El flaco Schiavi
por:
JUAN MOCCIARO
jmocciaro@rionegro.com.ar
Sucio y desprolijo.
Así es el juego de Rolando Schiavi, el flaco zaguero de Boca. Porque pega como pocos y a la vez porque rompe con el juego ofensivo de cualquiera que se anime a pisar el área boquense (o no). Entonces la pelota puede ir a parar a la calle o a los pies de Martín Palermo, 50 metros más adelante. Sucio y desprolijo. Desgarbado y sin elegancia. Así es Schiavi, el '2' de Boca.
Llegado a Brandsen y Del Valle Iberlucea en 2001, pedido por Carlos Bianchi, le tocó reemplazar a Jorge Bermúdez, nada menos. Y no lo hizo mal. En cinco años jugó 182 partidos y salvo lesiones o suspensiones, siempre fue titular.
Sin la elegancia de Juan Simón ni la cara de malo de Bermúdez, Schiavi está marcando una época en la zaga boquense, a fuerza de fibra y… goles. Porque lleva convertidos 21 y muchos de ellos fueron trascendentes para el destino copero de Boca. El de penal al Santos en la final de Libertadores '03, el de cabeza a River en la semifinal de la edición '04. Su zurdazo ante Once Caldas para quedarse con la Recopa y el último, hace cinco días, a la Católica, para clasificar a Boca a la final de la Sudamericana.
De tranco desparejo y cuello en diagonal, el tiene la genética del jugador de Boca. No necesita lucirse para arrancarle a las gargantas boquenses el «¡¡¡bieeeennn!!!», esa banda de sonido que le dedican a los tipos que esfuerzan hasta el desgarro por una pelota.
Su estética no lo ayuda. Quizás sea por eso que es hasta políticamente incorrecto pensarlo para la selección. Y quizás sea por eso que en La Boca no lo discuten aunque sus rechazos terminen en la tribuna y en su manual no figure salir jugando.
Pero al flaco no le interesa. Es efectivo y lo sabe. Sus hinchas también. Con la sonrisa del chacarero bueno que juega abajo y puede con todo, Schiavi se ganó un lugar en la historia boquense, esa que se escribe con músculo y pasión.
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