El freno

Por: Carlos Torrengo

ra inevitable.

Todos los actores sabían que ese instante estaba en un punto del futuro inmediato.

Y el momento fue la semana que finaliza. Porque en estos siete días bajó la adrenalina que invadía muchas de las voluntades, adhesiones y emociones que agitaban la política rionegrina en la coyuntura. Mucho de todo eso andaba alegremente suelto en ese teatro.

Un caso, el intendente de Cipolletti Julio Arriaga percibió que sus planes hacia el 2003 marchaban muy rápido. El lunes, en Roca, alguien le recordó una poesía del genovés Eugenio Montale. Un niño juega con un globo, pero el globo se suelta y se marcha por los tejados.

– Tené cuidado Julio, el poder suele ser como un globo… vistoso, elegante y es lindo corretear con él… pero un día se te va por la banderola y vos te quedás con la boca abierta…

Conclusión: Arriaga bajó el grado de exposición. Y evitó así el riesgo de perder la conducción de sus propias expectativas.

Como resultado de las reflexiones, le comunicó a «Chacho» Alvarez que postergaba su afiliación al Frente Grande. Sólo por unos días, pero Arriaga necesitaba ese lapso para no saturar su sistema de decisiones. Luego de esa decisión analizó situaciones de las que quiere poner distancia.

Un ejemplo: Arriaga no comparte la ansiedad de su socio político Leonardo De Ferrariis, líder del MUP de Bariloche.

Si no lo entusiasmaron desde algún rincón con poder, De Ferrariis se convenció solo de que el futuro le depara una banca en el Senado. Todo vía la Alianza. O sea, su vista está puesta en el 2001.

Ese eventual trayecto a recorrer está cubierto de cactus sembrados por gran parte del radicalismo. Lo califican severamente cuando hablan desde la memoria. No se olvidan de que cuando se fue del partido le recortó el poder en Bariloche. Y que de ahí en más perdieron la comuna en el «91 y «95.

En ese recuerdo se funda el «minga» con el que no pocos radicales responden a las aspiraciones senatoriales de De Ferrariis.

Arriaga no quiere ni ver a su gente más inmediata mezclada en la ronda por una banca para la cual en el radicalismo tiene muchos candidatos. A él le interesa el 2003. Se sabe que sólo sumaría esfuerzos para el 2001 si se plasma una idea que deambula por la cabeza de no pocos dirigentes nacionales de la Alianza. Idea sobre la cual ya lo tanteó «Chacho» Alvarez. Y que está relacionada con la necesidad de fortalecer ese bloque de poder en el Senado. El proyecto se nutre de las debilidades del peronismo. O sea, en aquellos distritos donde éste se encuentra exiguo de poder y con dificultades para reconstruirlo, la UCR y el Frepaso podrían ir con listas separadas para senadores.

Una operación que apunta a intentar quedarse con la mayoría y minoría de las plazas de la cámara alta en juego. Y luego, ya en el Senado, todos juntos bajo el manto de la Alianza.

No se sabe si el proyecto dejará en algún momento de ser dibujo. Pero que si se transforma en iniciativa, es posible que uno de sus campos de prueba sea Río Negro.

Porque en el razonamiento de la Alianza, aquí el PJ está dejando de existir.

Pero sobre el tema senadurías opositoras hay tranquilidad en el radicalismo rionegrino. Una serenidad poco aconsejable en tanto y en cuanto se funda en una hipótesis: que el peronista Remo Costanzo sea reelegido. Una cuestión que aún está abierta a discusión en el mismo peronismo.

Las expectativas radicales no se fundan sólo en un hecho tangible: por más o por menos, a Costanzo siempre lo derrotaron. Se fundan en que, de mantener la banca, jamás será un senador tenazmente opositor al oficialismo provincial. Y en ese sentido están convencidos de que Costanzo solamente aguijonea en tiempos de campañas electorales. «Antes y después, casi un compañero de ruta», señalaba dos semanas atrás uno de los ministros del gabinete rionegrino.

El oficialismo no se enoja con Costanzo desde cuando éste se convirtiera en protagonista esencial de alternativas a la crisis frutícola del «99. Y eso fue dos meses antes de las elecciones de junio.

En materia de irritación con peronistas, los radicales disparan sobre el diputado Miguel Pichetto. En él reconocen a uno de los pocos justicialistas definidamente opositor. No olvidan el acoso que les ejerce con el caso Cedepre, con el triple y doble crimen o cuando vincula el poder con operaciones de dudosa moralidad.

Y el propio «Chacho» Alvarez les ha dicho a los radicales que Costanzo tampoco es un problema para la Alianza en el Senado. «Es un hombre de entendimientos, creo que nos va a apoyar incluso para sacar la ley de reforma laboral», le señaló.

Pero así como hizo Arriaga para sus proyectos políticos, también algunas franjas del peronismo del Alto Valle también se desaceleraron esta semana con algunas iniciativas.

Son las que lideran el roquense Carlos Nicolaus y los cipoleños Fabián Gatti y García Barros. Embelesados con el intendente de Cipolletti, ven en él la síntesis de un liderazgo provincial al que no se puede dejar de acompañar. Reuniones y documentos fueron definiendo a este grupo en favor de cohesionarse a los planes de Arriaga. Y cuando todo era amor, Arriaga les salió con algo más que un martes siete: anunció su afiliación al Frente Grande como paso previo a estrecharse con los radicales en la Alianza.

Fue mucho para esos peronistas. La elasticidad de sus caderas se resiste a treparse a una carroza donde viajan alegremente adversarios de siempre: los radicales.

Ahora ese trío peronista y sus huestes no saben para dónde agarrar. Quedaron mal ante las estructuras y militancias del peronismo. Y se sienten desconcertados con Arriaga. Incluso quizá usados. Porque -por caso- el concejal cipoleño Gatti desde hace mucho tiempo forma parte de las tareas destinadas a la proyección política de Arriaga.

En fin, otra vez ante un caso de insólita inocencia para hacer política.


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