hecho que de atípico pasaría a ser único en la historia del fútbol mundial. En España dicen que los dirigentes ya tendrían preparado un “contrato vitalicio” para La Pulga, que por estas horas se encuentra en nuestro país, entrenando y a la espera del partido del viernes ante Paraguay.

Hablar de la actualidad brillante del rosarino es remontarse a los últimos cinco o seis años. Su rendimiento creció de una temporada a la siguiente, rompió y rompe marcas con naturalidad pasmosa y con apenas 24 años, y en plena actividad, ya habita el Olimpo de los mejores, la residencia de leyendas como de Di Stéfano, Pelé y Maradona.

Pero Messi se diferencia de todos ellos. No necesita de la autodestrucción de héroe romántico que irradiaba Diego Armando y tampoco de la obsecuencia ante el poder que siempre caracterizó a Pelé. Messi llegó para romper con los formatos de los ídolos futbolísticos. Porque tampoco su esencia se acerca a la de ídolo pop que supo forjar la industria alrededor de David Beckham. Lo de Messi es una oxigenada vuelta a las raíces más básicas y naturales del deporte rey.

Es lógico que Barcelona desee tenerlo de por vida, más allá de que alguna vez La Pulga coqueteó con la idea de terminar su carrera en Newell’s. Como es lógico que Córdoba esté en ebullición por su llegada. Tanto, que miles de visitantes arriban por estos días a la ciudad mediterránea, que ya no cuenta con plazas hoteleras disponibles.

Es que Messi redefine los conceptos del fútbol cada vez que entra a la cancha. Del jugador explosivo, vertiginoso full time de los primeros años, mutó en un estratega que participa en todas las facetas del juego, se mueve en todo el frente de ataque y define habitualmente los partidos. Es un líder que no necesita de gritos y arengas, tampoco de demagogia. Lidera porque entiende el juego mejor que nadie. Sabias palabras las de Pablo Zabaleta. “Messi es un líder adentro y afuera de la cancha, hay que aprovecharlo”.

En el seleccionado parecen haber entendido, desde la llegada de Alejandro Sabella, que su imán no debe ser absoluto. Bajo el mando de Pachorra afuera de la cancha y de Messi adentro, el seleccionado ganó 8 de los 12 partidos que disputó. La Pulga marcó en los últimos cinco encuentros nueve goles y hubo golpes realmente disfrutables, como ante Colombia de visitante, contra Brasil en Estados Unidos y frente a Alemania en Frankfurt.

Algo que en el Barcelona siempre estuvo claro fue justamente eso, que Messi no necesariamente debe ser la solución a todos los dilemas. Sobre todo durante el ciclo de Pep Guardiola. En el club culé jamás dudaron de la capacidad del genio. Por eso en 2005 le hicieron firmar su primer contrato y tres meses después le aumentaron el sueldo. En 2007, la dirigencia lo convenció de rubricar un contrato con una extensión de siete años más una cláusula de rescisión de 150 millones de euros y finalmente, con Guardiola siendo su entrenador, su sueldo aumentó considerablemente.

Luego de la temporada 2009/2010, en la cual el Barcelona arrasó con todo lo que se le cruzó en su camino, extendió su estadía en la institución culé hasta 2016 y su cláusula aumentó a 250 millones de euros.

Aún se desconocen detalles del ofrecimiento que le elevarán en las próximas semanas, pero es un hecho que ambas partes se juntarán para definir el futuro.

Mientras tanto, La Pulga ejerce con altura su nueva función de capitán del seleccionado argentino. Lo hace con el mejor argumento: el balón en sus pies. Y sabe que revirtió las infundadas críticas que le caían hace un tiempo. “Sabíamos que teníamos que hacer un cambio y ganamos partidos muy difíciles e importantes. Sabíamos que nosotros teníamos que conquistar a la gente y ahora tenemos la suerte de que la gente esté de nuestro lado otra vez”, celebró ayer en una improvisada conferencia de prensa. Palabras de líder.